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Crítica / La canción de la tierra, hito interpretativo de ADDA•Simfònica - por José Antonio Cantón

Alicante - 04/04/2022

Había una gran expectación ante la programación de una de las obras más relevantes del repertorio sinfónico de Gustav Mahler, como es Das Lied von der Erde (La Canción de la tierra) a cargo de la formidable orquesta alicantina ADDA-Simfònica bajo la dirección de su titular y fundador, el maestro Josep Vicent, con la participación de la mezzo-soprano Cristina Faus y el tenor mejicano Ramón Vargas, cuya presencia incrementaba el interés suscitado.

La tensión se percibía en el ambiente en ese silencio previo al sonido de las trompas que abre esta ‘Lied-Symphonie’. Superado ese trance previo, el maestro impulsó al instrumento orquestal a una explosión de vitalidad báquica que inundaba de sonido el recinto de la gran sala sinfónica del ADDA. En un ejercicio exquisito de contenida intensidad, el director fue incrementando la capacidad expresiva de la orquesta conforme iban apareciendo las repeticiones del motivo en su misión de ir incrementando la fuerza del texto. Ramón Vargas, asumiendo hasta las últimas consecuencias su declamatorio arte canoro, se manifestó seguro tanto en emisión vocal como en sentido poético, dejando una primera impresión realmente trascendente.

Después de tan espectacular inicio, surgió del movimiento de la batuta esa orientación emocional sustentada por los sentimientos que surgen de un cansancio existencial que anticipó el solista de oboe, Daniel Rodríguez, con esa particular fantasía que pide el autor antes de que entrara Cristina Faus que, con su voz aterciopelada remarcaba el sentimiento de soledad que inspira la estación otoñal y que tanto se identifica con la psicología de Gustav Mahler.

El director se recreó en este recogimiento motivando a la orquesta a lograr un alto grado camerístico de respuesta, destacando el diálogo entre el instrumento de doble embocadura que marca la afinación de la orquesta y la mezzo-soprano. La puntual intervención del violinista polaco Krzysztof Wisniewski que actuaba como concertino invitado acentuó la transparencia de este tiempo.

La parte central de la obra, integrada por el tercer, cuarto y quinto movimientos, propició el disfrutar de la calidad de ADDA-Simfònica, permitiendo que la escala pentatónica fluyera con distinción en la percepción del oyente. Esta sensación fue realzada en el tercero por el tenor en el mantenimiento de los registros altos de su tesitura antes de manifestarse ese punto de su delicada conclusión, que sólo puede entenderse desde un soberbio montaje en los ensayos.

La diversidad vital que propone el compositor en el cuarto quedó perfectamente contrastada a lo largo de la dulzura imperante que pide la casi totalidad de su discurso, que fue desarrollado con un añorante sentido descriptivo y que tuvo su culminación en el agitado aire de marcha de su pasaje central, que llevó a que se percibiera la orquesta como una formidable máquina de hacer música. Cristina Faus llegaba en este tiempo a su plenitud vocal destacando siempre en agilidad y colocación. La exaltación con la que fue expresado el quinto tuvo su contraste en el concertino que manifestó un alto grado de delicadeza dando lugar en tal sentido a la sección de viento-madera, especialmente el pícolo, que funcionó con esclarecida transparencia.

Josep Vicent afrontaba el movimiento culminante y sexto de la obra con un grado de concentración que quedó reflejado en la profundidad con la que el gong se manifestó a su inicio, acompañado por la cuerda grave, el contrafagot, el arpa y las trompas, generando una fascinante homogeneidad tímbrica que solo se produce en las grandes orquestas muy familiarizadas con este compositor y con esta obra en particular, lo que da una idea del alto grado de virtuosismo al que ha llegado ADDA-Simfònica.

De nuevo el solista de oboe pudo lucirse en su introducción, preparando la intervención de la cantante, que se sumergía en el mensaje poético alternando un sentimiento de dolor inmenso con la contemplación de la naturaleza como efecto reparador ante la inminencia de la muerte y la despedida deseable con la que ésta debe precederse. El maestro se sentía transpuesto ante la intensidad del mensaje mahleriano a la vez que enormemente satisfecho por la respuesta de la orquesta plenamente identificada con sus indicaciones, que iban más allá de lo musical para instalarse en una dimensión sensorial que trascendía la realidad sonora. Era más que consciente de la importancia estética de este movimiento, para conducir levitando sobre su luminoso discurso que iba decayendo hasta llegar a hacerse eterno en la fascinante despedida del amigo que propone personalmente el compositor, que se aparta finalmente de los versos chinos traducidos al alemán recogidos en la colección poética recopilada por Hans Bethge, cuyos mensajes utiliza Mahler para componer esta tan personal obra.

Con enorme sentido dramático, la cantante llegaba a la repetición por siete veces de la palabra Ewig (Eternamente) generándose un elocuente silencio final que sobrecogía al auditorio y ponía punto y final a uno de los hitos interpretativos de la orquesta desde su fundación, con el correspondiente goce e inmensa satisfacción para su titular, el maestro Josep Vicent, que se manifestaba profundamente emocionado.

José Antonio Cantón

 

ADDA-Simfònica

Solistas: Cristina Faus (mezzo-soprano) y Ramón Vargas (tenor)

Director: Josep Vicent

Compositor: Gustav Mahler

Sala sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) / 31-III-2022

 

Foto © ADDA

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