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Crítica / Siempre a la postre - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 14/03/2024

En el catálogo de Mendelssohn, el oratorio Paulus vive modestamente a la sombra de su más frecuente y espectacular (ya desde el propio libreto), Elías.

Además de este “enemigo” natural, al Paulus le cuesta sacar cabeza en un catálogo como el de Mendelssohn, que, como es bien sabido, mantiene una calidad constante, sin notorios altibajos.

Una partitura que precisa de un importante elenco (economía incluida) y con una exigencia ubicua. Una exigencia que no excluye a nadie: los atriles de la orquesta, todos ellos (la cuerda, por supuesto, especialmente los graves a los que habitualmente Mendelssohn no perdona… el activo viento madera… o el metal, incluso), y, claro está, sus solistas vocales, reclamados de continuo, número tras número, en calidad de solista o, en concertantes o pasajes dialogados

Con estas características, en el catálogo de otro compositor más irregular (que, comparativamente, son la mayoría), probablemente, se daría esta partitura con mucha mayor asiduidad.

Por tanto, reponer esta magna obra “de repertorio” (pero un tanto al fondo de éste), merece todo un elogio.

Eso sí, la obra misma, su precisión técnica, su amabilidad melódica, en ocasiones inspirada y en otras con un claro referente en el culto protestante, pero siempre técnicamente correcta, y, sobre todo, sus abultadas pretensiones, así lo merecen.

De igual manera que en referencia al catálogo general de Mendelssohn, el propio Paulus presenta en su interior, en su misma partitura, pareja regularidad (o excelencia, si quieren verlo así). Esto hace que tampoco sea fácil destacar nada en este rotundo bloque que nos devuelve a los grandes oratorios y cantatas barrocos de los Bach o Händel, e invita, desde un primer momento, a participar del espíritu reformista que la mueve y conmueve, solemnemente expresado en su litúrgico arranque.

Masaaki Suzuki desde el podio de la Orquesta y Coro Nacionales de España afrontó la obra con esa rara cualidad que otorga naturalidad a lo que se antoja, de principio y por principio, complejo, ambicioso y monumental.

Sólida disposición, maneras y atención a los muchos requerimientos de los atriles, en un podio volcado en su cometido, consciente también de los solventes mimbres con los que contaba. Mimbres que comenzarían por la propia orquesta, concentrada y dispuesta, del coro, siempre lucido protagonista en este tipo de obras, y de los tres solistas vocales principales en proscenio: Camilla Tilling, soprano, Benjamin Bruns, tenor, y Christian Immler, bajo-barítono.

En los oratorios, con mucha mayor intensidad, si cabe, que en las óperas, que gozan de una actuación dramática redundante visualmente, la dicción cobra inusitada relevancia.

He de decir que aprecié en todo momento, la absoluta atención de los tres solistas por este aspecto del canto, a menudo abandonado a su suerte y muy poco reclamado por el público y crítica (que debería, especialmente si se trata de su propio idioma, lo que no es el caso aquí… pero sí lo es en muchos otros…).

Una dedicación que tuvo en todos, como dije, un valor destacado, pero que adquiere un notabilísimo valor en la soprano, dado que las voces más agudas femeninas, a menudo, se permiten de continuo ciertas (más que discutibles) licencias de dicción a cargo de las obvias exigencias de tesitura.

Al igual, los solistas del coro que se citan en el faldón de la crítica, encabezados por la mezzosoprano Beatriz Oleaga, con un papel destacado, resolvieron a la par.

Continuidad sin personalismos ni ocasión al divismo, en una obra que adquiere todo su protagonismo, como dije, en bloque, en forma de una suerte de proyección comunitaria con la que quizás por estas latitudes no se comulga demasiado, o resulta impopular incluso. Al margen de otras cuestiones, con esa intención nació y con esa intención sigue sonando.

En esta concepción indisoluble, un tanto contenida y continuista, la consistente actitud directorial de Masaaki Suzuki, recibió sus frutos y sinergias… siempre… a la postre.

Luis Mazorra Incera

 

Camilla Tilling, soprano; Benjamin Bruns, tenor; y Christian Immler, bajo-barítono.

Beatriz Oleaga, mezzosoprano; Margarita Rodríguez, soprano: Maria Morellà, contralto; Luis Izquierdo, tenor; Enrique Sánchez, bajo; Helder Jair Espinosa, bajo; y Pedro Llarena, bajo (Solistas del CNE).

Orquesta y Coro Nacionales de España / Masaaki Suzuki.

Paulus, op. 36, de Felix Mendelssohn.

OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

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