Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Pérez Floristán, toma dos - por Juan Berberana

Madrid - 19/11/2022

Tres años después, el pianista sevillano Juan Pérez Floristán regresó al ciclo madrileño de Grandes Intérpretes con la misma energía y vitalidad de entonces, pero con nuevos éxitos bajo el brazo (nada menos que el primer premio del concurso de piano Arthur Rubinstein de 2021). Pérez Floristan, como otros hermanos mayores del gremio (estoy pensando en Lang Lang o Igor Levit), tiene un interés especial por abrir el mundo de la música clásica a nuevos públicos.

Su creciente presencia en redes sociales (incluido un canal en YouTube con no pocos seguidores) y su decisión de introducir las piezas de cada concierto con una breve explicación (como ya hizo en 2019) son ejemplos de este encomiable objetivo. Y digo encomiable, porque no busca exclusivamente su interés directo, lo que transmite es una vocación por “hacer algo”, antes de que las salas de conciertos se queden vacías (no tan lejos, si consideramos la edad media de sus asistentes en Europa y/o Estados Unidos…).

Este año optó por darle un tono temático a su programa. Por un lado, se centró en el viaje durante el romanticismo, en las obras extremo del programa y, por otro, dedicó las piezas centrales (las tres primeras, de la segunda parte) al amor y la muerte, desde la perspectiva del romanticismo. Un viaje romántico es lo que Chopin hizo en Mallorca, en los meses que compuso sus 24 preludios opus 28. Algunos no habíamos escuchado todavía, en vivo, el Chopin de Pérez Floristán. Impecable. Totalmente adaptado a sus reflexiones introductorias sobre las desdichas personales y materiales del polaco, en aquellos singulares meses. Un Chopin de altos vuelos. Sin exageraciones ni motivaciones espurias y, por supuesto, técnicamente preciso. La levedad de estas piezas (incluso su limitada duración) hace que, en algunas ocasiones, se pase de puntillas por algunas. No es el caso. Y la inevitable prueba de fuego del número 15 (el más extenso) y del apasionado último, Pérez Floriastán la superó con matrícula.

Sobre viajes románticos también versa la Fantasía Wanderer de Schubert, con que cerró el concierto. Una de las obras donde, su supuesta intencionalidad programática (taciturna, como corresponde al devenir de un ser incapaz de arribar a un destino feliz tras un largo deambular), no queda totalmente reflejada en una música singularmente luminosa. Nuestro pianista, consciente de encontrarse ante el broche del concierto, hizo una lectura de menos a más desde un punto de vista emocional. Reflejando tal evolución, en el teclado, de una manera sorprendentemente madura. Como en Chopin, su Schubert es de altos vuelos.

Entre medias tres piezas breves dedicadas al amor y la muerte. De la Italia de los años de peregrinaje de Liszt, Lo Sposalizio y Il Pensieroso. La primera es una exposición romántica del amor no carnal. La segunda, de la muerte carnal (y cierta). Y como síntesis poética, la muerte de amor de Isolda, en el arreglo para piano del propio Liszt. Breve elección, pero, sobre todo, de un efecto impactante para el oyente en ese proceso narrativo que ideó el sevillano. Todas ejecutadas con especial pasión romántica. Como transmitiendo que, en repertorios muy asociados, nuestro pianista sabe dar con los tonos y los estados de ánimo diferenciados.

Hace tres años comentábamos que nos gustaba Pérez Floristán como pianista, pero, también, como innovador. Este concierto nos reafirma en tal opinión. El próximo mes terminaremos el ciclo 2022 con otro monstruo de la innovación, el ruso-alemán Igor Levit (que también nos visitará por segunda vez…). Inmejorable fin de ciclo.   

Juan Berberana

 

Juan Pérez Floristán, piano

Obras de Chopin, Liszt, Wagner y Schubert

Ciclo Grandes Intérpretes (Fundación Scherzo)

Auditorio Nacional, Madrid

279
Anterior Crítica / Romanticismo coral en La Almudena - por Luis Mazorra Incera
Siguiente Crítica / Ariodante: Sa trionfar ognor… - por Ramón García Balado