Vivimos una época muy afortunada, en la que la esmerada formación y la profunda investigación musicológica que suele haber detrás de las interpretaciones, arrojan consistentemente frutos muy jugosos, con lo que disfrutamos de grabaciones con una calidad altísima. Por motivos obvios, esto es maravilloso para el oyente o para el que comenta, pero a la vez puede hacer complicado encontrar versiones que aporten novedades realmente cautivadoras o diferenciadoras que nos eviten el “esto ya lo he oído antes” y este puede ser uno de esos casos.

No me malinterpretéis, porque la propuesta de Antich es impecable y cumple escrupulosamente con las exigencias académicas de Quantz, así que ninguna crítica por ahí: encontramos brillo en los movimientos rápidos, expresividad en los lentos y alternancia de afectos (aunque este mérito sea más cosa del propio Haendel). Pero, a mi entender, la sonata no tiene el empuje del concierto y las flautas tampoco tienen la rabia barroca de un violín, por ejemplo, con lo que a la hora de suplir con lenguaje instrumental la falta del cimiento del texto, la cosa se nos queda puntualmente descafeinada. Subrayamos “puntualmente”, porque hay mucha intensidad general, pero ni es uniforme, ni encuentro diferencias con otras versiones magníficas de estas Sonatas. Ojo, que esta sin duda lo es.

Y es de esos discos que con cada escucha gana un punto de calidad, así que debo dejar de escucharlo antes de escribir, o me quedo sin estrellas. Últimamente recomiendo muchísimo, pero retomando el comienzo, es que hay mucho nivel.

Álvaro de Dios