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Crítica / "Samuel Beckett: Fin de partie", la ópera de su tiempo

Valencia - 04/11/2020

Lo que menos se podría imaginar de un compositor como Gyorgy Kurtág (nacido en 1926) era una ópera. Aunque los que reverenciamos su música sabíamos que algo se cocía sobre textos de Samuel Beckett (no era la primera vez que Kurtág se adentraba en los laberintos del irlandés), la dificultad implícita de una creación operística para alguien tan perfeccionista y amante de las micro-formas, unido al esfuerzo de poner en escena un texto tan complejo como Fin de partie y la longeva edad del húngaro, hacían de este proyecto quasi una fantasia (por parafrasear al propio Kurtág en su obra … quasi una fantasia …, Op. 27, No. 1, su particular homenaje a Beethoven).

Pero La Scala de Milán tuvo el honor de estrenar este título en noviembre de 2018, finalmente acabado por su autor, que en la misma versión (escénica y musical) se ha podido ver en el Palau de les Arts de Valencia. El edificio de Calatrava ha acogido el estreno en España de la que es una de las grandes óperas de los últimos cincuenta años, un canto soberbio de refinada intensidad sobre la infelicidad humana. Desde Wozzeck, de la que sin duda bebe (innegable su afinidad en la escena final del caballito entre Hamm y Clov), pocos títulos han transmitido de semejante manera el ADN de la desdicha.

Con la tinta de esta música aun fresca, Les Arts ha hecho historia en España; habrán de pasar años, quizá décadas, para situar esta obra capital en el lugar que se merece, y entonces se recordará una y otra vez el gigantesco esfuerzo del teatro valenciano para subirla a escena. Y es gigantesco porque si a la habitual desidia del público con la ópera contemporánea sumamos los recortes de aforo y contratiempos por el covid-19, el esfuerzo se multiplica.

No sospechaba el compositor húngaro que esta ópera de solo cuatro personajes, que se adapta perfectamente a su estilo camerístico y a la economía de medios habitual en sus creaciones, viviría en tiempos de pandemia. La incomunicación, aislamiento y confinamiento que sufren al menos dos de sus personajes (los padres de Hamm: Nell y Nagg, metidos en sendos cubos de basura) la convierten en una ópera de su tiempo, una granada de mano que estalla en el teatro y que su onda expansiva alcanza de lleno al espectador, a una sociedad que se pregunta cuándo podrá volver a la vida normal y cuándo podrá ver rostros sin mascarillas, como Beckett pone en boca de Nell: “No hay nada más divertido que la infelicidad”, interpretada de manera sobrecogedora por la soprano Hilary Summers.

El gran logro de Kurtág (entre muchos otros) es que hace entendible las concretas frases de Beckett, sobre las que una y otra vez el lector debe estrujarse el cerebro para darle un sentido. El tiempo, medida que en la ópera cobra un matiz fundamental frente al texto leído sin música, ayuda a sintetizar aún más un escrito al que no le sobra ni una coma (Beckett es un reloj suizo). Kurtág nos da tiempo para pensar lo que Beckett no. Y no solo eso, la música está hecha con tal perfección (orquesta reducida y muy tímbrica, como en la colosal Grabstein für Stephan, una de las grandes obras orquestales de los últimos tiempos) que clarifica el sentido de lo que representan los cuatro individuos en escena.

La obra de Kurtág es reducida, modesta en su naturaleza y tamaño, pero siempre perfecta y en muchos casos basada en textos fundamentales, como Kafka Fragments, que pudimos escuchar hace varios años en el Teatro Real con aquellas dos jovencitas explosivas como Christine Schäfer e Isabelle Faust. Pero es, sobre todas las cosas, muy difícil de interpretar, que requiere un profundo estudio. Por suerte, los intérpretes del estreno han sido los mismos de Valencia (el vídeo de La Scala puede encontrarse en YouTube), que han desarrollado un mayor conocimiento de la obra, si cabe (el caso de Hamm, interpretado por el barítono Frode Olsen, es el que más ha ganado de los cuatro; su “ceguera” y sus “observaciones” nos remiten a Tiresias), desentrañando de manera colosal cada rol y cada giro concreto, incluso diría que la puesta en escena de Pierre Audi, un canto al aislamiento y que no nació en la pandemia pero que la vaticinó de manera asombrosa, se ha “mejorado”. Hay óperas que nacen con su escenografía, como las de Philip Glass y Bob Wilson; tal es el caso de Audi con Kurtág, difícilmente se podrá entender este Samuel Beckett: Fin de partie sin la escena del director teatral franco-libanés.

Y para dar cuerpo y sentido a todo este edificio, el gran artífice ha sido Markus Stenz, que además ha contado con una orquesta colosal, que sonó con una perfección mayor que la de La Scala, quizá porque sus ensembles son frecuentes intérpretes de música de cámara contemporánea. Con esta orquesta se puede hacer Fin de partie y tener la sensación de que es el Klangforum Wien el que está sonando.

Gonzalo Pérez Chamorro

Samuel Beckett: Fin de partie, de György Kurtág

Frode Olsen (Hamm), Leigh Melrose (Clov), Hilary Summers (Nell), Leonardo Cortellazzi (Nagg). Orquestra de la Comunitat Valenciana / Markus Stenz

Director de escena: Pierre Audi

Palau de les Arts Reina Sofía, Valencia

Foto © Miguel Lorenzo & Mikel Ponce - Les Arts

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