Miah Persson, Sarah Connolly, Franz-Josef Selig, Dominique Visse, etc.Orquestra Barroca del Gran Teatre del Liceu / Harry Bicket. Escena: David Alden.
OpusArte, OA1073D (DVD)
Monteverdi, a los 74 años, se deleita aún en el amor de dos jóvenes, por más que ese amor esté aquí construido con crueldad, fetichismo, muerte y perversión. 366 años después de su estreno, este 2012 es inusualmente rico en Coronaciones (es la tercera que aparece). La que se presenta, grabada en el Teatro del Liceo, incluye una cortesana asombrosa a cargo de la sueca Miah Persson. De una claridad meridiana en el agudo, y bendecida por unos rasgos y presencia escénica que hace irresistible el hechizo erótico que aturde a Nerón, es difícil encontrar en vídeo una representación más cabal del personaje. Sarah Connolly borda el papel escrito para castrato, y como ocurriera en el Giulio Cesare para Opus Arte, provoca verdadero espanto su transmutación masculina. Es aquí un Nerón vampírico, tan veleidoso como suele acostumbrarse, pero con la diferencia de que el suyo irradia poder y majestad. Admira el acero de su voz, la autoridad, la dicción noble, el justo caudal vocal. Las virtudes de ambos se muestran en los dúos amorosos que comparten, y se rubrican en un “Pur ti miro” sin las acostumbradas gazmoñerías. El Ottone de Jordi Domenech está correctamente compuesto, sin deslumbrar, como sí consigue el Séneca de Selig. Allá donde aparece, aparece la dignidad, el severo aplomo y la honestidad. Uno de esos bajos como Josef Greindl salidos del inframundo con los que parece vibrar el suelo. Hay que desear todo el éxito posible a la carrera de la española Maite Beaumont, que firma una Ottavia densa y profunda, perfectamente adaptada a la peculiaridades de su voz, que explota admirablemente la sonoridad de su registro, con la que se hace acreedora de algunos de los mejores momentos vocales de la producción, como “Addio Roma”. Capítulo aparte merece la Arnalta de Dominique Visse. Hay que remontarse a Fernando Corena para encontrar otro caso de cantante que, como él, se encuentre en la primera fila de la música mundial careciendo de los más elementales rudimentos vocales. Imposible hablar de igualdad entre registros, apoyos, legato, o cualquier otra prestación. Con la voz abierta permanentemente, su Arnalta es una “drag queen” grotesca, que rezuma ganas de hacerse con la noche a toda costa. Harry Bicket extrae lo mejor de la reducida Orquesta Barroca del Liceo, dotando de vitalidad a la partitura con una gran riqueza de continuo. El montaje de David Alden adolece de falta de homogeneidad y de una búsqueda y acentuación de lo cómico rayana en lo irrespetuoso, enfatizando el grotesque de los setenta y con reminiscencias del Hollywood clásico. La calidad de la alta definición es otro elemento a considerar.
D.M.