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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Un cielo y un infierno muy humanos - por Abelardo Martín Ruiz

Madrid - 28/09/2022

Este pasado 23 de septiembre tuvimos la oportunidad de presenciar el inicio de la temporada 2022/2023 de la Orquesta y Coro Nacionales de España con el primero de los conciertos de su ciclo sinfónico en el Auditorio Nacional de Música de Madrid. En esta ocasión, el programa seleccionado se encontró conformado por dos de las creaciones monumentales posiblemente más representativas de dos períodos diferentes del siglo XX, destinadas al mundo tanto coral como sinfónico, el Requiem de Ligeti y la Sinfonía alpina de Strauss, ambas concebidas para amplias formaciones de componentes, con sonoridades que despiertan en el oyente sensaciones que van más allá de lo auditivo, en la pretensión de conectar de forma directa con lo humano. Para la primera de las mismas se contó con la colaboración de los miembros del Coro de la Comunidad de Madrid y de la Sociedad Coral de Bilbao, así como con las solistas Jenny Daviet y Barbara Kozelj. El repertorio estuvo dirigido por el director titular de la Orquesta Nacional de España, David Afkham.

La primera parte comenzó con un Requiem de Ligeti en el que el parámetro de la textura predomina completamente sobre una inexistente melodía o ritmo definido en un sentido estricto, lo que genera un discurso que da la impresión de fluir de manera continua, como si no tuviera ni principio ni fin, a partir de la partición de la orquesta en una multiplicidad de voces que funcionan a estrechas distancias interválicas, que el propio autor denominó como micropolifonía. La misa de difuntos adquiere un carácter no litúrgico estructurado a partir de tres momentos de la misma, el Introito, dispuesto como introducción en la que se perfila una gestualidad de ascenso; el Kyrie, el epicentro y más complejo técnicamente, y la Sequenza. El combinado se configura como un amplio dispositivo tanto vocal como instrumental con doble coro, dos solistas (soprano y mezzosoprano) y una gran orquesta, fraccionada en incontables divisiones y complementada con instrumentos como el clave.

En la propuesta interpretativa, partiendo de la consideración anteriormente mencionada, la búsqueda continua de un mundo de claroscuros texturales, y de atmósferas evocadoras en un panorama absolutamente disgregado, fue elegantemente mostrada por un Afkham sumamente claro en su gesto y en sus indicaciones dinámicas, quien organizó la dirección en la evolución de la energía, de manera permanente, hacia el punto de mayor agitación de la partitura en el fastuoso Kyrie, sección en la que predominó el ostensible equilibrio de su gran fuga a cinco voces en la que las líneas melódicas cromáticas comportaron una sensación de consistencia ausente de cualquier atisbo de indeterminación.

Por su parte, la orquesta, perfectamente establecida en su función de fundamento de sugerentes imágenes y colores, como complemento a unas palabras por momentos prácticamente ininteligibles por expresa escritura del compositor, acompañó adecuadamente a unas voces conjuntadas y afinadas de forma sublime, teniendo en cuenta además las considerables complejidades propiciadas por todos los microintervalos que tuvieron su punto de máxima agitación en un Dies Irae dramático y expresivo en sus contrastes, con clara influencia de aura infernal. Las intervenciones de los registros graves masculinos, seguramente los más preeminentes de la velada, hallaron su contrapartida en el sumamente exigente registro de las cantantes solistas, especialmente en las formidables aportaciones de la soprano Jenny Daviet, quien abordó sus notas sobreagudas con una perfecta claridad, precisión, limpieza y proyección.

En la segunda parte se acometió la Sinfonía alpina de Strauss, obra en la que se presenta la purificación moral a través de las propias fuerzas de la eterna y magnífica naturaleza, con la mirada de Strauss puesta en un Nietzsche que abraza este concepto como una fuente de energía y afirmación vital humana, desde la que sentir el camino sensorialmente, y que comprende uno de los ejemplos más demandantes y reconocidos de la ingente producción sinfónica occidental.

La agrupación, nuevamente dirigida de una manera profundamente elegante, concisa y temperamental por Afkham, condujo las imágenes descriptivas de este apasionante discurso, elaborado por fragmentos de temas y motivos evocadores de todos los afectos, las emociones, las sensaciones y los sentimientos que se producen a lo largo de una jornada en el proceso de ascenso y descenso de la montaña alpina, a través de una energía y de un lirismo romántico plenamente entregado a un estilo con el que los propios integrantes parecieron mostrarse intensamente conectados.

La estructura de esta partitura, dispuesta desde una forma en arco de tensión y distensión, con un origen en la oscuridad de la noche y una culminación en la luminosa conquista de la cima, en la que la apoteosis sugiere metafóricamente la contemplación del infinito y el transcurso del tiempo, estuvo generada en esta versión a partir de unas cuerdas enérgicas, protagonistas en buena parte del recorrido y siempre fundamentadas desde el sólido soporte de los instrumentos graves. Sobre las intervenciones de los violines, con una buena uniformidad y un hermoso sentido compacto, aunque no carente de ciertas imprecisiones puntuales en determinadas entradas o en eventuales cambios de notas, destacaron las aportaciones solistas, entre los vientos, de oboe, corno inglés, flautas, fagot y trompeta, así como del extenso número de trompas frente a las restantes secciones de vientos metales que, si bien mostraron un buen trabajo de conjunto, obtuvieron en sus ejecuciones un resultado probablemente algo más incisivo y menos centrado, particularmente en períodos de mayor solemnidad y/o expansión. Cabe destacar, como conclusión, las aportaciones de una percusión en constante actividad y de abundante despliegue, en la pretensión de enfatizar las esencias campestres o tormentosas magistralmente reflejadas por el compositor germano.

Abelardo Martín Ruiz

 

ORQUESTA Y CORO NACIONALES DE ESPAÑA

Sinfónico 01

Auditorio Nacional de Música

Sala Sinfónica

György Ligeti (1923-2006) - Requiem

Richard Strauss (1864-1949) - Eine Alpensinfonie

Jenny Daviet, soprano

Barbara Kozelj, mezzosoprano

Coro de la Comunidad de Madrid

Sociedad Coral de Bilbao

Orquesta y Coro Nacionales de España

David Afkham, director

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