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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica – Un sueño hecho realidad (Ibermúsica / GMYO - Nott)

Madrid - 15/03/2019

Cuando Claudio Abbado fundó la Gustav Mahler Jugendorchester (Joven Orquesta Gustav Mahler, GMYO), el nombre con el que se bautizó no fue una oportuna casualidad: el director italiano sabía que estos chicos jóvenes procedentes de escuelas superiores de música (principalmente europeas) harían de Mahler la columna vertebral de sus programas. El arrojo y la calidad de estos músicos era lo que Mahler necesitaba frente a la indiferencia impuesta en algunas orquestas profesionales de primera fila, que a veces tocan con el piloto automático…

Un sueño de Abbado que se ha hecho realidad y que ha vuelto a demostrarse en los dos programas ofrecidos en Madrid (el primero de ellos, con la Tercera Sinfonía, podrá leerse en las páginas de la revista RITMO de abril), ambos con Mahler en programa. Precisamente fue con Abbado en 1994 su primera de las muchas visitas a España gracias a Ibermúsica.

El Mahler del segundo día fue el de los Rückert-Lieder, el máximo exponente del lirismo, frente a la desolación de los Kindertotenlieder o la fascinación de Das Lied von der Erde. Jonathan Nott es un director peculiar. Dotado de un extraordinario sentido de la estructura, no es un paisajista a la hora de dirigir, pero cuando algo quiere y, sobre todo, algo le gusta, sus interpretaciones cobran entidad. Su línea de acción es la Segunda Escuela de Viena y aledaños (aun recordamos un Brahms con la Filarmónica de Viena sin personalidad propia, dirigido por la orquesta, que apenas lo miraba mientras él trazaba arcos melódicos muy amplios en su radio de acción), siendo Mahler, Berg (3 Piezas para orquesta), Jesús Rueda (La Tierra) y Shostakovich (Sinfonía n. 15) un terreno natural para él.

Comenzar un programa con las colosales 3 Piezas para orquesta es como iniciar una conversación con alguien desconocido hablando de sexo. Esta música es una prueba de fuego para cualquier orquesta, que no solo debe tocar una música compleja, debe sentir la catástrofe que se cierne sobre ellas, como un impulso hacia la autodestrucción del trágico siglo XX. Berg anuncia, como en Wozzeck, la sangre de las guerras mundiales. Nott, muy pendiente del timbre y del ir y venir de los motivos, de la estructura interna, no otorgó mucha intensidad al discurso, que no sonó dirigido hacia esa catástrofe que se huele desde la primera nota. La orquesta, muy sólida, solo ofreció puntos débiles en algunos metales, de frases realmente difíciles de tocar (especialmente las escritas en piano). Una buena interpretación, pero sin trascendencia y significado. En realidad, Nott adora al Berg compositor, eso está claro, pero Berg también fue filósofo de su tiempo…

Zhidkova canta muy bien Mahler, incluso se acuerda de los espectadores que están sentados en el coro y en más de una ocasión giró su brillante vestido plateado para dirigirles a ellos su emisión. Un detalle. De elegante tersura, su voz corrió con soltura y se conoce bien el texto, muy sentido especialmente en la inefable “Um Mitternacht” (hace poco se lo escuchamos a Dorothea Röschmann con Malcolm Martineau al piano, en una versión más reducida, es evidente, pero mucho más sentida). De nuevo Nott atendió más a la letra que al espíritu, aunque los sensacionales músicos de la orquesta (con muchos españoles entre sus atriles, según Ibermúsica que, micro en mano, en cada concierto anuncia acertadamente el programa antes de cada concierto por su portavoz Clara Sánchez, “es la nacionalidad más presente en la GMYO”) dejaron destellos de enorme clase, como las maderas.

Breve, de elegante trazo, La Tierra de Jesús Rueda evoca un planeta que se añade a la tradición inglesa iniciada con Holst y que alcanza a Colin Matthews en la reproducción sonora del sistema solar. Es otro Rueda, muy bien estructurado, un caramelo para cualquier orquesta, que en realidad debe tomarse la música como un serio proceso de generación de energía hasta su evocadora conclusión; no es una obra frágil, desde luego. Buena música, sin duda.

Cuando se estrenó la Sinfonía n. 15 de Shostakovich el hombre ya había pisado al luna y, sin embargo, es una música que recoge toda la herencia del siglo XIX. Pensaba que Nott seguiría orbitando por un estilo de apego a la letra, pero apareció la magia y lo escuchado fue extraordinario.

Tras tanta Sinfonía, Shostakovich emplea la técnica del collage (con citas de Rossini y Wagner, aunque él mismo afirmaba que también de Beethoven había “citas exactas”, que el que escribe no ha acabado de encontrarlas…) y desarrolla una música que anuncia el fin de la fiesta; el baile (la vida) se ha acabado, y hace memoria de sus experiencias, incluido su “querido” Stalin.

Nott sabe perfectamente que la Quince es un enigma, y así la afronta, dejando que la propia música plantee preguntas al oyente, que asiste anonadado a una música que oscila entre el sarcasmo y la profundidad (ambos, en Shostakovich, van muy unidos; solo la frase del contrabajo solista ya trasciende hacia una sensación de inseguridad absoluta). ¿Qué ocurre en la sorprendente coda? ¿Cómo escuchamos tal música que cierra un extraordinario ciclo sinfónico de manera tan misteriosa? Algunos miembros jóvenes de la orquesta disfrutaron de lo lindo tocando esta obra y dejándose llevar por su misterio, y a otros se les vio en las caras que sufrieron y sintieron en sus carnes el incierto mensaje que deja esta abrumadora música. Hicieron algo grande, la tocaron sin entender que hay después; no necesitaron respuesta, sintieron la música como un profundo testamento de una época muy dura. Justo un día después de acabar la obra, el compositor sufrió su segundo infarto.

Gonzalo Pérez Chamorro

+ InfoWEb

Elena Zhidkova. Gustav Mahler Jugendorchester / Jonathan Nott.
Obras de Berg, Mahler, Jesús Rueda y Shostakovich. 

Ciclos de Ibermúsica. Auditorio Nacional de Música, Madrid.

Foto: los integrantes españoles de la GMYO, fotografiados en el Auditorio Nacional de Música (foto de Samuel Sánchez Díaz para EL PAÍS)

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