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Crítica / Juventud y madurez - por Juan Gómez Espinosa

Madrid - 03/10/2022

La juventud es esa fuerza que debemos escuchar. La condescendencia y el cansancio de la vejez sobran. La juventud no se limita a una edad; de hecho, existen jóvenes avejentados y viejos con pavo. La madurez consiste en aprovechar los restos de esa fuerza y unirlos a la experiencia. Este domingo, para Ibermúsica, Chailly y sus filarmónicos della Scala mostraron ambos estados.

En la Primera de Beethoven, la juventud se abrió paso: fuerza, frescura, juego con los matices y unas velocidades que empujaron los cimientos del Auditorio; un paso en falso, y habría llegado la catástrofe, pero los italianos se mantuvieron firmes (esa firmeza que los viejos llaman arrogancia).

En Mahler se alcanzó la madurez. Allí estaba de nuevo el empuje, pero con una dosificación de fuerzas llena de inteligencia (en una obra tan bestial como Titán, o te sabes dosificar o mueres en el intento... y el público contigo). Se le podría pedir a Chaylli que apostase más por el misterio y el humor en Mahler, pero al maestro, que optó por la elegancia (pero no por la cursilería), uno lo escucha sacando el sonido espléndido que le saca a la orquesta y no le puede echar en cara nada. Lo mejor de la velada tuvo mucho que ver con esta mezcla de fuerza y sabiduría: los músicos le devolvieron ánimo a tótems de la música clásica.

Según una alumna mía, la clásica es una música llena de gente muerta. No lo quito razón en parte, porque demasiadas veces el gremio olvida que los muertos también fueron jóvenes. Incluso aquellos que permanecen en el imaginario colectivo como iconos enfadados (Beethoven) o melancólicos (Mahler) se movieron entre la ilusión y el experimento con las hormonas bien cargadas.

El programa ofrecido por Ibermúsica el domingo nos trajo dos muestras de la juventud (sobre todo profesional) de estos iconos. Ambas obras coinciden en ser primeras sinfonías, compuestas cuando sus autores terminaban la veintena y que suponían sus bautizos en sociedad como creadores. Beethoven obtuvo en el estreno un éxito mayor que Mahler (las cosas como son: Gustav fue un gafe toda su vida). Si en institutos y conservatorios hubiese más tiempo para la Historia, sería interesante analizar catálogos cronológicamente. Comprobaríamos cuánto hay de evolución (o de degeneración) en cualquier autor.

Las primeras sinfonías de Beethoven y Mahler ofrecen un problema: son de Beethoven y Mahler. Sus inicios en este género serían cúspides para otros desgraciados (es decir, para los mortales). Y el caso es que, si analizamos las sinfonías posteriores, sí que hallamos evoluciones. Pero Ludwig y Gustav parten de un listón que da vértigo. En este Beethoven tal vez no encontremos la amplitud de desarrollo de otras obras, pero ahí están esa obertura que llena de colorido el Do Mayor, la integración de pulso, armonía, melodía e instrumentación, o detalles curiosos (y egocéntricos) como un menuet que no lo es.

Lo de Mahler y su “Titán” merece un matiz: es una obra de juventud... con trampa; la sinfonía fue sometida a numerosas modificaciones a lo largo de la (triste) vida del autor, comenzando por el hecho de que, en principio, ni se trataba de una sinfonía. No obstante, dejando a un lado estos detalles, desde el comienzo Gustav sacudió al público con estructuras sorprendentes, cientos de efectos sonoros e instrumentales, juegos de polifonías que requieren de un microscopio para las orejas (si eso existe), idas y venidas entre lo humano y lo divino, lo melancólico, lo siniestro y lo luminoso. Chailly y sus filarmónicos bucearon en las partituras y se lo pasaron bien.

Al final del concierto se pudo ver en sus caras la satisfacción de la acción realizada como se había deseado. Esa satisfacción que se paladea desde la juventud y la madurez.

Una última nota: se agradece que la fotografía Chailly no engañe, que no se muestre en el programa como un adolescente para luego aparecer decrépito sobre las tablas (cosa que ocurre en muchas ocasiones). El maestro se muestra como es ahora mismo. Otra muestra de su madurez.

Juan Gómez Espinosa

 

Filarmonica della Scala / Riccardo Chailly (dirección)

Obras de L. van Beethoven (Sinfonía nº1en Do Mayor, op. 21) y Gustav Mahler (Sinfonía nº1 en Re Mayor, “Titán”)

2 de octubre de 2022, Auditorio Nacional de Música (Sala Sinfónica)

Ibermúsica. Ciclo: Serie Arriaga

 

foto © José Luis Pindado

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