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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - Una angustia que emociona

Madrid - 10/04/2019

Escuchamos en este concierto música escrita entre 1920 y 1964, un período convulso en la historia de Rusia y de toda Europa. Dos compositores amigos y víctimas de una época trágica: Dimitri Shostakóvich y Mieczyslam Weinberg, “castigados” por los poderes y las ideologías en la Unión Soviética donde vivían y trabajaban. Ellos solo eran músicos, pero la música tiene el poder de delatar y de contar historias que no siempre gustan a sus contemporáneos. Se pueden encontrar grandes verdades escritas en pentagrama.

El comienzo del concierto, con los Preludios (adolescentes) de Shostakóvich, op.2 para piano solo, fueron pintados por Jáuregui en su expresión más auténtica. El joven Dmitri, a sus 13 años, ya tenía lenguaje propio. Aún no había drama, solo juego, agilidad, ternura, enfado, quietud, seriedad. La pianista nos los hizo oír así, en su bella manera de hacer sonar el instrumento. Tiene la donostiarra una gran musicalidad y un sonido redondo, unidos a una firme seguridad.

El Cuarteto Signum encontró a un Shostakovich de 54 años, ya pasadas las penurias y restricciones y con Stalin muerto. Entonces ya podía hablar y se atrevía a hacerlo, con su música. El Cuarteto nº 9, op.117 es una sucesión ininterrumpida de episodios. En él hay un uso avanzado de las técnicas de los instrumentos: ruidos, golpes con el arco, matices a veces inaudibles; los cuatro músicos, en vez de acordar, a veces parece que pelean por llevar “la voz cantante” y en ocasiones concuerdan cuando el ritmo les atrapa en un vals o en una danza rústica. Los intérpretes tocaron con seriedad, conocimiento y rigor, en la línea de los grandes cuartetos alemanes como Melos, sus mentores.

La lógica del programa nos condujo al Quinteto para piano y cuerdas, op. 18  de Mieczyslaw Weinberg, la obra de un joven  que ha vivido tragedias y ha sido testigo de guerras, destrucción y masacres, y que escribe esta obra cuando la IIGuerra Mundial aún no ha concluído. El comienzo amable y tonal del cuarteto nos conduce inexorablemente al cuarto movimiento, Largo, un adagio donde sin palabras y sin imágenes podemos leer y ver la desesperación, el miedo, la desolación de las ciudades arrasadas, de los asesinatos porque sí, del triunfo de la violencia sobre la vida sencilla de las personas; un agónico lamento del que emerge por momentos el canto desesperado del violín. Concluye el cuarteto con un Allegro agitato donde se mezclan ritmos de giga, vals o tango a manera de desahogo de la tensión contenida en todo lo anterior. Una vez liberada la angustia, la música se extingue en una coda pianissimo que nos devuelve la paz.

Los intérpretes nos hicieron un fiel retrato de este quinteto, reflejo de una época. En el concierto al que asistimos, Judith Jáuregui al piano y el cuarteto Signum se identificaron emocionalmente en la vida de los dos compositores, en un recorrido que partió de cierta frialdad interpretativa, hasta alcanzar cotas de honda emoción, logrando que el público participara en esa conexión. La lógica constructiva de los dos compositores quedó magníficamente expuesta a lo largo del concierto, unida por un universo estético de similares raíces, lo que dotó de una fuerte coherencia a todo el recital, para satisfacción de un público que recompensó con largos aplausos el esfuerzo realizado.

Sol Bordas / Blanca Gutiérrez

Judith Jaúregui, piano, Cuarteto Signum. Obras de D. Shostakovich y M. Weinberg
CNDM, Liceo de Cámara. Auditorio Nacional de Música (Sala de Cámara),
Madrid, 4 de abril de 2019.

Foto: BEN VINE / CNDM

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