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Crítica / Von Otter, Brooklyn Rider y la belleza de Schubert - por Simón Andueza

Madrid - 09/04/2022

Reinaba la emoción en los momentos previos a este concierto del ciclo ‘Fronteras’ del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) en la sala de cámara del Auditorio Nacional. El motivo era nada más y nada menos que la visita de uno de los mitos contemporáneos del canto, la mezzosoprano sueca Anne Sophie von Otter, reina del escenario y de la técnica vocal, quien en sus cuarenta años de carrera ha dominado y hecho referencial a cualquier autor o género al que se acercaba, desde Monteverdi a Strauss, pero también acercándose a otros repertorios menos frecuentes a un cantante lírico, como Kurt Weil o los compositores de música popular  más prestigiosos, algo que le ha dado un especial carácter y carisma reconocidos por públicos de todos los ámbitos sociales a lo largo y ancho del planeta.

Este hecho hizo patente la presencia entre el público de personas del ámbito musical que suelen acudir con asiduidad a las salas de concierto, a los que se les sumaban otras ajenas al mundo de la música clásica, pero que son amantes de los autores menos canónicos del mundo del panorama de la denominada música clásica, y que es precisamente lo que reivindica este ciclo del CNDM.

En esta ocasión la cantante sueca vino de la mano del prestigioso cuarteto de cuerda estadounidense Brooklyn Rider, quienes acusan la misma particularidad de von Otter, acercándose a programas que sobrepasan los límites de la música clásica, aunque son buenos conocedores y exquisitos intérpretes de ésta.

El concierto buscaba, según narró de un modo coloquial el violista Nicholas Cords, explorar a dos extraordinarios compositores de canciones, Franz Schubert y Rufus Wainwright, buscando semejanzas entre ambos y a la vez ahondar en la magnífica escritura de Schubert para cuarteto de cuerda con ese monumento que es el cuarteto ‘La Muerte y la Doncella D 810. Además, recordó a los asistentes el carácter íntimo que esta música posee, que se disfrutaba en el salón de casa, sin público ni protocolos de ningún tipo, animando al respetable a intentar acercarse a ella de este modo.

Comenzó el concierto con Trois valse anglaises, de Wainwright, en donde la extraordinaria música anunciada por Nicholas Cord se reveló como un conjunto de piezas extremadamente simples, tanto en las armonías como en la melodía principal de la voz, apoyada en unos arreglos en la cuerda de similares características, realizados por Colin Jacobsen, segundo violín del cuarteto. Los textos no parecieron ser de una gran elevación poética, aunque von Otter siguió demostrando su gran expresividad en estas canciones, dignas de un musical hollywoodiense. La impostación de la mezzo sueca se alejó del canto lírico, y realizó una emisión natural de la voz, propia del repertorio popular, algo que necesita la incorporación de un micrófono para ser escuchada con el balance sonoro adecuado en conjunción con un cuarteto de cuerda en una acústica como en la que nos encontrábamos.

Radicalmente distinto fue el desempeño de la parte central de la velada, la dedicada a Franz Schubert. Con una gran inteligencia se intercalaron distintos lieder de carácter dramático o angustioso, pertenecientes al ciclo Winterreise, junto al cuarteto de cuerda Der Tod und das Mädchen.

Abrió esta sección el lied que da nombre al cuarteto de cuerda, Der Tod und das Mädchen D 531, con un arreglo de la parte de piano para cuerdas que le dio una honda profundidad y un preciosista ambiente, Anne Sophie von Otter sacó a relucir sus magníficas y únicas virtudes, con su preciosa voz y una impecable técnica vocal en el registro medio y grave, con un fiato soberbio y una dicción exquisita del alemán, todo ello apoyado en una impecable expresión del texto, tanto a nivel tímbrico como gestual.

El primer movimiento del cuarteto Der Tod und der Mädchen nos reveló a un extraordinario cuarteto de cuerda, formado por sobresalientes músicos que realizan un verdadero ejercicio maestro de la música de cámara, que iba a ser la tónica del resto del concierto. Así, Johnny Gandelsman ejerció las labores de un verdadero líder que respeta y destaca por su magnífico sonido, excelente fraseo y un dominio absoluto del instrumento, aún en los pasajes más agudos y virtuosos. Colin Jacobsen, segundo violín, no se queda atrás, permitiendo unos naturales y cómplices momentos con su colega violinista. De verdadero lujo debemos denominar la escucha y ejecución del violista Nicholas Chords, dueño de un cálido sonido verdaderamente potente y personal, pocas veces escuchado en una viola, que permite una añadida riqueza sonora fabulosa al conjunto. Michael Nicholas, el violonchelista, cierra el círculo de este formidable cuarteto, con una especial redondez en el sonido de su instrumento, a la vez que se muestra como un excepcional intérprete en los momentos más ágiles, llevando una gran delicadeza asimismo a los pasajes agudos.

Si a todo ello sumamos una afinación formidable de cada instrumentista en todo el registro y una gran expresividad y control de los planos sonoros, a la vez de una interpretación realmente inteligente de los crescendi y decrescendi, no podemos más que afirmar que nos encontramos con un conjunto de cámara de primer nivel que realizó una interpretación tan personal como magnífica del cuarteto schubertiano.

Los tres lieder escogidos de Winterreise entre los cuatro movimientos del cuarteto, con una inteligente sucesión entre las tonalidades para su perfecto intercalado, continuaron la senda que comenzó la primera canción del compositor austríaco, con la formidable textura añadida por el conjunto de cuerdas en un arreglo de O. Golijov, en donde podemos destacar especialmente los pasajes del registro agudo de la mezzosoprano sueca, que conservan toda su potencia, belleza y esplendor.

A las tres últimas canciones de Wainwright, Three songs for Lulu, algo más complejas que las que dieron comienzo al concierto, se añadió una propina tras los insistentes y cálidos aplausos y vítores del público, el Lied de Schubert Abschied, con Anne Sophie von Otter sueca declamando magnéticamente el precioso poema de Johann Baptist Mayrhofer, mientras Blooklyn Rider tocaba un precioso arreglo del mismo para cuarteto de cuerda.

Simón Andueza

 

Anne Sofie von Otter, mezzosoprano, Brooklyn Rider

Songs of love and death. Obras de Franz Schubert y Rufus Wainwright

6 de abril de 2022, 19:30 h. CNDM, Ciclo Fronteras.

Auditorio Nacional de Música, Sala de Cámara, Madrid.

 

Foto © Elvira Megías

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