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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Latinoamérica por los cuatro costados - por Ramón García Balado

Santiago de Compostela / Pontevedra - 20/03/2024

Programa de la RFG dirigida por su titular Baldur Brönnimann para un programa centrado en compositores latinoamericanos desde Alberto Ginastera a Arturo Márquez, J.P. Moncayo, Adolfo Mejía y Vicente Ascone contando con el protagonismo del barítono y narrador Darío Solari, con experiencia contrastada en el mundo operístico sin descuidar sus preferencias a la lírica popular de la canción, habiendo sido galardonado en certámenes como el Ferruccio Busoni de Deutschlandberg, el Tito Schipa, de Lecce o el Iris Adami Corradetti, de Padua para un programa dentro de las apetencias del aficionado y del abonado como habíamos disfrutado en otras citas como la ofrecida por Pacho Flores y que dejaría como rédito un registro en cd Cantos y revueltas (Deutsche Grammophon), en un muestrario que añadiría del propio solista una pieza salida de su inspiración, exhibiendo sus proverbiales recursos en la cuerda de ese instrumento.

Alberto Ginastera, tan cercano a nuestros dominios por el ballet Estancia Op. 8, se escuchó  en su versión completa, como obra en un acto y cinco cuadros con clara inspiración en escenas de ambiente rural argentino en medio de la rica Pampa imaginaria y con un talante descriptivo a partir de la poética del Martín Fierro e interpretado con entrega emocional por Darío Solari, mientras que la orquesta recreaba la serie de aires de singular personalidad desde La danza del trigo, a Los puebleros, el Triste pampeano, El amanecer, camino de la Danza Final, un malambo de conclusión, engarzados en los cinco cuadros que se ofrecen en la obra. Para Brönnimann y por el entusiasmo observado, sería un recuerdo de su lustro en convivencia como titular de la Sinfónica Nacional de Colombia, en Bogotá, en donde pudo llegar hasta lo más profundo en el conocimiento de estas herencias latinas. A efectos, nuestra orquesta presentó un refuerzo necesario en metales y percusiones.

Ginastera había obtenido a esas alturas la beca Guggenheim, un período en el que también dejaría otro ballet como Panambi ya en el año 1934; las Danzas argentinas; Los cantos de Tucumán, preparando la etapa gloriosa de Las tres piezas de Malambo y este ballet Estancia (1941), para el Ballet Caravan, obra que se complementará con la Sinfonía Porteña o la Sinfonía elegíaca. Un manifiesto evidente de la voluntad creativa del autor que alcanzará la cumbre en su ópera Bomarzo (M. Mujica Láinez) o la Cantata para América mágica y Don Rodrigo. Aquel Ginastera de la visita a los Estados Unidos, le había permitido relacionarse con músicos como Aaron Copland, Roger Sessions, S. Barber, E. Varèse, E. Bloch, Krenek, Bartók o Stravinski, mientras ampliaría conocimientos en la Juilliard School; la Columbia University; el Berkshire Music Center o la Eastam School of Music.

Arturo Márquez, quien concluiría sesión con el electrizante Danzón nº 2 para enervar el entusiasmo de los aficionados, volvía  con obra después de haberle tenido en una sesión de éxito  junto a Manuel Hernández-Silva (director), en el Concierto de otoño para trompeta y orquesta- Son de luz; Balada de los floripondios y Conga de las flores, destacando como solista Pacho Flores, compartiendo cartel con Efraín Oscher.

Márquez siempre quiso destacar la importancia de los conciertos para instrumentos de metal con firma de compositores mejicanos y aquel concierto en concreto, resultaba un síntesis de toda una herencia de la que se sentía legatario y que acogerá a otros colegas como Roberto Sierra, Paquito D´Rivera, Efrain Oscher o Christian Lindberg integrándose con suerte en el legendario Sistema de Venezuela de Abreu. En su agenda y como referencia, bastará mentar obras como el Concierto Son- flauta y orquesta; Viraje- arpa y cuerdas-; Espejos en la  arena-chelo y orquesta-; Danzas mestizas- clarinete bajo y cuerdas- o los Danzones nocturnos recreados para distintos instrumentos. Márquez siempre tuvo en mente a intérpretes concretos a la hora de encarar sus composiciones. El Danzón nº 2, fue complemento perfecto para añadir ese elemento de colorido en tan estimulante velada.

José Pablo Moncayo con Huapango (en versión camerística), fue pieza de entrada que  guardaba  claras afinidades por  su trayectoria artística, ya que había sido miembro del Grupo de los Cuatro y que como  alumno de Carlos Chávez,  conoció en Estados Unidos las docencias del  Festival de Berkshire auspiciado promovido por A. Copland y S. Koussevitky para el que realizaría Llano Grande o Huapango.

El grupo en concordia Nuestra Música, reuniría a músicos como Bal y Gay, Blas Galindo, Adolfo Salazar, los Halffter- la España en el exilio-, que organizaría los Conciertos Lunes Musicales. Obras de prestigio, sería el Homenaje a Cervantes o el ballet Zapata. El   apartado de su obra vocal, no muy extenso, dejará obra de aceptación popular, con profundo arraigo en la tradición con un trato especial para canto y piano o coro: Las olas que van; La canción del mar, siempre con la idea de no circunscribirse a unas dependencias necesariamente localistas. En el ámbito del  ballet y en colaboración con Elena Noriega, compuso Tierra además de probar en el cine con Raíces, de Benito Alazraki.  La mulata de Córdoba, ópera sobre libreto de Agustín Lazo y Xavier Villaurrutia, resultó uno de sus trabajos más ambiciosos con argumentos que nos trasladaban al período virreinal mejicano. Villaurrutia será partícipe de un guión para el cine para un filme con el mismo título. Nada más propicio para entrar en ambiente,

Vicente Ascone (1897/1979), en cambio de orden en programa, se recibiría tras la suite de Ginastera con cinco canciones en estilo popular, autor se supo prestar atención al mundo infantil con trabajos como los 20 poemas de América, dedicadas a escolares sobre poemas de Humberto Zarrilli y Roberto Abadie Soriano. Siempre acompañándose de arreglos muy sencillos. Un temperamento afectivo y comprensivo por la claridad y pureza de estilo, teniendo en mente la realidad de las escuelas uruguayas, especialmente las rurales. El conjunto de su obra quedará encuadrada en una estética nacionalista con empleo de melodías vigorosas y ritmos pujantes, mantenidos por armonías que muestran los avances logrados en esa época, quizás para mayor reconocimiento en el uso del dominio instrumental que tendrá mejor refrendo en las obras  sinfónicas y camerísticas.

Darío Solari nos brindó con mimo y cuidado los sentires de idoneidad en el conjunto de las piezas: la tonada que era Aquí me pongo a cantarte; la huella en De mi boca a tu lado; la Vidalita del querer, una forma de estilo; la chacarera Como las frutas de monte y el gato Caballito criollo. Una breve concesión para Adolfo Mejía por Acuarela, también recreación popular cercana al pasilllo, danza genuinamente colombiana con reminiscencias de pieza da salón europeizante y que podría recordarnos a este creador en etapas neoyorquinas y parisinas, en las que se curtiría en orquestas de jazz tras su vuelta a Colombia.

Ramón García Balado

 

Darío Solari, barítono y narrador.

Baldur Brönnimann / Real Filharmonía de Galicia

Obras de J.Pablo Moncayo, Vicente Ascone, A. Ginastera, Adolfo Mejía y Arturo Márquez

Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela

Centro Cultural Afundación, Pontevedra

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