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Crítica / Revelar el canto de La Regenta - por Estrella García López

Madrid - 27/10/2023

La Sala Fernando Arrabal de Matadero (Madrid) acogió el pasado martes 24 de octubre el estreno absoluto de La Regenta, una ópera de cámara que ve la luz tras 20 años después del primer pensamiento para su creación, en 2002. Con el libreto de la filósofa feminista Amelia Valcárcel (1950) y la música de Marisa Manchado (1957), esta obra es fruto de una contemporaneidad sonora de alta expresividad que parece estar preguntándose siempre “por qué”. Esa interrogación musical que apela a lo oscuro, lo místico y el dolor refleja la crítica social de este drama basado en la novela homónima de Leopoldo Alas “Clarín” (1852-1901), y se funde con una escenografía sobria y detallista a partes iguales.

En la Vetusta operística que dirige en escena Bárbara Lluch, nos preguntamos por qué la sociedad de la época, que pudiera ser cualquiera por la atemporalidad del relato, trata así a Ana Ozores, la Regenta, un papel interpretado por la soprano María Miró. La línea melódica de este personaje se traduce en un canto muy cromático que deja los finales de las frases en suspensión armónica. Todos los trajes de la actriz llevan rectángulos blancos que sobresalen hacia el exterior en los hombros y los costados de la cintura, como los vestidos de las antiguas muñecas de papel recortables. Tal cosa podría representar la cosificación que se hace de este personaje femenino, al que “visten”, literal y metafóricamente, para usarla a su antojo durante toda la historia. El esposo y Regente, don Víctor (Cristian Díaz, bajo) obliga a su mujer a ir a bailes para alegrarse y descansar de sus obsesivas confesiones con el párroco (David Oller, barítono). En una de esas fiestas conoce a Álvaro Mesía (Vicenç Esteve, tenor), un hombre que se convierte en el amante de Ozores enfadando sobremanera a don Víctor. El caso es que la deseaba más libre, pero no tanto. La contradicción se transforma en una disonancia musical dura y continuada que, paradójicamente, es mecida con delicadeza por la Orquesta Titular del Teatro Real.

Dirigida por Jordi Francés, esta formación fue la encargada de poner música al drama únicamente con 17 instrumentistas. La plantilla reducida es característica de las óperas de cámara, un género de teatro musical desarrollado en la primera mitad del siglo XX cuyo formato se simplifica. La apuesta por la sencillez genera una mayor cercanía con el público, algo que en la tarde del martes se pudo experimentar bastante bien. Físicamente cerca del elenco y de la orquesta, los asistentes de la Nave del Español se sobresaltan en varias ocasiones con los efectos que la percusión realiza para emular algún que otro disparo en escena. Sin embargo, la extravagancia momentánea de la parte instrumental a veces desconcentra la atención del espectador de lo que se dice y hace sobre el escenario. Marisa Manchado, conocedora de las corrientes de la indeterminación y aleatoriedad en la música, juega con el ruido que surge de rasgar las cuerdas del piano en la caja de resonancia, pero también se acerca a las convenciones tonales para reflejar la declaración amorosa entre Álvaro y Ana.

Por otro lado, aunque es una obra sin partes habladas, los personajes protagonistas dan énfasis a algunas palabras al final de las frases interrumpiendo el canto con la dicción. Esto es algo que sobre todo hace el párroco, que se lamenta por haberse enamorado también de la Regenta. Dicho recurso es muy utilizado cuando David Oller conversa intensamente con Laura Vila, actriz que interpreta a doña Paula, su madre. Cabe mencionar los muchos sonidos que albergan las sílabas de la melodía en ella, que recuerdan precisamente a una técnica propia de las misas medievales, el canto melismático.

El último aspecto reseñable de la configuración de esta ópera es el coro, ubicado la mayoría del tiempo en un piso superior del escenario. La cohesión entre los cantantes del Coro de la Comunidad de Madrid destaca por dar la sensación de un gran cuerpo que canta, y no muchas voces que lo hacen. El coro también susurra, ríe e incluso ladra, recordándonos el dinamismo del libreto. En él, Valcárcel emplea un lenguaje sin artificios que entrevela cuestiones más profundas y alarmantes, por ejemplo, cuando insinúa un símil entre la caza y el cortejo indiscriminado que los hombres ejercen sobre la Regenta.

Esperamos que todos estos elementos resurjan sin la presión del estreno, pero con la misma entrega, en el resto de las funciones que se llevarán a cabo a lo largo de esta semana, en el centro cultural de Matadero.

Estrella García López

 

Orquesta Titular del Teatro Real, director: Jordi Francés

Música de Marisa Manchado y texto de Amelia Valcárcel

Directora de escena: Bárbara Lluch

Sala Fernando Arrabal, Naves del Español en Matadero (24/10/2023)

 

Foto © Esmeralda Martín

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