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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - Robert Silla y el compromiso con lo excepcional (El canto de Polifemo)

Madrid - 05/03/2019

Robert Silla entró decidido y a grandes pasos en la Iglesia Evangélica Alemana de Madrid del Paseo de la Castellana.

Joven, rubio y con casaca oscura tenía aspecto de rockero; pero no, entraba allí como oboísta de plantilla en la Orquesta Nacional de España, como solista con las principales orquestas internacionales y como valenciano, algo que conviene a los grandes instrumentistas de viento españoles.

Había elegido para este concierto un repertorio inspirado en las artes plásticas y la mitología, cuyo eje sería los Estudios de Guilles Silvestrini, seis piezas sobre seis pinturas de Monet, Pissaro, Renoir, Boudin y Manet. Se nota que Silvestrini, además de compositor, es oboísta y no le pone las cosas fáciles al intérprete. Parece que el oboe se convierte en pincel y dibuja en el aire las formas, colores, matices y movimientos que sugieren los cuadros en que se inspira. Estos son proyectados en pantalla en un lateral de la capilla, para mejor comprensión en detalle de la música.

Antes de estas piezas el concierto ha comenzado con la transcripción de la  Wq 132 de Carl Philippe E. Bach, una joya del ilustre alemán que a modo de saludo nos abre las puertas para todo lo que va a venir a continuación y nos muestra todo lo que es capaz de decir y hacer Robert Silla a través del sonido de su oboe.

La mitología se abre paso con las Seis Metamorfosis según Ovidio compuestas por Benjamin Britten y estrenadas en 1951: Pan, «quien una vez tocó la flauta a Siringa, su amada»; Faetón, «quien condujo el carro del sol durante un día y fue arrojado al río Po por un rayo»; Níobe, «quien, lamentando la muerte de sus catorce hijos, fue convertida en una montaña»; Baco, «en cuyas fiestas se oyen los murmullos de mujeres y los gritos de hombres»; Narciso, «quien se enamoró de su propia imagen y se convirtió en flor»; Aretusa, «quien, al huir volando del amor del dios del río Alfeo, fue transformada en una fuente».

Se alternan en estas piezas humor, drama, fiesta, sarcasmo. Durante su interpretación son ilustradas por la proyección de pinturas inspiradas en estas fábulas de Ovidio. Un regalo para la vista y el oído.

Después de los anteriormente mencionado Estudios de Silvestrini, Robert Silla cambia de escenario y aparece en un balcón lateral de la capilla, oculto tras una serie de atriles en los que había colocado las partituras de otra obra del mismo autor: Horae volubiles, un despliegue de virtuosismo que acompaña a la Madonna del Roseto, tabla atribuida  a  Besozzo unas veces y a Verona otras. La pintura se proyecta en la sala y adquiere una modernidad casi daliniana y que encaja perfectamente con la música.

Para concluir, un poco de Romanticismo y cambio de instrumento: el solo para corno inglés del Acto III de la ópera Tristán e Isolda de Richard Wagner. Salvador Dalí acompaña con su representación pictórica de los amantes esa leyenda medieval de origen celta que ha inspirado una de las más bellas páginas de la literatura operística.

La belleza no tiene fin, pero el concierto debe concluir y lo hace con aplausos interminables que piden más de Robert Silla, pero el esfuerzo físico de un solista, soplando más de una hora por un oboe Marigaux, actuando y alcanzando la perfección técnica y la justa expresividad en cada autor durante todo el proceso, merecía descansar.

Los Polifemos de Quirce fuimos regalados de nuevo con este extraordinario concierto, de lo mejor escuchado últimamente.

Sol Bordas

El oboe y las artes visuales. Viento e imagen
Robert Silla, oboe y corno inglés
Ciclo Soledades de El canto de Polifemo
Madrid, 23 de febrero 2019
Madrid. Iglesia Evangélica Alemana de Madrid

 

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