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Crítica / Las bodas de Minkowski en Santander: bien, a ratos muy bien - por Darío Fernández

Santander - 09/08/2022

Después de sus dos visitas inolvidables en 2019 y 2020, Les Musiciens du Louvre y Marc Minkowski regresaron a la capital cántabra para ofrecer Las bodas de Figaro mozartianas en una versión concierto dramatizado con que el Festival Internacional de Santander ha querido rendir un cariñoso homenaje a la simpar Teresa Berganza. Creo que la mezzosoprano madrileña hubiera disfrutado con lo que pudimos escuchar y ver en la Sala Argenta del Palacio de Festivales, aunque el resultado final, saludado con largos aplausos y varios bravos, no alcanzase, a mi entender, el nivel excelso de aquellas veladas.

Vaya por delante que Les Musiciens du Louvre ha sido y sigue siendo una de las mejores agrupaciones de instrumentos originales del mundo, que Minkowski siempre resulta interesante en sus planteamientos y que, por paradójico que pueda parecer, la versión en concierto dramatizado de un vodevil como Las bodas de Fígaro no sólo no reduce el interés del espectador por lo que ocurre en el escenario sino que puede llegar a aumentarlo si se cuenta, como en este caso, con cantantes que, pese a no lucir voces especialmente grandes ni bellas, saben actuar y recrear un personaje.

No obstante, reconociendo la calidad del espectáculo global, no sentimos al abandonar la sala que el mandato estético de Charles Baudelaire que parece guiar los empeños de Minkowski y su gente –“Hay que ser sublime sin interrupción”- se hubiera cumplido. No resulta fácil ni frecuente lograr semejante aspiración, pero es algo, ¡ay!, a lo que ellos y el propio Festival nos han acostumbrado, hasta el punto de que un trabajo como el de anoche, que podríamos juzgar sobresaliente en otros, nos deja un punto insatisfechos y lo damos simplemente por bueno, pero sin entusiasmo.

Que había en todos los intérpretes un evidente deseo de agradar, lo descubrimos pronto, con el despliegue actoral de Robert Gleadow (Figaro) -cuya vis cómica supera ampliamente su registro agudo- o la simpática morcilla que Norman Patzke introdujo al cantar ‘Tutta Santander conosce Bartolo’; además, hubo varios momentos logrados en lo escénico y en lo vocal, a menudo con la sobresaliente Susanna de Arianna Venditelli y el buen Cherubino de Chiara Skerath como protagonistas o cómplices; sin embargo, los frenéticos tempi elegidos por Minkowski en los concertantes y el volumen en general pequeño de las voces hicieron que otros fueran desaprovechados o pasaran desapercibidos, que viene a ser lo mismo.

Queden apuntados, además del magnífico trabajo de la Venditelli y el delicado acompañamiento de Minkowski en las arias de Susanna y Cherubino, la apostura y buena línea de canto de Iulia Maria Dan, que compuso una hierática Condesa, el relieve que Miriam Albano supo dar a Marcellina, la eficaz gestualidad del Conde encarnado por Thomas Dolié y el inteligente uso que Romain Gilbert, responsable de la puesta en escena, hizo del foso en los actos III y IV.

Darío Fernández Ruiz

 

Les Musiciens du Louvre y Marc Minkowski

71º Festival Internacional de Santander

 

Foto © Pedro Puente

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