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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - Schubert es para siempre (CNDM Liceo de Cámara)

Madrid - 19/02/2019

Haydn escribió 45 tríos para piano, cello y violín, que son, en sentido estricto, obras para tres instrumentos a dos voces. Beethoven escribió 6 tríos principales, más otras obras para esta formación; en estos tríos el de Bonn ‘reinventa’ la forma y le confiere personalidad propia: el piano, el violín y el violonchelo tiene ya cada uno su protagonismo.

Schubert solo escribió dos tríos con piano y estas dos obras, del último año de vida del compositor, están entre la mejor música compuesta por este genio. Schubert escribió la parte del pianoforte como si fuera dos instrumentos a la vez, con timbres diferenciados para el registro medio agudo (mano derecha) y medio grave (mano izquierda), de manera que, junto al violín y al cello, produce tal efecto, que parece que escucháramos un cuarteto.

Y quizá fuera esa la intención de Leonskaja, Várdai y Ferschtman en el concierto del pasado jueves en la sala de cámara del Auditorio Nacional, exprimir todas los recovecos y sutilezas de cada uno de sus instrumentos para construir una interpretación que levantó en el aire una versión casi fantasmal, en la que ese cuarto instrumento fue evocado con claridad meridiana.

Schubert compuso una inmensa filigrana de 40 minutos o más de duración en cada trío. Con la estructura formal de la sonata los motivos se suceden; cuando parece que uno va a concluir, modula a otro tono y continúa. Con este plan puede convertir en interminable una pieza, recordando el resultado al oficio de improvisar. Si para los músicos es fascinante estudiar las obras de Schubert por su arquitectura y sus recursos formales, para el aficionado la atracción radica en dejarse envolver por el juego de estas melodías que danzan entre ellas, que dialogan y se persiguen, a veces juguetonamente, en ocasiones con gravedad y sentimiento. Ambas obras son algo esquizofrénicas, en ellas la honda presencia del fin cercano se entrecruza inopinadamente con una asombrosa capacidad de ver la cara alegre de la vida.

El concierto del jueves pasado había levantado muchas expectativas (las entradas agotadas, hacía días, incluso) en una semana en la que, además, visitaron Madrid dos pianistas de la talla de Pollini y Kissin. Elisabeth Leonskaja (1945) forma parte de una generación prodigiosa de solistas que está entrando poco a poco en sus últimos años de carrera, algunos de mejor manera que otros. En esta velada la georgiana demostró, no solo estar en plena forma, sino dominar con maestría la música de cámara, donde ningún músico puede estar por encima de su compañero, aún siendo superior a ellos en años y experiencia. István Várdai (cello) y Lisa Ferschtman (violín), 30 años más jóvenes que Leosnkaja, son grandes músicos, y dos grandes compañeros de viaje para esta pianista.

En los dos tríos de Schubert (más juguetón el nº 1, más sombrío el nº 2), Leonskaja supo tejer en todo momento los motivos y melodías de cada movimiento en un plano de absoluta transparencia sonora. En el violín de Ferschtman y en el violonchelo de Várdai se escucharon los pianísimos más delicados, y los tres crecieron a la vez en los apasionados o triunfales temas. Apenas sin mirarse viajaron por la misma ruta guiados por la escucha mutua, con similar pasión y entrega. Un perfecto equilibrio sin fisuras.

Como propina, ofrecieron el Nocturno en si bemol mayor D.897, también de Schubert, y también de su último año de vida, generosísima propina que completó lo que ya había sido un programa fabuloso.

Nos quedamos con ganas de definir este recital como ‘El triunfo del pianísimo’ (porque ‘ruido’ puede hacer cualquiera, pero el susurro con sentimiento y sentido sólo está al alcance de los grandes). Pero nos parece que el adjetivo empequeñecería lo que sucedió el jueves pasado, que no fue sino el triunfo de la música de cámara de un genio que murió demasiado pronto.

Sol Bordas / Blanca Gutiérrez

Liza Ferschtman, violín. István Várdai, violonchelo.
Elisabeth Leonskaja, piano
.
Tríos para piano nº 1 en si bemol mayor D.898
y nº 2 en mi bemol mayor D.929, de Schubert.
Sala de Cámara. Auditorio Nacional de Música. 14 de febrero de 2019

Foto de BEN VINE

 

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