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Crítica - Exégesis musical de L´Âge d´or: Le Scorpion de Martin Matalon

Madrid - 03/03/2020

Resulta sugerente la denominación de “exégesis musical” que el compositor argentino Martin Matalón aplica a la partitura destinada a la película de Luis Buñuel. La renuencia a calificarla con el habitual término de banda sonora hace explícito su valor autónomo, no subordinado por completo a la dimensión fílmica, a la vez que el término señala simultáneamente el grado de derivación de una música que surge a partir, o desde, la potencia de unas imágenes cinematográficas que, a casi 100 años de su realización, mantienen una insurgente radicalidad.

L´Âge d´or se revuelve contra todo intento de apropiación o de consumo exclusivamente cultural. La religión, el ideal de la patria, los valores burgueses o la propia noción de moralidad son colapsados y desmantelados en una propuesta que en 1930, tras apenas una semana de proyección en París, fue prohibida debido a las presiones de una extrema derecha cuyos comandos llegaron a destruir la sala en la que se exhibía. Parece necesario, pues, que el espectador se enfrente a L´Âge d´or no como una pieza de museo, sino con una mirada que asuma e integre en las condiciones y coordenadas de su propio presente histórico la subversiva contestación que la película proclama con escandalosa virulencia.

Formado en la Juilliard School y habiendo desarrollado la mayor parte de su trayectoria creativa en París, muy vinculada al IRCAM, Matalon requiere en su partitura un formidable ensemble de instrumentos de percusión y un piano, a los que se añade una dimensión electroacústica en tiempo real. Esa multiplicidad, así como la necesaria sincronización con la película, exigen una labor de dirección que fue asumida por Juanjo Guillem al frente de Neopercusión, conformado en esta ocasión por seis intérpretes, en una soberbia lectura que no hizo sino corroborar el extraordinario nivel de un conjunto situado en la cúspide de su especialidad.

Más que una acusada motricidad rítmica, la música de Matalon opta por indagar en las numerosas posibilidades tímbricas que la diversidad de la enorme plantilla de percusión permite. Sobre la textura dominante de los idiófonos se integra la sonoridad de numerosos e infrecuentes instrumentos de culturas no occidentales (el udu, el zarb o el mikugio) así como el especial protagonismo de un piano que recupera su origen más percutivo, en un juego de móviles texturas que la continuada y soberbia espacialización del tratamiento electroacústico  hace aún más fluctuante.

El propio título de la partitura, Le Scorpion, remite a la secuencia inicial del filme, donde a modo de documental científico, se muestra el comportamiento de los escorpiones. Hay algo de esa alteridad y violencia de los artrópodos, utilizada por Buñuel para convocar las pulsiones instintivas del amor fou, que transita a lo largo de la extraña movilidad sonora de la música de Matalon. El subyugador efecto de la palpitante corriente sonora desplazándose, en este caso, en el desnudo espacio industrial del Matadero, y la directa acción corporal de los intérpretes en torno a los instrumentos de percusión, logran establecer un eficaz contrapunto que se mide con la potencia de las imágenes cinematográficas, algo especialmente arduo en una obra tan extrema como L´Âge d´or. Es en esa capacidad de equipararse con la película de Buñuel, una de las máximas plasmaciones del ideario surrealista, desde donde debe evaluarse la propuesta de Matalon.

Desaparecen así los reparos que pudiera despertar la sustitución de la banda de sonido originaria, concebida por Buñuel a partir de partituras de Wagner, Schubert o Mendelssohn, en lo que suponía una directa confrontación con la áspera crudeza de las imágenes y que estaba impulsada por una deliberada voluntad de cercenar todo el componente aurático y burgués vinculado al repertorio sinfónico. Matalon opta por conservar las voces en off y los efectos sonoros, respeta la estructura de montaje, donde los episodios se yuxtaponen en una dislocada narrativa, a la vez que recupera en su escritura el eco de esos tambores de Calanda que Buñuel había empleado en la parte final de la película. Es innegable que en esa sustitución queda diluido el iconoclasta, en ocasiones humorístico, contraste que entrañaba la innovadora concepción sonora del cineasta aragonés, cuya importancia ha sido destacada por estudiosos como Breixo Viejo y que el propio Buñuel subrayó al manifestar que “habla más a la imaginación lo auditivo que lo visual”. Pero asimismo la decisiva entidad sonora de la partitura de Matalon, esa “exégesis musical” puramente percusiva, introduce una nueva e inquietante inflexión en las imágenes, de modo que éstas se reactivan en su fricción con lo sonoro.

David Cortés Santamarta 

L´Âge d´or, de Martin Matalon
Centro Nacional de Difusión Musical. CNDM
Neopercusión. Dir.: Juanjo Guillem
Matadero. Madrid

Foto © CNDM / Ben Vine

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