En esta ocasión regreso con mi acostumbrada recensión desde Buenos Aires, como corresponsal de tantos años en RITMO. Y lo hago tras el largo periodo de silencio y cierre que provocó la pandemia mundial del covid-19. Ahora bien, el caso de Buenos Aires fue muy contundente y prolongado. De manera que el Colón cerró totalmente sus actividades permaneciendo sus “streamings” en internet, de temporadas anteriores.
Así las cosas llegaron en el caso de Buenos Aires, como en todas partes, a existir protocolos firmes sobre aforos para teatros menores, pero el Colon era esperado y recién puedo decir que su apertura , pudo concretarse, en el reciente marzo con un festival dedicado a los cien años del nacimiento del músico marplatense Astor Piazzolla (1911-1992) una importante figura de la música en este medio y de proyección internacional también, compositor y bandoneonista destacado que fuera alumno de Alberto Ginastera y de la célebre compositora y directora de orquesta francesa Nadia Boulanger.
Destacado como un nuevo referente del tango, creando una singular tipología, el teatro porteño abrió cumpliendo con estrictez los protocolos sanitarios con un aforo ajustado de no más del treinta por ciento, con entradas y salidas separadas, butacas distanciadas debidamente, uso de tapaboca para los espectadores, e instrumentistas ,funciones sin intervalos y cierre de los desplazamientos.
En esta ocasión la prestigiosa batuta de Pedro Ignacio Calderón, en carácter de director invitado, que estuvo cerca de tres décadas al frente de la Filarmónica local, además de su larga y fructífera trayectoria en nuestro medio, logró acentuar el marco y relieve del homenaje, en un “revival” de la velada de 1983 que realizó Piazzolla. Y que comenzó con “Fuga y misterio”, composición de 1968, caracterizada como una suerte de fuga aplicada al lenguaje tanguistico y de gran maestría en el empleo del “ostinato”
Pero enseguida llegó su importante “Concierto para bandoneón, piano, cuerdas y percusión” en tres movimientos, la pieza de mayor extensión de esta velada, en una ejecución destacada y dando lugar a intervenciones lucidas del plantel, y Daniel Binelli solista virtuoso del bandoneón. Y también se recreó en el trascurso de esta función el “Verano porteño” proveniente de su ciclo “Las estaciones porteñas”, una obra de inspiración “vivaldiana” si cabe, aludiendo a la ciudad, en una estimable versión también, en este caso.
En este contexto de todo el organismo presente y el solista no podía faltar el emblemático “Adiós Nonino”, que el autor compuso en 1959 en homenaje a su padre, a quien llamaba Nonino Brillante versión con el solo de bandoneón de plena raíz “piazzollana”, por usar una expresión que lo tipifica.
Para el cierre de la velada, se dio lugar a una compleja y peculiar obra compuesta hacia 1979. Se trata del “Concierto de Nácar” para nueve tanguistas y orquesta, una suerte de “concerto grosso”, donde el bandoneón, dos violines, viola., cello, guitarra eléctrica y percusión (con solistas destacados), además de la orquestación que se considera la más grande que realizó el homenajeado.
El público presente la recibió con muestras de entusiasmo y reconocimiento tras sus tres movimientos (presto, lento melancólico y allegro marcato). Es una ambiciosa composición en formato orquestal, donde utiliza al “Conjunto 9” (agrupación de nueve tanguistas), una mítica velada que resultó, en suma, un valioso “revival” como homenaje.
Néstor Echevarría
Festival Astor Piazzolla en su centenario
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Director: Pedro Ignacio Calderón
Solista: Daniel Binelli (bandoneón)
Teatro Colón de Buenos Aires
Foto: Concierto Astor Piazzolla / © Máximo Parpagnoli