Concierto de Iñaki Alberdi como solista de baián en la obra de Sofiya Gubaidulina Fachwerk, incluyendo en programa la Primera Sinfonía en Fa m. Op. 10, de Dmtri Shostakovich. Concierto dirigido por Sebastian Zinka, maestro de confianza que venía a tomar de plaza de Baldur Brönnimann, en baja obligada hasta fin de temporada por problemas de salud.
Iñaki Alberdi es promotor del proyecto de Academia Visual Digital y un indagador en investigaciones actualizadoras de ancestrales tradiciones que permiten adentrarse en las posibilidades sonoras del acordeón que le permitieron incorporar repertorios que abarcan desde las vanguardias a los clásicos barrocos, desde T. L. de Victoria, a J.S. Bach, Antonio Soler y el nacionalismo español de Isaac Albéniz o latinoamericanos como Alberto Ginastera. También en su espacio nos encontramos con el Instituto Vasco Etxepare y el Centro Musikene, contando con un catálogo en el descubrimos piezas como Kadenza (Sofiya Gubaidina); obras de A. Piazzolla, Aquarius (Karl Heinz Stockhausen) o tratamientos a partir de compositores como Josquin Desprez: Mille regrets o Inviolata. En palabras previas nos puso al día de la figura de Sofiya Gubaidulina, a la que perdimos hace un suspiro, su personal relación con ella y el complejo mundo en el que se vería obligada a bregar, con la amargura de un obligado exilio en sus años de madurez.
Sofiya Gubaidulina, fue compositora de la que ya tuvimos noticia en el otoño de 2022, cuando nuestra orquesta puso en atriles su Fairytale Poem, junto al Concierto para piano nº 3, Op. 30, en Re m., con Denis Kozhunhin, y la Sinfonía nº 9, en Mi b M. Op. 70, de Dmitri Shostakovich, obra que la emparejaba artísticamente con A. Schnittke y Denisov, en un momento especialmente crítico de una carrera conflictiva, y que tenía igualmente como obra representativa el Concierto para violín Offertorium, en el que bastante tendría que ver Gidon Kremer. Obras suyas observan un talante ciertamente místico por su inspiración en poetas como T.S. Elliot, Marina Tsvetayeva o Gennady Aigi. Fairtale Poem (1971), se inspiraba en un relato fantástico del escritor checo Mazourek.
Galardonada con el BBVA Fronteras del Conocimiento, será para Pierre Rigaudière una artista marcada por un aura casi mística e icónica y que para la propia compositora, su obra cabe en el espacio limítrofe entre las culturas Orientales y Occidentales, a partir de sus raíces tártaras por su educación en Kazán. Los aspectos tonales, manejan un sentido del ritmo ajustado a las demandas de la polifonía (con mayor presencia en las obras tardías), con apreciable criterio en las exploraciones tímbricas o en los aspectos del serialismo que alcanzan argumentos en las composiciones dentro de las posibilidades de la electrónica.
Fachwerk, composición ineludible para entender su posicionamiento, se apoya en el protagonismo expresivo del baián, instrumento del que Iñaki Alberdi nos dejó la importancia de su prestancia. Instrumento de la familia de los acordeones y que fueron introducidos en Europa en 1829 por el vienés C. Demian. La Europa Central, que incluía países asiáticos guardaría noticia en particular del baián ruso, de notable divulgación para acompañar todo tipo de eventos cotidianos y que en su evolución tendrá importantes innovaciones, siendo un instrumento cromático con cincuenta y dos teclas distribuidas en tres filas para el teclado del discanto mientras que el teclado de acompañamiento posee cien botones repartidos en cinco filas (triadas mayores y menores, así como acordes de dominante para cada tonalidad de la escala cromática), su extensión es aproximadamente de cuatro octavas. Modelo de instrumento, que se empareja con el Karmony- de los Georgianos- o el Komouz, del Daguestán, especie de acordeón oriental. Para el bis, un par de piezas que remitía a sus años mozos, cuando animado por su abuelo, también músico, que recurrían a sus dominios de intérprete de trikitixa, en una transcripción para el instrumento utilizado en esta sesión. Fachwerk, surge como dedicatoria a Geir Drausvoll, titular de la Cátedra del instrumento en la Academia de Copenhague y estrenada con la colaboración del percusionista Anders Loguin y la Amsterdam Sinfonietta, dirigida por Reinbert de Leeuw, en Gante.
Dmtri Shostakovich- Sinfonía nº 1, en Fa m. Op. 10-, excepcionalidad en ciernes que sorprende por sus ideas y el dominio de la técnica, resolviendo la importancia que se venía anunciando por esa soltura de un maestro experimentado en los dominios del sinfonismo aunque todavía acuse claras influencias de su entorno musical. Los movimientos extremos dependen en cierto grado de los grandes rusos que le preceden y en el tiempo centra, A.Scriabin será un músico al que no niegue su acercamiento. Una poderosa individualidad que también conserva en el melodismo y en la armonía tonal o detalles de modalismo distorsionado de amplia variedad de expresión, en los que no falta un agudo sentido del humor, que llevará a gran nivel al resto de sus obras en su conjunto. El Allegro, espontáneo e impulsivo, se anunciaba en los tres temas contrastantes con un tercero que asimiló un aire de vals de acentuada oposición claramente marcado por un ritmo de marcha.
El segundo Allegro, se resolvió como un Scherzo que ampliaba el talante del anterior El Lento, destacó la personalidad del autor, construido según su ironía remarcada y un lirismo que auspiciaba las propias tendencias de la obra por la construcción que desarrolló por su vena melódica reseñada. El Finale, desde los acordes suaves del tiempo anterior, comenzó con una decidida actitud de respuesta con un tema caprichoso y virtuosístico del clarinete que podría remitir al Primer movimiento. El carácter de mosaico, desembocaría con fortuna y relajadamente en la respuesta sinfónica en culminación dramática. Inesperados soli, y un fortissimi dinámico, la opulencia de los timbres que exponían de forma alternativa la serie de recursos, nos ubicó en medio de una profundidad y expresión que se acentuó por su agresividad. El aliento imprescindible camino de esa actitud de plena vigencia, cerraba con una Coda rápida y sin precedentes y de un entusiasmo prometedor para esta obra concluida en la primavera de 1923, y que daría a conocer entre sus compañeros de Leningrado, quienes, entre opiniones enfrentadas, la acogieron con ostensible benevolencia, a pesar del esfuerzo realizado mientras la completaba, en medio de críticas circunstancias personales.
Ramón García Balado
Iñaki Alberdi. Real Filharmonía de Galicia / Sebastian Zinka
Obras de Sofiya Gubaidulina y D. Shostakovich
Auditorio de Galicia