Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Velada inolvidable con Eva Zaïcik y Le Consort - por Simón Andueza

Madrid - 01/06/2023

Los afortunados asistentes al concierto ofrecido por la mezzosoprano francesa Eva Zaïcik y el grupo Le Consort, con sede en París pero que reúne a algunos de los más sólidos valores musicales europeos de su generación no podían imaginar que el espectáculo al que estaban a punto de asistir y que supondría la clausura del Ciclo ‘Universo Barroco’ de la temporada 2022/2023 del Centro Nacional de Difusión Musical iba a convertirse de inmediato en una mítica velada que todas y cada una de las 688 personas allí congregadas conservaría para siempre en su memoria y en sus corazones.

Bajo el título de Royal Handel, los jóvenes músicos que lo llevan girando por toda Europa desde la grabación hace ya dos años de un soberbio disco homónimo para el sello Alpha, nos presentaron algunas de las piezas más queridas que la sociedad londinense degustaba en sus legendarias sesiones musicales de la Royal Academy of Music, elitista institución privada que difundía entre sus miembros las principales piezas musicales europeas.

 George Frideric Handel, como fue conocido en Londres el genio de Halle, fue su principal impulsor, director y hasta, tal vez, su creador, por lo que sus propias composiciones eran algunas de las perlas privilegiadas que se interpretaban en la Academy. Le Consort ha querido que cada recital ofrecido bajo este título se convirtiera en una perfecta recreación de una de estas melómanas reuniones, y además de ofrecernos algunas de las obras más singulares y conocidas del propio handel, comparten con todos nosotros piezas de algunos autores contemporáneos mucho menos interpretados y conocidos en la actualidad, pero que consta que fueron degustadas en los salones de la Royal Academy of Music, tales como los músicos italianos bien conocidos por George Frideric Handel, los italianos Attilio Ariosti, Giovanni Bononcini, que fueron también contratados por la Academia, pero que fueron muy pronto ensombrecidos por la exuberancia y don de público handelianas.

Le Consort, como buen grupo de cámara, carece de un único director -muchos creen que su verdadero líder es el genial violinista Théotime Langlois de Swarte, ausente en el concierto madrileño- se presentó con dos de sus directores artísticos igualmente formidables, la violinista Sophie de Bardonnèche y el clavecinista Justin Taylor, quienes comenzaron la velada con una de las oberturas handelianas más conocidas, la de su ópera Rinaldo, primera de las óperas estrenadas por Handel en Londres en el coliseo de Haymartet en 1711, y que supuso todo un hito para la sociedad inglesa. 

La fabulosa obertura, tratada por Le Consort como si fuera una Trio Sonata, nos imbuyó de inmediato de la fantástica libertad expresiva que cada soberbio instrumentista aporta al conjunto, pero con un sólido y concienzudo trabajo grupal que olvida de inmediato las individualidades y los egos particulares para dedicarse en exclusiva a la pieza como conjunto, obteniendo como resultado la más sublime de las visiones de una música bajo un prisma único. Su afrancesado introductorio Largo nos brindó toda su contundencia y rotundidad para dar paso de inmediato a un ligero y vivaz Allegro, lleno de articulaciones exactas en sus fugatos que daban toda una lección de transparencia y comprensión de cada motivo en su interpretación.

Justin Taylor en una breve y amable intervención en castellano mostró su alegría por su presencia y actuación en la sala madrileña, a la vez que introdujo la primera de las piezas vocales que disfrutaríamos, el aria Sagri Numi de Attilio Ariosti, de su ópera Caio Marzio Coriolano, felizmente rescatada por ellos de la Biblioteca Nacional de Francia.

