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Crítica / Un reto de diez - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 01/04/2022

El ciclo de cámara Satélites de la OCNE trajo al estrado de la sala de cámara del Auditorio Nacional... ¡diez violas! Se dice pronto. Todo un reto de programa: un reto... de diez.

Además, para uno de los instrumentos más postergados desde el, denominado en términos generales, periodo clásico-romántico. La friolera de más de un cuarto de… milenio(!).

Un programa que convergía en un estreno absoluto, encargo de la entidad.

Por de pronto, fue eficaz obertura, el arreglo de Erlkönig de Franz Schubert para todo el elenco. Una obra que funciona bien de esta guisa, toda una tarjeta de presentación.

El Segundo concierto para cuatro violas de Georg Philipp Telemann, introdujo a la producción original para este instrumento, aún en época dorada. Unos primeros movimientos enjudiosos, Largo y Allegro, marca de la casa, bien resueltos por el cuarteto, se siguieron de otros más aligerados, en una obra más breve de lo que su título parecería indicar a priori.

La incombustible Chacona de la Segunda partita para violín solo de Bach, vamos… la "Chacona con mayúsculas" (salvando, claro, algún conocido movimiento sinfónico que no viene al caso), en adaptación para cuatro violas de Ichiro Nodaira, presentó momentos de indudable brillantez y dificultad de concertación, donde el cuarteto sobre las tablas, debió compartir protagonismo con... la idoneidad, compleción y puesta a punto de la propia transcripción. Una obra trascendental y comprometida, premiada por el público, en el corazón mismo del programa.

Y saltamos así, del barroco original o vistosamente arreglado, al siglo XX. Un siglo XX, eso sí, aún romántico, con York Bowen y su ambiciosa Primera fantasía para cuatro violas op. 41. Un espléndido catálogo de recursos con tenaz vena melódica, comprometidas tesituras resueltas con maestría y manejo expresivo de las múltiples posibilidades de concertación del grupo, con el que remitía, sin complejo alguno, a otras agrupaciones más versátiles de la tradición que están en la mente de todos.

La Suite para ocho violas de Gordon Jacob siguió un camino similar, ampliando el elenco, doblándolo nada menos, y llevándolo de este último terreno, el del "cuarteto" tradicional, a las fronteras de la propia orquestación.

Una orquestación no exenta de sinergias y espacialidad del que fue buen ejemplo pronto, el dinámico y atractivo Allegro scherzando, su segundo movimiento, al igual que un final, algo ambicioso: Alla Marcia vivace.

Ocho violas que nos llevaron, así, de la mano, al estreno absoluto de la noche para aquellas... diez, en simetría con el inicio: de Emilio Mateu, Ut.

Una obra extrovertida y estimulante, trufada de referencias y guiños, con precisos contrastes dinámicos y de carácter, y dispuesta por bloques perfectamente delimitados.

Al término de la interpretación, el, también destacado viola, otrora catedrático y autor de la pieza, salió a saludar a los aplausos entregados a la causa. Una sala, la de cámara del Auditorio como dije, que, por cierto, ofreció grata animación y buena imagen de público para un concierto ciertamente singular.

Como remate, un "clásico" de estas lides: Astor Piazzolla en arreglo de Patricia Villarejo, con Calambre, Oblivion y, Fuga y misterio.

Calambre arrancó propios aplausos por la cálida frescura del arreglo y su resolución, lo que fue ya norma para el resto de este tríptico, en un tono general de propina en programa.

Luis Mazorra Incera

 

Conjunto de violas de la Orquesta Nacional de España: Joaquín Arias, Carlos Barriga, Ewelina Bielarczyk, Alberto Clé, Paula García, María Paz Herrero, Julia Jiménez, Alicia Salas, Martí Varela y Sergio Vigara, violas.

Obras de Bach, Bowen, Jacob, Piazzolla, Schubert y Telemann.

OCNE-Satélites. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

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