La primera vez para la Orquesta Sinfónica de Castilla y León de la obra Frontispiece (2019), encargo de la NDR Elbphilharmonie Orchestra a la coreana Unsuk Chin (Seúl, 1961), en cuyos 7-8 minutos recorre la historia del sinfonismo, apoyándose en dos pilares básicos: el Clasicismo y el Romanticismo, conformó su sexto programa de abono, en su sede prácticamente llena (lo que va dejando de ser noticia). Siguiendo esa pauta, Mozart y su Concierto para trompa nº 2, en Mib. M., K 417 (1783) y Brahms con su Sinfonía nº 1, en Do m. op. 68, (1855-74), completaron repertorio representando a esos dos pilares.
Como Director invitado se presentó Marc Albrecht (Hannover, 1964), ganador de los Premios “Opus Klassik”, dos como Mejor grabación de Ópera de los Sx. XX y XXI y uno como Director del Año, que en la próxima Temporada será Titular de la Antwerp Symphony Orchestra, de la que ahora es Asociado. Causó buena impresión, parece disfrutar con toda la música, alto, dominador, flexible y, como buen operista, gesto amplio, crea sonido brillante y buen concertador. Lo confirmó con su versión de Frontispicio de Unsuk Chin, sabiendo armar y entender esos microfragmentos que la autora confiesa tomar de parejas tan diferentes como Bruckner-Webern, Brahms-Ives, Chaikovski-Boulez y otras anteriores que chocan, interactúan y suenan del Barroco a la Vanguardia, teniendo un cierto acorde como nexo de unión. Se inspira en la frase: “un universo en pocas palabras”. Cuatro percusiones, celesta, piano…, le ayudan a ello. Versión más que correcta y bien acogida.
Para el Concierto de Mozart, contó con la colaboración como solista del croata Radovan Vlatkovic (Zágreb, 1962); de 1992-98 Titular en la E. S. de Música de Stuttgart y desde entonces del “Mozarteum” de Salzburgo y desde 2000, Titular de la Cátedra de Trompa de la E. S. “Reina Sofía”. Actuó reemplazando al previsto José M. Asensi, principal de la OSCyL, que aquejado de grave enfermedad, causa baja y al que deseamos pronta recuperación.
Movido por la larga amistad que, desde niños, le unió con el virtuoso trompista Leitgeb, Mozart le escribió 4 Conciertos, de los que este 2º no lleva fagotes y sí dos trompas más como “ripieno” (en la orquesta, además) y un tono de humor que se percibe en los autógrafos que le dedicó en la partitura, sabedor de la dificultad de su escritura para la trompa natural, en los que “se apiadaba de él”.
Albrecht lo llevó “a la mano”, facilitando así mayor suave legato, ligereza y expresión del lógicamente reducido conjunto, con sólo 26 cuerdas. Radovan Vlatkovic, con trompa actual, estuvo estupendo, con sonido redondo y broncíneo de absoluta limpieza y afinación, que solventó las dificultades linguales, de manejo de la mano izquierda y de respiración del Allegro, tan noble; del lírico y meditativo del Andante en Sib, con esa bella melodía para la trompa, nítidas las octavas; y ese Più allegro del final donde las trompas imitan el sonido de las de caza y donde el solista remata su “cacería” particular con complicados sonidos graciosos que lo concluyen.
El éxito fue completo, con Vlatkovic saludando en varias salidas, y Director y orquesta apreciados de igual manera. El solista, junto al quinteto de trompas de la OSCyL , nos dieron el preludio navideño interpretando un popurrí de villancicos americanos, haciendo las delicias del Auditorio, que premió al sexteto con el artista con nuevas ovaciones.
La Primera Sinfonía de Brahms, undécima vez para la OSCyL, se aguardaba con cierta expectación, pues Marc Albrecht venía con la etiqueta de “experto en lo Romántico”, y nada mejor que esta Sinfonía tan perfectamente meditada y estructurada por el autor, que tantos años la dedicó hasta su estreno y edición definitiva. No defraudó, vista la reacción del público a su final. Y es que las características que señalábamos al principio, la hicieron brillante, conjunta, muy apasionada y enérgica. Quizá por ahí se podría atacar la versión, tildándola de un punto excesiva en la relación de dinámicas y atenta a su maciza interpretación, que daba un Brahms menos reflexivo de lo que era y lo que buscaba; pero no puede negarse la efectividad que ese método de interpretar tiene.
Apoyándose en un timbal firme, que el inicio de la obra y en el resto cumplió con su papel fundamental, Albrecht fue imponiendo su Ley sin urgir a unos músicos cómodos a los que dejó tocar, ocupándose de unirlos con precisión para un Allegro inapelable, con buenas prestaciones de trompa en el motivo de la “Eroica” (después los metales), oboe y clarinete, fagot, violas y violines. En el Andante protagonismo para el oboe en expresivo solo, que reiteró después el concertino invitado M. Brilinsky, muy profesional. El Scherzo, tan brahmsiano, con el contraste entre el Trío central a 6/8, donde se lucieron flautas, oboes y fagotes en expresividad, y los extremos a 2/4. Y un final con Adagio que no fue muy emotivo porque el tempo no se redujo lo suficiente, lo que no destacó la llamada de la trompa que precede al solemne coral de los metales que, nobles, devolvieron la paz prevista
En el gran tema final la cuerda respondió muy compacta, para ese transformado “froide” de la “Oda a la Alegría” de Beethoven, que tanto inspiró a Brahms y a la que rindió homenaje aquí, que no plagio; el broche, Più allegro también, fue sonoro, brioso y triunfal, lo que movió a repetidas salidas del Maestro y saludos de la OSCyL, como fiel y exacta cumplidora de todo cuanto se le pidió.
José Mª Morate Moyano
Radovan Vlatkovic, trompa
Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Marc Albrecht
Obras de U. Chin, W. A. Mozart y J. Brahms
Sala sinfónica “J. López Cobos” del CCMD de Valladolid