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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - Griego egregio (Leonidas Kavakos)

Madrid - 05/02/2020

El año Beethoven es en Ibermúsica una fiesta tras otra, desde Kavakos a Kissin (día 10 de febrero, allí estaremos), pasando por numerosas orquestas; todos y todas homenajean al sordo, por si alguien no se había enterado. Esta vez un programa de veras complejo y digno del mejor artista, las tres últimas Sonatas para violín y piano (o piano y violín, como rezaba el original) de Beethoven, es decir, las Sonatas ns. 8 Op. 30/3, 9 Op. 47 “Kreutzer” y 10 Op. 96. Dos Sol mayor rodeando a una Sonata en La mayor, curioso (son tonalidades bastante cercanas entre sí, con una y tres alteraciones -sostenidos- en la armadura).

No era fácil afrontar tal programa, y se notó en la primera frase del Allegro de la Op. 30/3, que repetido en el da capo ya tomaba velocidad de crucero hasta el mismo final. Una joya de una precisión expresiva justa y elegante, que demanda mismo artista en la parte del piano. Enrico Pace conoce cada gesto de su compañero y ambos se adaptan como un guante a su mano, pero habría que ver a Pace enfrentándose en solitario a las Sonatas para piano, para en verdad tomarlo como un beethoveniano de altura.

La Kreutzer, sabida como se sabe, comenzó sin el primer acorde del piano (un invitado sorpresa, que una vez accede, acapara la atención -armónica y expresiva) que viene a crear una atmósfera de gran solemnidad que impregna esta introducción en Adagio sostenuto, pero es un detalle “menor” para la enorme interpretación que se desarrolló ante un auditorio repleto, que al comienzo de la primera Sonata hubo de adaptarse al sonido mozartiano del intérprete para ir adecuando su sonoridad a estas partituras de gran belleza, las que más de todo el repertorio (Franck y Brahms incluidos). Las variaciones del segundo movimiento, tocadas con una gracia mozartiana, crecían una tras otra, otorgando a este movimiento la misma o tanta intensidad y grandeza que el colosal primero.

Curioso es que la Sonata n. 10 se aleja de sus precedentes en bastantes años, ya que prácticamente todas las anteriores fueron compuestas en un mismo ramillete de años. Beethoven crea un comienzo de inusual belleza, apoyándose en el recurso expresivo de un trino cual canto del más bello pájaro, tocado por ambos músicos (a distancia de octava) de manera milagrosa, emocionante, de inefable hermosura.

Muchísimos aplausos, mucha emoción y este egregio griego, que en el número de marzo nos contará a los lectores de RITMO sus confesiones en una entrevista en exclusiva, ofreció más Beethoven (una rareza en forma de variaciones) y un fragmento de una Sonata de Schumann.

Gonzalo Pérez Chamorro

Leonidas Kavakos, violín. Enrico Pace, piano.
Obras de Beethoven.
Ibermúsica. Temporada 2019/20. Auditorio Nacional de Música.

Foto © Francesco Tassara

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