Jean-Marie Leclair es un compositor cuya música, escondida entre la de gigantes como Rameau y Couperin, ha pasado de puntillas hasta nosotros. A diferencia de sus dos contemporáneos, su trayectoria fue más accidentada. Se formó en Italia con Gian Baptista Somis, pasó posteriormente a París como violinista de la Chapelle Royale hasta que las desavenencias con otros miembros de la corte le hicieron abandonar el puesto y establecerse en Holanda. Allí trabajó junto a Locatelli hasta que se trasladó a Madrid durante un tiempo. Volvió de nuevo a París donde murió asesinado. La influencia de Corelli (ejercida a través de Somis y Locatelli, alumnos del maestro de Rávena) y de los viajes a través de Europa, es evidente en el cuidado formal, la sabia utilización de los recursos del violín y la unión de lo mejor de las sensibilidades francesas e italianas.

En este tercer registro de las Sonatas para violín y continuo de Leclair, Adrian Butterfield sorprende y deleita con una selección del Op. 5 (ns. 9-12). Fueron dedicadas a Luis XV y pese a su carácter desenfadado y claramente pastoril, son las más exigentes. Butterfield ofrece una versión brillante desde el punto de vista técnico, pero con una mezcla de delicadeza en el fraseo y calidez expresiva tal, que hace brillar aún más la belleza de la música de Leclair. La complicidad y conjunción que consigue con Sara McMahon en el cello y Silas Wollston elevan la interpretación a niveles extraordinarios.

Mercedes García Molina