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Crítica / Volodos: el arte de la introspección - por José M. Morate Moyano

Valladolid - 26/12/2022

Para inaugurar su Ciclo de Música de Cámara, el CCMD de Valladolid eligió homenajear a Alicia de Larrocha en su Centenario, con la presencia en el escenario de la Sala de Cámara del pianista Arcadi Volodos (S. Pertersburgo, 1972), reputado profesional que mide sus programas y giras con exquisito tiento, pues su interés no está tanto en el alarde técnico sino en sentir íntimamente cuanto toca y a ello ha enfocado su vida.

En esa línea montó su original e infrecuente Programa. Siente un gran aprecio por Federico Mompou (Barcelona, 1893-1987) incluso más que muchos españoles y a él dedicó su I Parte con Escenas infantiles (1918) y 12 de los 28 movimientos recogidos en los 4 Cuadernos de Música callada (1959-67), ordenados a su criterio musical. Y para la Parte II el mismo tipo de pensamiento musical pero del simbolismo ruso postromántico de Alexander Scriabin (Moscú, 1871-1915), a través de una selección de Estudios, Preludios y Poemas, Danza op. 73/2 y Sonata op. 70/10.

Lo que sorprende y a la vez engancha en Volodos, no es ya sólo una técnica impoluta, supuesta en cualquier figura de su nivel, sino su capacidad para absorber lo escrito, pasarlo por el tamiz de su personal sensibilidad y expresarlo nota a nota sin nada ajeno a él mismo que lo oculte. Es extraordinario ver y oir la sutileza de su toque, que le permite establecer dinámicas desde los pppp hasta el mp, con una gradación incontable sin perder un ápice de pulso y tensión, lo que hace emocionante su expresividad y también su posibilidad de distinguir nítidos unos Lentos de otros o de Calmo o Moderato.

Esto y la posibilidad que el propio Mompou daba de dejar al intérprete libertad para sus propios sentimientos, hacen de Volodos un intérprete ideal para su música. Si en Escenas infantiles fue capaz de presentar al autor de ideas propias para ddiferenciar su mundo de infancia rural, con las campanas que tanto admiró en el tañer de su abuelo, sus juegos y el papel de las niñas, todo tan diferente al mundo urbano, en Música callada hizo realidad la doctrina de Mompou: máxima expresión, mínimos medios.

Y así comenzó con Angélico y Lento del Cuaderno I, dejando sonar la melodía hoy ya popular de su "Cantar del alma" del S. Juan de la Cruz que inspiró la obra, excepto ese Lento, único compás ternario de la selección, que tomó de P. Verlaine, frente al binario de todo lo demás; señalados también Sin título-Cuaderno IV, Lento-plaintif -Cuaderno II con ecos de Chopin y el luminoso  Lento final de selección y obra, , donde las campanas vuelven a aparecer. Todo seguido por el público en silencio y con sólo luz tenue para el intérprete, que fue repetidamente aplaudido.

En el mismo ambiente fue servido Scriabin, ahora aumentando dinámicas y tempi ocasionalmente según las formas o los cromatismos (como en la Sonata op. 70/10 última de la serie, menos disonante que sus últimas obras, donde trinos y trémolos bien controlados complican la interpretación, sin ser problema para un Volodos que tiene todo tan interiorizado; Estudios op. 8/2 y 11, técnica y virtuosismo sin disminuir lirismo chopiniano o ruso. Preludios op. 8/2 y 11, el op.11/4 claro Presto o Andante y Lento los op. 16/1 y 4, hermoso Allegretto breve op. 22/3 y Mesto el op. 37/1. Los Poemas, explican (y así lo trasladó el pianista) el mundo del compositor, que los cultivó durante una década y de los que fue espectaacular el op. 72 "Hacia la llama" que cerró el recital, cuya dificultad arredra a bastantes y que Volodos resuelve magistralmente, salvando sin problema ese crescendo que exige la pieza al describir la idea que Scriabin tenía, de cómo el excesivo calor que la Tierra iba acumulando. acabaría por hacerla llama destructora, incluyendo para ello trémolos de dobles notas y grandes saltos y. no lejos de lo que hoy se va cumpliendo, el pianista fue graduando el sonido hasta hacerlo estallar y recogerlo en un susurro y silencio final. La Sala estalló en ovaciones y obligadas, mucho, repetidas salidas.

Pero hubo recompensa al aprecio pues el artista dictó hasta 4 encores, tres en la línea del programa y uno de exhibición de medios siempre controlados, pero apabullantes en todo cuanto se le pueda pedir a un concertista; fue una personal versión de  Malagueña de Ernesto Lecuona, que volvió del revés al auditorio antes de la miniatura final. Esta audición se recordará y dará que hablar durante mucho tiempo.

José M. Morate Moyano

 

Arcadi Volodos, piano.

Obras: F. Mompou y A. Scriabin, en Homenaje a Alicia de Larrocha en su 100º aniversario.

Sala de Cámara en el CCMD de Valladolid.

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