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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Expectativas encontradas - por Juan Manuel Ruiz

Madrid - 06/05/2024

La Bayerische Kammerphilharmonie, con Gabriel Adorján como concertino director, fueron los protagonistas del pasado concierto en Teatros del Canal. En programa, obras de Edvard Grieg, Mieczyslav Weinberg y Dmitri Shostakovich.

Fundada en 1990 en Augsburgo, la formación interpretó todo el repertorio en pie, excepto los dos violonchelos y el contrabajo por razones obvias a sus condiciones de ejecución. El maestro Adorján hizo las veces de director, si bien se ha de señalar la gran cohesión que esta agrupación presenta, indistintamente de la citada particularidad de ser liderada por su propio concertino.

La velada comenzó con la Suite Holberg, de E. Grieg, obra dedicada al escritor Ludvig Holberg, y que bebe de las fuentes del barroco en una muy personal y elegante reinterpretación por parte del compositor noruego, que vislumbra los postulados que darán paso al neoclasicismo del siglo XX. A pesar del gran empaste de la Kammerphilharmonie en los tres primeros movimientos de la citada Suite: Praeludium, Sarabande y Gavotte, la formación de cuerdas no encontró del todo su punto adecuado en untuosidad sonora, calidez y gracilidad de articulación en las citadas partes. No fue hasta el Air donde comenzaron a sentirse realmente involucrados en la interpretación, logrando, en este nostálgico movimiento -que Grieg señala como Andante religioso en la partitura-, una intensa e intimista expresividad en el diálogo constante entre las voces extremas de las cuerdas. La versión concluyó con un brillante Rigaudon donde los spiccato y pizzicato contrastaron con el Poco meno mosso de la sección central del movimiento, más cantabile y líricamente expuesta por la agrupación.

Ya totalmente asentados, continuó el concierto con el Concertino para violín en sol menor, op. 42, de M. Weinberg, compositor judío-polaco que desarrolló su carreara musical en la extinta Unión Soviética bajo el auspicio del propio Shostakovich, con quien forjó una duradera y estrecha amistad. La obra, que exhibe una nítida estética clasicista, fue bien planteada en su conjunto por solista y agrupación, tanto por la claridad expositiva formal como en la vertiente lírica que emana de esta partitura. El Allegretto cantabile discurrió fluido, aunque Adorján resultó un poco duro en el fraseo al inicio del movimiento, faltando también más contraste entre sus secciones. A partir de la Cadenza, brillantemente resuelta por el solista en los ataques en dobles cuerdas y arpegios en pizzicato, todo encontró su punto óptimo en poética y ejecución. Adorján mostró sus mejores virtudes en las matizadas “elongaciones” de la dilatada melodía en el lento–adagio, consumando su magisterio en los virtuosos pasajes rítmicos, muy preciso también en los registros agudos del Allegro moderato poco rubato final.

Finalmente, Adorján y agrupación interpretaron lo que sería el plato fuerte del concierto: la Sinfonía de cámara en do menor, op. 110ª, de D. Shostakovich en el arreglo que Rudolf Barshái realizó, con permiso del compositor, de su Cuarteto de cuerda Núm. 8. Al igual que en las anteriores obras, el primer movimiento, Largo, aunque correctamente ejecutado, adoleció del carácter sombrío que le es propio, de mayor densidad sonora, apertura y cierre de dinámicas y expresión elegíaca en el solo de violín. La acometida de la obra resultó brillante en ejecución, asertiva en los ataques y dramática en las variadas exposiciones del obsesivo motivo temático de cuatro notas que representa la firma sonora de Shostakovich, en el segundo movimiento. Con adecuada presión de arco en todas las cuerdas y efectivos cambios súbitos o graduales en los matices, cabe remarcar los solos de violonchelo y de viola –en el Allegretto o el Largo final–, este último intérprete, sin duda, uno de los integrantes más sólidos de la Kammerphilharmonie. La versión ganó en solidez y carácter a partir del Allegro molto, cerrando el círculo con un dramático y mórbido último movimiento, desvaneciéndose el discurso en el más absoluto y sobrecogedor silencio.

Muy aplaudidos por esta excelente versión, los protagonistas del concierto regalaron dos bises: el Aria, de la Suite para orquesta Núm. 3, de J. S. Bach, en una exquisita interpretación, y de nuevo, el Praeludium de la Suite Holberg, de E. Grieg, esta última en su punto perfecto en esta segunda lectura.   

Juan Manuel Ruiz

 

Bayerische Kammerphilharmonie / Gabriel Adorján.

Obras de E. Grieg, M. Weinberg y D. Shostakovich.

Teatro del Canal (Sala Roja), Madrid.

 

Foto: La Bayerische Kammerphilharmonie / © Neda Navaee

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