Hoy en día es inusual que una orquesta entre en el estudio de grabación cuando la calidad de los directos se ha elevado al gran nivel que existe. Järvi, director con esta orquesta de las aclamadas integrales de Beethoven y de Schumann, acomete esta integral brahmsiana con el añadido de las oberturas y otras obras sinfónicas con la misma frescura y espontaneidad de los anteriores ciclos, rasgos que surgen tras un intensivo proceso de estudio y ensayo. No obstante, se trata, hablando del caso de la Primera Sinfonía, de una interpretación muy anclada en la tradición en la realización de los tempi y los cambios de tempi no escritos (cc. 285 del cuarto tiempo, por ejemplo), con alguna propuesta novedosa como ese comienzo tan lento del cuarto movimiento (el más difícil sin duda por su complejidad formal), que dota de un dramatismo a la sinfonía quizá excesivo.

La toma sonora es de una pulcritud y una transparencia inigualables, lo que permite prestar atención a infinidad de detalles, con un balance idóneo entre las diferentes secciones instrumentales. El complemento de las Variaciones sobre un tema de Haydn, espléndidamente tocadas, es adecuado como última obra sinfónica previa que compuso Brahms antes de romper la parálisis de oír tras él al genio de Bonn para iniciar su Primera Sinfonía.

Jerónimo Marín