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Crítica / Rial, Accademia del Piacere, la Strozzi y la música veneciana - por Carlos Tarín

Sevilla - 31/10/2022

Desde hace ya algunos CDs y muchas actuaciones, la soprano Nuria Rial y la Accademia del Piacere que lidera Fahmi Alqhai han unido sus destinos musicales, y esta vez con un programa que tuvo como eje la figura de Barbara Strozzi, puntal de la presencia femenina en el campo de la composición y el canto sobre una personalidad muy acusada. Hija natural de Giulio Strozzi, a su vez también hijo ilegítimo -aunque finalmente reconocido-, supo aprovechar todo el potencial que su padre puso a su disposición cuando vio su talento para la música. Él era poeta, dramaturgo o libretista de Cavalli, Merula o Monteverdi, así que Barbara había nacido sobre el volcán que haría surgir la ópera y los cimientos de la música barroca: lamentos, madrigales o cantatas constituyeron la base de su extenso corpus compositivo.

Se añadía a ello una voz de soprano muy atractiva, sugerente, bellísima, hasta el punto de que algunos piensan que podía haber compuesto su propia música como expresión de sus propios sentimientos, si bien los textos casi nunca fueron suyos, sino de su padre o de la pléyade de poetas que componían el círculo Strozzi en las distintas sociedades venecianas, que admitieron y celebraron la presencia de esta mujer. Es más, su padre llegó a crear una, la Accademia degli Unisoni, que quiso que dirigiera ella, y en la que además solía cantar a la vez que ejercía como anfitriona, todo ello en una sociedad intelectual -recordemos- absolutamente masculina.

Rial abría su intervención con la famosa y melancólica canción Che si può fare, sobre un texto de Aurelio Aureli, que Barbara recubre de suave lirismo, de angustia resignada. En principio compuesto para acompañamiento de laúd, el conjunto ‘accadémico’ no dudó en aprovechar el bajo ostinato que sustenta la melodía, construido sobre una cadencia frigia o andaluza, para poner las tres violas en posición de guitarra, y mediante suaves rasgueos o acertadas improvisaciones de Fahmi Alqhai, colorearon la melodía. Sin embargo, no reconocíamos en principio ese timbre único de Rial, de suave impostación, de gran expresividad y matizada emisión de la soprano, que adolecía además de su habitual volumen.

Lo volvió a intentar con Miei pensieri, pero su voz seguía distante, en sonoridad y expresión. Por fortuna, tocaba el turno al conjunto Alqhai que había apostado por la música del muy viajero Biagio Marini, quien comenzó su carrera a las órdenes de Monteverdi en Venecia y finalmente volvió a ella hasta su muerte. Con su Passacaglio a 3 que abría el recital y su Sinfonie I y II y la Sonata sopra “Fuggi dolente”, demostraron la buena forma del conjunto y de su líder, y fueron un respiro para que la voz de Rial se centrara. Pero el restablecimiento completo vino de la mano de Tarquinio Merula, autor vinculado musicalmente a la escuela veneciana de Monteverdi, en dos momentos mágicos, el primero en forma del divertido ‘capriccio’ titulado ‘Quando gli uccelli portaranno i zoccoli…’ (‘Cuando los pájaros lleven pezuñas y los búfalos vuelen por el aire [....] entonces mis lamentos terminarán’), una suerte de arioso riquísimo en matices de expresión, con una Nuria Rial de registro pleno, exultante, completamente implicada, al que siguió otro momento de angustioso dolor, Folle è ben che si crede y, por lo tanto, también extraordinariamente intenso, en el que Rial se desenvolvía con igual soltura y vigor.

Así que cuando llegamos a la Strozzi, la voz de la soprano tarraconense lucía ya espléndida, siquiera para expresar todo el dolor que la música de la compositora veneciana había volcado en el aria Udite amanti, aria absolutamente magistral, ejemplo lúcido de la ‘seconda prattica’ monteverdiana en la que se había educado. Siguieron L’amante bugiardo y Amor dormiglione, que completaron esta visión luminosa y certera de la crecida obra de Barbara Strozzi.

En cuanto al ensemble, junto a Fahmi, destacamos las violas de su hermano Rami en la base grave y Johanna Rose, que aportó un sonido cálido y sedoso, junto al activo y oportuno clavecinista Javier Núñez y el archilaúd suelto y articulado de Carles Blanch, diríamos que invitado por el núcleo ‘sevillano’ de la Accademia, que formaron un todo brillante y locuaz, y resultaron activos protagonistas y flexibles acompañantes.
 

Carlos Tarín

 

Nuria Rial, Accademia del Piacere / Fahmi Alqhai.

Obras de Marini, Strozzi, Alqhai, Merula, y Rosenmüller.

Teatro Turina, Sevilla.

 

Foto © Guillermo Mendo

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