Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Mario Prisuelos en el Café Comercial (The London Music N1ghts)

Madrid - 19/02/2019

Asistimos al quinto de los conciertos que organizan La Fonoteca y la marca de ginebra The London nº 1 en colaboración con el Café Comercial. Este ciclo pretende acercar la música clásica a un espacio que no es el habitual para este repertorio: un conocido café madrileño. La verdad es que la fórmula es muy atractiva, ya que la entrada da derecho además a una consumición de la famosa ginebra, todo ello en un ambiente distendido y cercano al intérprete (como ocurría en los salones madrileños de la época).

En este quinto concierto, el pianista villaodonense Mario Prisuelos ofreció un recital con una primera parte dedicada a compositores españoles del XIX poco o nada habituales en las grandes salas de conciertos: el navarro Juan María Guelbenzu Fernández y el coruñés Marcial del Adalid.

De familia de vinateros, Guelbenzu estudia primero en Pamplona y luego en el Conservatorio de Madrid, donde gana el premio de piano. Se traslada a París, donde conoce el círculo de Chopin, Thalberg y Liszt (con quien llegó a tocar en un concierto a cuatro manos en el antiguo Teatro del Príncipe). Desarrolla una destacable carrera como compositor, dentro del movimiento renovador que se inicia en el romanticismo y termina en el nacionalismo musical español.

Por su parte, Marcial del Adalid sea quizás uno de los compositores españoles más injustamente olvidados de los grandes circuitos musicales. El coruñés comenzó sus estudios musicales en su ciudad natal donde realizó sus primeras composiciones. En 1844 viaja a París con la intención de estudiar con Frédéric Chopin, cosa que parece ser que no llegó a suceder. Se traslada a Londres, donde de 1844 a 1849 estudia con Ignaz Moscheles (alumno de Clementi y amigo de Beethoven). De vuelta en París, recibió consejos de Liszt.

Hablamos, por tanto, de dos figuras no precisamente menores de la música en nuestro país y se agradece que vuelvan a tener la presencia escénica que se merecen. Y Prisuelos es un excelente representante de esta música en nuestros días: se nota que este mundo sonoro le es muy familiar (del Adalid es el protagonista de un disco que grabó hace unos años para Universal) y sabe explotar todo el lirismo que rebosan piezas como El Lamento del compositor coruñés o En la cuna de Guelbenzu. Es música que requiere de una amplia paleta de colores por parte del intérprete y esto lo sabe plasmar Mario Prisuelos en su pianismo.

En la segunda parte de la velada, dos grandes clásicos tomaron el relevo: Mozart y Chopin. Aquí estuvo menos acertado, con momentos en los que falló un poco la concentración. Quizás se echó en falta un mayor contraste entre las diferentes ideas musicales en la Sonata K332 de Mozart y respiraciones más amplias entre las diferentes secciones (es cierto que la acústica del lugar no ayuda). Acto seguido, con la Balada nº 3 de Chopin, consiguió remontar en cierto modo los apuros, con una lectura correcta de la obra, aunque se echaba de menos algo más de vuelo en el fraseo y una mayor limpieza en el uso del pedal (quizás influido, una vez más. por la acústica de la sala).

Ofreció dos propinas (un Ground de Purcell y la Danza Ritual del Fuego de Manuel de Falla) que pusieron un brillante final a un recital del que habría que destacar la labor de recuperación del repertorio romántico español que en manos de Prisuelos cobra nueva vida.

Diego Fernández

Mario Prisuelos, piano.
Obras de Juan María Guelbenzu Fernández
y Marcial del Adalid
Café Comercial. - Madrid 

The London Music N1ghts.
Madrid, 11 de febrero de 2019.

 

903
Anterior Crítica - Schubert es para siempre (CNDM Liceo de Cámara)
Siguiente Crítica - No hay lugar para la indiferencia (Orquesta Sinfónica de Navarra)