Los jóvenes miembros del Jerusalem Quartet habían causado una excelente impresión en sus grabaciones anteriores para Harmonia Mundi, que contenían obras de Haydn, Schubert y Shostakovich. Es, sin embargo, en este último registro, donde alcanzan su mayor nivel interpretativo hasta la fecha. El programa recoge tres obras del Mozart juvenil que sigue la estela de Sammartini, del compositor que lucha con denuedo para alcanzar el nivel de su maestro Haydn y del músico que escribe por encargo, sin el mismo nivel de autoexigencia. El programa es, pues, irreprochable en su confección, y también lo es la interpretación. El Cuarteto K. 157 contiene una verdadera joya, el Andante, y el Jerusalem la explota hasta el fondo, del mismo modo que Mozart –casi en exceso– saca todo el jugo de su genial ocurrencia temática. “La caza” es tocada con efervescencia, como reclama la partitura y el segundo de los Cuartetos “Prusianos” se beneficia de una interpretación entusiasta, más enérgica de lo habitual. Como en discos anteriores, virtuosismo y viveza son sus principales señas de identidad. Habrá que ver cómo afecta al grupo el cambio de viola, que acaba de producirse y que supone siempre una amputación traumática en un cuarteto, más cuando ya tenía una personalidad muy definida. Pero, en lo que ahora nos interesa, este es un gran disco, de principio a fin.