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Crítica - Varvara: pianismo de Beethoven y Mussorgski

Santiago de Compostela - 24/02/2020

Concierto de la pianista rusa Varvara quien estuvo recientemente colaborando con la OSG, dirigida por José Trigueros, en una fecha en la que contábamos con F.Fedoseyev, que se vio obligado a suspender la gira por razones de salud y que permitió a Trigueros demostrar su talento frente a la Sinfonía nº 10, en mi m. op.93, de D.Shostkovich, mientras lograba un entendimiento admirable con la pianista, para el Concierto nº 2, en Sol m. Op. 16, de S Prokofiev. Dos sonatas beethovenianas,  La Sonata en Do sost m. Op.27/2, la tan popular Claro de luna, recibirá el nombre gracias al poeta alemán Ludwig Rallstab. Una anécdota abundará en las vivencias del Divino Sordo, y es que durante el período de su escritura, su vida se verá perturbada por una arrebatadora pasión amorosa por la joven aristócrata vienesa Giulietta Guiciardi, a la que dedicará la Op. 27/2 (Sonata quassi una fantasia, alla Damigella contessa G.G.).

En la cascada de opiniones contrastadas, nos bastará con acercarnos al insigne Alfred Cortot, quien cortaría por la vía de urgencia: Una pesada capa de plomo gravita sobre esta página, algo que la impide expresarse con demasiada fuerza. Es un dolor que, en su intensidad, se repliega sobre sí mismo y se autodestruye. Desde el Adagio sostenuto, pura atención de la  solista en cuanto al obligado dictado de atenerse al precepto de delicatissimamente, manteniendo con mayor rigor el discurso en el Allegreto-trio.

La Sonata en Mi b M. Op. 81a (Los adioses),  una  realidad reivindicativa, perfectamente tramada  por Varvara,  que se traduce en la denominación de cada tiempo, al asignar a cada movimiento indicaciones en alemán: Das Lebewohl (El adiós)- es decir: Le-be-wohl-; Die Abwesenheit (La ausencia) y Das Wiedersehen (El regreso). Alfredo Casella nos confesará que respecto al carácter casi religioso del breve episodio andante que cierra la sonata, no es inverosímil la hipótesis de que el autor sacara la idea de aquella tradición popular de la revolución francesa. Ballola certificará que la Sonata de Los Adioses, no puede considerarse una gran sonata, como La Aurora o la Appasionata, no tanto por la relativa brevedad de sus proporciones, sino por la ausencia de todo elemento brillante o de concierto y por la renuncia a la suntuosidad tímbrica para un lenguaje pianístico de enjuta esencialidad, al servicio de una inspiración extremadamente interiorizada. Seduce la solista por un recogimiento nada ampuloso.

Mussorgski y los Cuadros para una exposición, según una alumna de Gensin  y Evgeni Koriolov, con resultados de asimilación de sus escuelas, para articular el conjunto de la obra, los irrenunciables Promenades, en tiempos diferenciados que valdrán a modo de engranaje de cada cuadro. Cada cual, con su personalísima sensación sonora. Gnomus, en sus sobresaltos y agobiantes convulsiones de grotescas extravagancias; Il vecchio castello, pendiente de una ensoñación de tintes obsesivos y que cada oyente, sabría encontrarle el punto de inflexión; Tuilliries, jarana entre infantes en medio de sus juegos, por lo que resultaba una pieza breve y vivaz, y de un humorismo ciertamente agreste; Bydlo, la carreta  polaca arrastrada por los sufridos bueyes, marcada por un insistente ostinato tal cual requiere el cuadro en referencia; Ballet des poussins dans leurs coques, perfecta delineación del plano musical de esos polluelos en sus cascarones, con acordes precedidos de mordentes y trinos; Samuel Goldenberg y Schmuyle, escena de enfrentamiento de los dos individuos por su condición social; Limoges, escenificación de unos paisanos en su diálogo animado; Catacombae, el peso de la serie de acordes con reminiscencia de los sonidos de un órgano; La cabane sur des pattes de poule, un acomodo de fantasía legendaria, para cerrar La Grande Porte de Kiev, naciendo desde los majestuosos acordes de definen esta estampa sonora.

Ramón García Balado   

Ciclo Ángel Brage. Varvara.
Obras de Beethoven y Mussorgski.
Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela.

Foto © Jordi Roca

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