Eva Zaïcik apareció en escena de un modo natural, sutil, mientras comenzó a sonar el primer ritornello introductorio del aria, y de esta misma manera comenzó su canto, natural, hermoso -mostrando un timbre bellísimo-, con una dicción absolutamente transparente y comprensible del italiano que hizo inútiles los textos impresos amablemente en los programas de mano y con un dominio total de las dinámicas a través de unos sublimes pianos, manteniendo una afinación absoluta y un fraseo admirables, cualidad que se iba a mantener a lo largo de todo el concierto y que hizo de la perfección sonora una realidad durante toda la noche. El grupo instrumental estuvo siempre atento a la solista vocal, manteniendo un volumen respetuoso en todo momento con ella, lo que les obligó a mantener unos pianissimi muy acertados en sus labores como acompañantes de la melodía principal, sin desdeñar sus bellas apariciones en los ritornelli instrumentales por terceras, que recordaban una textura similar a ideadas por el fabuloso Antonio Cesti en sus óperas.

Como perfecto contraste y cambio afecto inmediato el clavecinista introdujo la nueva tonalidad mediante un impetuoso continuo que dio paso a la primera composición de Handel, el aria de Sesto Svegliatevi nel core, de la ópera Giulio Cesare in Egitto, típica aria de bravura con dos secciones bien diferenciadas y, como no podía ser de otro modo, elocuentemente marcadas por Zaïcik y Le Consort. La tesitura de Sesto pareció ser ideada para la mezzosoprano francesa, quien marcó fabulosamente los dos caracteres contrastantes, el primero, impetuoso  y agitado, y el segundo lamentoso y desesperado. La violonchelista Hanna Salzenstein fue parte fundamental en este contraste, mediante violentos y vigorosos ataques de arco en la primera sección que dieron paso a hermosos legatos de una sutilidad extraordinaria en la segunda.

A continuación el grupo instrumental interpretó el Concierto para violín en si bemol mayor HWV 288 de Georg frideric Handel, composición que funciona perfectamente para el modo de entender la música del conjunto parisién, puesto que la pieza pareciera más una sonata en trío que un concierto propiamente dicho, puesto que aunque el primer violín mantiene su protagonismo a lo largo de la obra, el carácter camerístico de la misma es innegable en su facción. Asi, Sophie de Bardonnèche tuvo oportunidad de lucirse en el Andante inicial mostrando un bellísimo y aterciopelado sonido lleno de calidez, a la par que mostró su virtuosismo en el Allegro final. El conjunto fue especialmente efectivo en las imitaciones milimétricas que efectuó cada instrumentista sobre un riquísimo bajo continuo del Adagio central. Justin Taylor tuvo un particular momento verdaderamente brillante en la virtuosa realización del continuo del último movimiento.

La primera parte del concierto finalizó con dos arias handelianas, con Lascia ch’io pianga una de las más hermosas y conocidas piezas del autor, prodigiosa en la interpretación de Eva Zaïcik, no sólo por la belleza de su timbre, sino por el absoluto dominio en su fraseo, para concluir con L’aure che spira, otra aria más de Giulio Cesare, llena de dramatismo, contrastes y de un espectacular dominio absoluto de sus coloraturas en el Da capo, y que permitió un lucimiento del registro extremo de la mezzosoprano en su cadencia virtuosística.

La segunda parte dek concierto iba a ofrecernos verdaderos momentos de obras de arte con cada pieza, con un auditorio completamente entregado a la solista vocal. Así, Stille Amare, ese angelical e inspirado fragmento de Tolomeo, re d’Egitto fue una absoluta delicatessen de absoluta belleza vocal en manos de Zaïcik, a la que imprimió un fraseo impecable, a poyado en unas imitaciones impecables de sus colegas violinistas.

Uno de los momentos más grandiosos del recital llegó con la interpretación de Crude furie degl’orridi abissi, aria de Serse, compuesta para el afamado castrato Caffarelli, que exige un solista que domine las más exigentes y endiabladas coloraturas. Eva Zaïcik dejó boquiabierta a la audiencia con unas agilidades impecables, verdaderamente perfectas, de esas cualidades técnicas que parece que suenan fabulosamente en un disco a base de repeticiones extenuantes que dan como resultado un laborioso trabajo de técnico de sonido. Pero para feliz descubrimiento de todos los presentes en el Auditorio Nacional descubrimos que esas perfectas agilidades velocísimas e impecables tienen dueña, y esa es nada más y nada menos que la descomunal y joven solista a la que tuvimos la suerte de escuchar.

