Ballet de Hamburgo. Coro y Orquesta de la Ópera de Hamburgo / Alessandro de Marchi.
CMajor, 732708 ( 2 DVDs)
TEATRO TOTAL
El norteamericano John Neumeier (1942) sigue la estirpe del francés Maurice Bèjart (1927-2007) y de la alemana Pina Bausch (1940-2009), que puede decirse que reinventaron la figura y función del coreógrafo clásico. El artista dotado con la capacidad de pintar en el aire, o esculpir en el vacío, que no otra cosa es el ballet, ha ampliado su perspectiva.
Los famosos ballets rusos de hace un siglo sentaron las bases de un canon clásico, nutrido por la música de los compositores que recibían el encargo de la compañía. En el siglo XX se han seguido escribiendo partituras para ballet, como Undine de Henze o The Prince of the Pagodas de Britten, pero la danza contemporánea, concebida por los nuevos creadores, no necesita ya una obra musical pensada específicamente para servir de base a una representación de ballet. La inspiración musical podía ser tanto el Bolero de Ravel como cualquiera pieza extraída del repertorio popular. Porque se trataba de proponer un espectáculo, donde se bailaba, sí, pero abierto también a otras formas de expresión, con una idea de lo que podría llamarse el teatro total como meta. Teatro entendido en su más amplio sentido, desde el mimo a la tragedia, pasando por la acrobacia circense o la gimnasia artística. La Historia completa de la música se convertía en materia de inspiración.
Conociendo a John Neumeier no sorprende que haya utilizado nada menos que el Oratorio de Navidad de Bach para, al frente de sus huestes, el ballet de Hamburgo, proponer un maravilloso relato, donde el significado religioso, al que se alude en su imaginería navideña, se abre hacia una luminosa parábola sobre la esperanza, ejecutada con un apabullante despliegue de talento visual.
Como ya sabemos, va a nacer un niño, que es divino en la medida que llega como la quintaesencia de una humanidad que necesita continuamente empezar de cero. Como explica el propio Neumeier, en una breve entrevista, no subtitulada pero al alcance de cualquier neófito en inglés, el ballet puede ser un entretenimiento muy bonito de ver, con saltos y cabriolas, pero también cabe concebirlo como una celebración teatral, donde música, palabras, luces y movimientos confluyen en un discurso filosófico. Filosófico, pero ni enfático ni pretencioso, y en absoluto aburrido, gracias también a la realización cinematográfica, planteada como una obra independiente y no solo como retransmisión de una función teatral.
Una maravilla con la categoría del descubrimiento.
Álvaro del Amo