No podía tardar en llegar la “apoteosis de la danza” beethoveniana, es decir, su Séptima Sinfonía, en la interpretación de Teodor Currentzis y el conjunto MusicaEterna, tras la desbordante y arrebatadora Quinta Sinfonía, también para Sony Classical. Por ahora, solo dos Sinfonías de la integral del de Bonn, y sin saber aún cuál será la próxima entrega, apostaría que huele a Heroica…

La calidad sonora es soberbia, las familias instrumentales gozan de un equilibrio que ofrece una belleza sonora admirable, sustentándose en el colorido sonido de MusicaEterna. La idea de Currentzis, basándose en la perfección simétrica de esta creación irrepetible (sus continuas y necesarias repeticiones), es recorrer cada compás con su peculiar idea del ritmo y del ataque, que en cada repetición convence más y más al oyente, como ocurre durante un estudiadísimo Poco sostenuto - Vivace, el primer movimiento llevado a un éxtasis de contrastes. 

Ya en el Allegretto, iniciado con unos pianissimi casi inaudibles para elevarse triunfalmente en su progresión melódica, el director imprime su habitual sello personal, que lo convierte en el adalid de los directores de autor; o se le quiere, o se le odia. De tempi ágiles y con un nervio juvenil en la sección fugada, sabe guiar la música hasta un clímax que a nadie puede dejar indiferente. Y en los trepidantes movimientos finales, con detalles tímbricos muy sugerentes (fagot), sin llegar a desbordarse el río, el disfrute es inagotable.

Gonzalo Pérez Chamorro