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Crítica / Mäkelä y el Concertgebouw celebran los 200 años de Bruckner - por Agustín Blanco Bazán

Amsterdam - 11/05/2024

La orquesta del Concertgebouw se aproximó por primera vez a Bruckner con su Tercera Sinfonía, dirigida en 1892 por Willian Kes, su primer director titular. Willem Mengelberg puso el resto en el repertorio con excepción de la Quinta estrenada en la sala de Concertgebouw por Evert Cornelis en noviembre de 1918. Solo Bernard Haitink ha interpretado allí todas las sinfonías brucknerianas y en lo que a la Quinta respecta, Daniel Harding fue el último en dirigirla en el 2015. De allí el interés del publico local por escucharla esta primavera con Klaus Mäkelä que asumirá la dirección artística de la Concertgebouw en el 2027. El jueves 2 y el viernes 3 de mayo la sala se encontraba totalmente llena. Y los asistentes salieron gratificados por una interpretación de extraordinario vigor y expresividad.

Empezando por esas famosas pausas o silencios que en Celibidache agobian por su parsimonia, y que Mäkelä supo marcar contundentemente, pero sin dejar caer una narrativa musical caracterizada por una sólida unidad de desarrollo. Furtwängler, que estaba en las antípodas de Celibidache se apuraba hasta el punto de cortar el hipo para tensar la unidad interpretativa. Mäkelä en cambio sabe tensar sin apurarse. Y con esta orquesta extraordinaria puede explorar la riqueza cromática de la obra para conseguir efectos que suenan nuevos, aún para quienes hemos escuchado esta sinfonía repetidamente en grabaciones o en salas de concierto. Valga como ejemplo el decantado e intenso fraseo de violas en el en andante. Decididamente Mäkelä supo construir esta catedral sonora con una unidad interpretativa sin fisuras, desde el misterioso pizzicato de chelos y contrabajos inicial hasta el masivo coral en fortissimo que cierra la obra.

También en el segundo movimiento (Adagio) el pizzicato tensó expresivamente el contraste con el cantábile de un oboe económico en expresividad, esto es sensible pero nunca estereotipado, lo mismo que la celebérrima melodía de cuerdas. Decididamente Mäkelä es de los que sabe diferenciar el estilo Bruckner del de Mahler. El scherzo del tercer movimiento siguió casi sin pausa, con el tema de Ländler explorado a través de las repeticiones hasta el punto de casi transformarlo en marcha en una de ellas. Y en el último movimiento, luego de un clarinete extrovertidamente paródico (por una vez hubo aquí un sobre-énfasis que, sí, hizo pensar en Mahler), la doble fuga se incorporó a un cantábile general de genial precisión contrapuntística. El coral de conclusión, acreditó con su pirotecnia de infinitas posibilidades, la reflexión de Furtwängler en el sentido que Anton Bruckner “no trabajaba para el presente; en su arte solo pensaba en la eternidad y creaba para la eternidad.”

Una integral de las sinfonías de Bruckner por la orquesta del Concertgebouw publicada recientemente incluye versiones en vivo de Bernard Haitink (sinfonías ns. 1 y 7), Riccardo Chailly (2 y 9), Kurt Sanderling (3), Klaus Tennstedt (4), Eugen Jochum (5), Maris Jansons (6) y Zubin Mehta (8). La orquesta ha incluido un ciclo completo en dos temporadas para conmemorar el bicentenario del nacimiento del compositor. Su octava sinfonía será dirigida en Amsterdam por Christian Thielemann el 20 y 21 de junio.

Agustín Blanco Bazán                                                         

 

Orquesta Real del Concertgebouw / Klaus Mäkelä.

Sinfonía N. 5 de Anton Bruckner.

Amsterdam, viernes 3 de mayo de 2024, Concertgebouw.

 

Foto © Milagro Elstak

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