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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Paule Maurice y Jacques Ibert - por Ramón García Balado

Santiago de Compostela - 11/04/2022

Xabier Casal rescataba la obra Tableaux de Provence, para saxo alto y orquesta, de la francesa Paule Maurice, bajo la dirección de Corinna Niemeyer a la Real Filharmonía de Galicia, en diálogo con la suite sinfónica  de Jacques Ibert, Restaurant au Bois de Boulogne, en la cuarta de las piezas. Pauline Maurice (1919/67), fue una compositora que compuso en especial piezas para la escena, como Les caprices de Marianne, On ne badine pas avec l´amour, Watheau o Petonnet, dejando un estudio en el último año de su vida para saxo alto Volio.

La obra elegida, es producto de un trabajo en común con su pareja  Pierre Lantier, Prix de Rome de 1937, y del virtuoso intérprete Marcel Mule, en el año 1947. Paule fue alumna dilecta de Jean Gallon, de quien sería asistente en el Conservatorio de París, de Noël Gallon y de  Henri Büsser, además de formarse en la École Normale  de Musique parisina. Xabier Casal a su gusto por las estampas de la obra: Farandoule di chatouno, Cansoum per ma Mio, La Boumiano, Dis Alyscamps, l´amo souspire y Lou Cabridan, pinceladas localistas acunadas por una paleta orquestal de precisos matices, compartidas con la directora Corinna Niemeyer.

Interesaba la personalidad de Marcel Mule (1901/2001), creador de la nueva escuela francesa de saxofón y que dinamizó en años boyantes el Cuarteto  de la Guardia Republicana, que con él, integraban René Chaliné, Hippolite Pamboert y George Chouvet, que se mantendrá activo durante años, antes de que apueste por el renovado Marcel Mule Quartet, en el que figuraban André Bauchy, George Goudret  y Marcel Josse.  Su importancia como intérprete, estará confirmada por el tratamiento de la forma liviana de la embocadura, la precisión en la calidad de las emisiones, el dominio de la respiración y el cuidado del vibrato.

 En esta línea de obras relativamente infrecuentes, escuchamos la cuarta pieza de la Suite sinfónica, de Jacques Ibert, Restaurant au Bois de Boulogne, pieza que se añade a Le métro, Faubourgs, La Mezquita de París, Le paquebot Ille de France, y Parade foraine, de 1930, modelo de estilos de confluencias de derivados jazzísticos en el estilo Tin Pan Alley, el charleston o el foxtrot, que tan bien calaron en el Grupo de los Seis, en el que realmente no estaba integrado, pero que sí compartirá con colegas como Milhaud o Honneger.

Con las cartas a favor, supo encontrar la vía propicia desde la consecución del Prix de Rome, en 1919 y así vendrán las obras para ballet o los trabajos para el cine: Don Quijote, de Pabst, quizás el más prestigiado, sin que dejemos al margen los compromisos para el teatro. Llegó a ser director de la Villa Medicis, de Roma y de la Unión des Théâtres  Lyriques, además de miembro de la Academia de Bellas Artes, ocupando la plaza de G.Ropart. La  directora a sus anchas, en un repertorio que parece apetecerle.

En cambio de perspectivas, vista al reclamo parisino, para esta directora clara de ideas,  en el repertorio del clasicismo con dos obras a la par: la Sinfonía, nº 31, en Re M. K. 297 (París), de W.A. Mozart- que abrió la sesión-, curiosamente escrita para un público del que el salzburgués no se fiaba en exceso, limitándose simplemente a  agradar, asunto que consiguió, para la serie de Concerts Spirutuals, organizados por Jean Le Gros.

Irrumpía el Allegro assai con poderosos acordes, apostando por llamar la atención, antes de que clarinetes y fagotes, respondiesen  a las cuerdas; todo perfectamente tramado en su desarrollo, para conducirnos en un vistoso aire de marcha a un lustroso ritornello, ofreciendo el Andantino un juego entre distintos instrumentos en los pasajes que se reciben, tiempo calculado para gratificar a Le Gros y su público. El autor, con perspicacia, había pensado en un Andante più sotto voce, más relajado y del que existen dos versiones, una primera puesta en duda por el demandante y la definitiva acorde con el autor, que no dejará de mantener sus dudas. El Allegro  final, con un claro protagonismo de los violines, preparaba la  cadencia en tutti, en consumado reparto hacia renovadas modulaciones que se ratifican por un ritornello, profusamente animado y colorido.

De las seis sinfonías parisinas de F.J.Haydn, aquellos débitos adquiridos con el Conde d´Ogny, la Hob. I. 86, en Re M., que completó programa,  ese perfecto entrelazado entre lo popular y las influencias galantes, partiendo del Vivace assai, pleno de sutileza, que preparó la entrada del Allegro spirituoso, con sus dos motivos, repartidos entre las cuerdas y la orquesta. Un segundo tema, respondió distanciándose, para facilitar el discurso del desarrollo, en una recapitulación de vistosas metamorfosis.

El tiempo Lento, especie de Allegretto, nos mostró una sugestiva libertad formal, que podrá recordar a C.P. E. Bach, y que en cierto modo, cuadraba dentro del espíritu del Sturm und Drang. El Minueto, un curioso estilo de danza,  más extenso de lo acostumbrado, nos concedió  un trío jovial,  expresado en el estilo de un ländler, en preparación  del final Vivace, para gloria de la trama orquestal, en un destacado trabajo contrapuntístico, facilitando el final de la obra, aceptada como la más consumada de la serie.

Ramón García Balado    

        

Xabier Casal. Real Filharmonía de Galicia / Corinna Niemeyer.

Obras de W.A. Mozart, P. Maurice, J. Ibert y F.J. Haydn

Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela

Auditorio de Ferrol

 

Foto: Corinna Niemeyer / © Simon Pauly

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