Tapiola Sinfonietta / Janne Nisonen.
Ondine ODE1476-2 (CD)
Me llamo Ries y soy beethoveniano
En 1988 hubo cierto revuelo en el mundo musical cuando se grabó la reconstrucción de Barry Cooper de la Sinfonía n. 10 de Beethoven a partir de bocetos y apuntes. Ese afán de proveer a los melómanos de material orquestal inédito de Beethoven obvió que existía otra posibilidad, más a mano y de enjundia: las 8 Sinfonías de Ferdinand Ries (1784-1838), discípulo, copista, secretario y defensor a ultranza del legado beethoveniano.
A mediados del XIX la suerte de casi todos los sinfonistas contemporáneos del genio de Bonn quedó echada. A unos se les enterró por anticuados, por mantenerse anclados en los presupuestos del Clasicismo. A otros se los defenestró por imitadores del maestro. Ferdinand Ries quedó como el abanderado de los que fueron rápidamente destituidos por parecerse demasiado a Beethoven. Ries tuvo que esperar alrededor de 150 años para que algunos se replantearan si sus 8 Sinfonías, aunque no revolucionan el género, son más que plagios o sucedáneos.
Disponíamos de una integral sinfónica de Ferdinand Ries gracias a la impagable labor de rescate a la que se dedica CPO, grabada entre 1999 y 2002 por la Zürcher Kammerorchester y Howard Griffiths. Con este CD de Sexta y Séptima, la Tapiola Sinfonietta y Janne Nisonen concluyen su ciclo para Ondine (registrado entre 2023 y 2025) y se suman a la causa.
El estreno en 1826 de la versión revisada de la Sinfonía n. 6 Op. 146 fue un éxito de público y crítica. El modelo beethoveniano del que parte Ries queda en evidencia y es muy reconocible. Si, en una escucha a ciegas, se anuncia que el compositor de esta Sexta es Beethoven, más de uno lo creerá. El último movimiento incorpora una sección de percusión de estilo alla turca que toma como referencia el final de la Novena de Beethoven.
El director finlandés Janne Nisonen, al frente de la Tapiola Sinfonietta, parte con la ventaja de que no tiene que pelear contra un legado discográfico que acumula más de un centenar de versiones (como ocurre con las Sinfonías de Ludwig van), ni tiene la necesidad de ser original a toda costa. Basta con el estudio de la partitura de Ries, una orquesta entusiasta y un sello discográfico que traduzca el resultado en óptimas condiciones de sonido. Allegro de gran vivacidad que sorprende por la fuerza de su desarrollo. Breve Menuetto también luminoso. Larghetto muy cantable, sin patetismo. El enérgico Finale se erige como uno de los mayores logros de Ries.
Como la Octava no es tal (se corresponde con la Sinfonía en mi bemol mayor WoO 30), la última del ciclo es la Sinfonía n. 7 Op. 181, un encargo que llegó de Viena y al que Ries se entregó entusiasmado, pero que terminó en decepción. La Séptima ha permanecido inédita hasta el siglo XXI. Como en el caso de la Sexta, la Séptima sorprende por su buena factura. Sólo con la introducción, Ries ya se distancia del pelotón de los llamados imitadores. El final de nuevo destaca como el movimiento más asombroso.
Recomendable. Los muy beethovenianos, si no surgen los remilgos, lo van a gozar.
Daniel Pérez Navarro