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Crítica / Música en medio de la zozobra institucional - por Enrique Bert

Vitoria-Gasteiz - 31/01/2025

El programa de mano habitual en los conciertos de la Euskadiko Orkestra aún recogía el martes, 27, la dirección artística de Robert Treviño aunque el día anterior, provocando el correspondiente estupor de los melómanos vascos, se anunciaba tanto el cese de este como el fin de contrato del gerente, Oriol Roch. El primero, tras ocho años, el segundo tras diez. No se han dado más explicaciones que unas generales –y poco creíbles- de que con esta doble decisión se busca un nuevo proyecto “para que la formación musical siga creciendo y ampliando su recorrido profesional” aspecto que es, exactamente, lo que se ha conseguido con el cesado estadounidense. ¿Cuándo sabremos la verdadera historia de lo ocurrido? Los dimes y diretes ya recorren el mundo musical pero supongo que habrá que esperar.

En medio de tanta zozobra el concierto parecía hasta molestar; y, sin embargo, en medio de frío y lluvia vitorianas, la orquesta nos pudo ofrecer una velada de mucho interés. Muy pertinente la elección de Sorginen soinua (El sonido de las brujas, 2022), obra de la guipuzcoana Beatriz Arzamendi que a través de siete breves secciones trata de trasladarnos al mundo de la brujería, de tanta importancia histórica en tierra vasca y que a través de sus danzas, fiestas, orgías y vuelos nos mostró un poema sinfónico denso y en el que la percusión jugaba un papel predominante. A destacar la presencia de cuatro irrintzilaris, emisoras del sonido típico de estas tierras, estridente y en un solo aliento, antaño símbolo de combate y comunicación, hoy de fiesta y jolgorio. Tres de ellas, Margarita Burusco, Inmaculada Clemente y Pilar Aresti, colocadas en puntos distantes del auditorio y la cuarta presente en la misma orquesta, la primera violín Itziar Prieto dieron encanto especial a la obra.

Tras las brujas nos llegó la técnica prodigiosa de Rafal Blechacz al piano interpretando el Concierto nº 2 para piano y orquesta, op. 22, de Camille Saint-Saëns (1868) de forma sencillamente apabullante. Impecable en la sucesión de tormentas de semifusas, dejando al respetable literalmente sin aliento. La propina, como no podía ser de otra manera, se dedicó a Chopin.

Para terminar, una obra infrecuente de un compositor polaco, como pianista y batuta, que se agradece para poder profundizar en el conocimiento de su corpus musical: la Sinfonía nº 2 en si bemol mayor, op. 19, de Karol Szymanowsky (1910). Este compositor no termina de hacerse un hueco entre los grandes de la primera mitad del siglo XX y esta oportunidad era para no dejar pasar. Formalmente en dos, sin embargo su estructura contiene los cuatro movimientos sinfónicos habituales.

Lukasz Borowicz, bien conocedor de la obra del compatriota, delineó a la perfección sus compases, haciendo especial hincapié en la hermosa fuga que nos lleva al final de la obra. Todo un acierto tanto su programación como su interpretación. Ahora, a esperar noticias de una institución tan relevante de la vida cultural vasca.

Enrique Bert

 

Rafal Blechacz (piano) y Euskadiko Orkestra.

Dirección musical: Lukasz Borowicz. 

Obras de Beatriz Arzumendi, Camille Saint-Säens y Karol Szymanowsky.  

Auditorio del Conservatorio Jesús Guridi, de Vitoria-Gasteiz.

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