La anunciada Sonata para dos violines y continuo en re menor ‘La follia’ RV 63 que debía interpretada a continuación fue sustituida por otra composición que igualmente permitió un tema con variaciones sobre un bajo ostinato que se adaptara al orgánico del conjunto, con viola y contrabajo. En esta pieza el lucimiento personal de las virtudes técnicas de Sophie de Bardonnèche fue extraordinario, mostrando un derroche de capacidades musicales para cualquier registro, que se adaptaban perfectamente a cada afecto, bien fuera dolce, amoroso y reposado o bien tumultuoso, apasionado y exagerado, como bien tuvimos oportunidad de escuchar en cada variación.

Los compañeros de Bardonnèche tuvieron oportunidad asimismo de mostrar sus excelentes virtudes musicales, como lo fue la lujosa compañía en el violín de Augusta Mckay Lodge, siempre precisa, atenta e igualmente virtuosa. Clément Batrel-Génin tuvo una destacada labor en la viola, llenando de carnosas y profundas las armonías de la rica textura que aporta la viola, y qué decir del fabuloso bajo continuo, con unos fabulosos Hanna Salzenstein en el violonchelo y un Hugo Abraham en el contrabajo que aportaba la profundidad justa para conformar una pequeña orquesta de cámara al conjunto. Justin Taylor por su parte mantuvo siempre esa atención constante a cada instrumentista o solista para dotar de la justeza necesaria a cada afecto, además de encargarse de una realización espectacularmente original, virtuosa y llena de matices contrastantes en el bajo continuo.

Después de mostrar su derroche virtuosístico y perfección en las coloraturas rapidísimas del aria de Bononcini Strazio, scempio, furia e norte, Eva Zaïcik junto a Le Consort despidieron oficialmente el concierto con la exigente aria de Handel Where shall I fly?, en donde se necesita una gran dosis de expresividad y madurez, que culminaron en una cadencia espectacular en donde la solista vocal lució un generoso volumen en el agudo que arrancó los más acalorados vítores y aplausos de un encendido público.

Tras estas largas ovaciones de un auditorio completamente puesto en pie, recibimos el preciado regalo de dos piezas extraordinarias, el aria Ombra mai fu, de Handel, de una exquisitez y belleza sublimes en la voz de Zaïcik, a la que siguió el lamento final de la Ópera de Dido de la ópera de Henry Purcell Dido y Eneas, When I am laid in earth, que fue el clímax perfecto para despedir la velada con una de las más bellas composiciones de la historia de la música en una interpretación verdaderamente sublime.

Asistimos, pues, a un verdadero broche de oro para la actual temporada 2022/2023 del ciclo Universo Barroco. ¿Qué sorpresas y delicias nos deparará la siguiente? Muy pronto, el próximo 16 de junio, se desvelará el secreto.

Simón Andueza

 

Eva Zaïcik, soprano. Le Consort.

Sophie de Bardonnèche y Augusta Mckay Lodge, violines, Clément Batrel-Génin, viola, Hanna Salzenstein, violonchelo, Hugo Abraham, contrabajo, Justin Taylor, clave.

Royal Handel. Obras de George Frideric Handel, Attilio Ariosti, Antonio Vivaldi y Giovanni Bononcini.

Ciclo ‘Universo Barroco’ del CNDM.

Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid, 30 de mayo de 2023, 19:30 h.

 

Foto © Elvira Megías

149
Anterior Crítica / Bomtempo: Requiem In memoriam de Luis de Camôes - por Ramón García Balado
Siguiente Crítica / Un Mahler visceral para cerrar temporada - por Juan Carlos Moreno