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Crítica / Vinos añejos para nuevos odres - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 27/04/2024

La inspiración de las obras nuevas en el pasado musical (en concreto con explícita retroalimentación en el tesoro musical del Renacimiento) fue el Leitmotiv del programa de concierto del ciclo de cámara y polifonía Satélites que organizan la Orquesta y Coro Nacionales de España cuyos nueve protagonistas se citan en el faldón, bajo el epígrafe: Nuntempa Aro.

Vinos añejos para nuevos odres con dos partituras representativas de dos perspectivas compositivas con diversos fundamento, pretensión y resultado.

Porque, sin necesidad de acudir al ámbito geográfico o cultural de procedencia del material de base, a nadie se le escapa la distancia que separan a nuestros Narváez, Mudarra, Valderrábano, Pisador, Cabezón… Victoria o De Milán, entre sí y con Dufay del otro lado de la balanza.

Dos obras, pues, diversas pero de común connotación paródica.

En primer lugar (por espíritu y letra): Diferencias (variaciones). Un juego entre heterofonía, contrapunto y armonía compacta, desplegada o placada, y tradicional, y, por intención titular, “variación” (“diferencia”), en el estreno de Hermes Luaces (a la sazón, encargo de la citada institución organizadora, OCNE).

En su primer movimiento abocamos al “temazo” renacentista: Guárdame las vacas (tema que se convertiría, ya en su día, en una característica secuencia armónica con cierto remedo melódico-rítmico; y, para los más despistados, la que por doquier, derivara más tarde en la Romanesca).

El bello y célebre (habitual del dinámico movimiento coral) motete, O magnum mysterium de Tomás Luis de Victoria, se instaló en segundo lugar en este entretejido pausado entre contrapunto y heterofonía… con contundentes puntos de articulación y contrastes dinámicos.

La Gallarda final planteó, desde Luis de Milán, la misma idea en un clima de naturaleza más obstinada y rítmica, propia de un final  para esta obra tripartita.

Y, sí, como dije, también la obra de Isabel Mundry recorrió después, otro personal camino paródico. Sin embargo, éste estuvo más basado en los timbres, en las sonoridades alternativas y armónicos alejados, con permanente presencia de la envolvente de Guillaume Dufay.

Una suerte de orquestación, (re-)elaboración (Bearbeitung) sobre la espléndida textura original de la música vocal de Dufay.

Hay quien dijo que, en arte, el robo sólo estaba justificado si iba acompañado del asesinato. De acuerdo a esta conocida boutade, aquí, la controversia estaría servida: un renovado pedestal-marco para la música de este franco-flamenco genial, innovador, gustoso y sensible artista (calificativos que sólo en señalados compositores aparecen simultáneos).

Y es que semejante gigante de la composición universal merece una y mil lecturas y relecturas: amables, como en las (bellas) tres primeras piezas, con especial hincapié en la (célebre) Se la face ay pale o en Helas mon dueil, a se cop sui mort; manteniendo siempre una frágil sonoridad en una sala de cámara donde (además) se  escucha “todo” (los que tenemos experiencia directa a ambos lados de la barrera, lo sabemos perfectamente), y con una continuidad discursiva de comprometida ejecución, como en su quinta entrega: Ce jour de l'an voudray joye mener, o, ya por bloques, en su entrecortada sexta: Or pleust a Dieu qu'a son plaisir, o en la séptima y última: Entre les plus plaine danoy.

Luis Mazorra Incera

 

Nuntempa Aro: Rafael Gálvez, percusión; Víctor M. Ánchel, oboe y narración; Álvaro Octavio, flauta; Eduardo Raimundo, clarinete; Laura Salcedo y Ane Matxaín, violines; Alicia Salas, viola; Joaquín Fernández, violonchelo; y Ana Jovanovic, piano.

Obras de Luaces (Victoria, De Milán et al.) y Mundry (Dufay).

OCNE-SATÉLITES. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

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