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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Equilibrio a varias bandas (ORCAM) - por Luis Mazorra

Madrid - 15/05/2021

La Cantata para la armonía de las culturas cristiana, judía y musulmana, de Juan Durán: Crisol (yo la hubiera titulado: "Toledo"... aunque sólo sea por pequeño “chauvinismo” patrio), abrió el concierto de la Orquesta y el Coro de la Comunidad de Madrid, las Jóvenes Cantoras y los Pequeños Cantores de la Joven Orquesta (JORCAM), con cuarteto de solistas vocales en la segunda de las piezas en programa, dirigidos todos por Víctor Pablo Pérez.

Sonoridades abiertas, consonancias para una fusión armónica que, más que al Stabat Mater de Rossini que se seguía, recordaban, por su diafanidad, las del "segundo o tercero" Stabat Mater de la historia (tras Pergolesi o el citado Rossini): el Stabat de Antonín Dvořák. Esto, antes de acometer una incisiva rítmica e instrumentación arabizante, con sentido hímnico envolvente de épicas reminiscencias fílmicas.

El Stabat Mater de Gioachino Rossini trajo a la palestra, un cuarteto de resueltos solistas (sin mascarilla y en proscenio) formado por Sabina Puértolas, María José Montiel, Airam Hernández y José Antonio López.

Las necesarias distancias interpersonales y mascarillas en el coro derivadas de las actuales condiciones sanitarias, producen situaciones acústicas también interesantes para las que estos Auditorios no fueron, en principio, pensados, pero para las que, lógicamente, responden... a su manera. A veces más favorablemente de lo que cabría esperar.

La primera percepción fue una imponente densidad de coro y orquesta (dimensionada sobre cuatro contrabajos) que contrastaba en esta Introducción (del Stabat Mater), con cierta fragilidad acústica del cuarteto solista, en un extraño segundo plano. Un cuarteto que parecía pedir una posición relativa diversa que aprovechara mejor la geometría reflectante del Auditorio, o bien alguna dinámica conjunta mejor articulada y compensada.

Un equilibrio, pues, planteado de inicio, “a tres bandas”. De arriba a abajo: el coro, en cuatro espacios diferenciados y considerable gradación de alturas (más de 10 metros en vertical entre extremos), la orquesta (en el escenario propiamente dicho) y, por fin, el cuarteto solista (delante de aquélla, en su tradicional posición en proscenio).

El célebre aria de tenor, Cujus animam, se superó a base del temple y determinación del solista en tamaño brete; el operístico de la partitura, también. Y así, en cierta medida, se fue corrigiendo aquel problema, aún cuando la inercia interpretativa o, al menos, la memoria auditiva del número anterior estaba demasiado reciente para todos.

Igualmente el duetto Quis est homo, donde ya se apreciaron con mayor nitidez y compensación, las excelentes voces con las que se contaba, individualmente y, sobre todo, en ajustada concertación. Y es que  los diferentes actores habían ajustado mejor sus dinámicas, y, mucho más, en el aria de bajo inmediatamente después, Pro peccatis.

Una amplia "espacialidad" coral, por cierto, bien aprovechada en el sucesivo Eja, Mater, con renovadas posibilidades de esta guisa. El Sancta Mater, con ese peculiar “humor romántico rossiniano”, tan estudiado y tan del gusto del público de todas las épocas, nos llevó a una dramática y convincente aria de mezzosoprano, Fac ut portem.

Y, así, de nuevo, volvimos a aquel grandioso elenco a varias bandas, Inflammatus, donde, por su poderosa orquestación y el citado emplazamiento coral, se reprodujo de nuevo aquella sensación inicial, acuciada por la brevedad de diálogos solista-coro donde la orquesta debía hacer compromisos dinámicos sobre el alambre; salvando, eso sí, los sobresalientes agudos de la solista.

El genial Quando corpus morietur, llevó la obra a su trágico pretexto y destino, antes del, Amen y fuga. Una fuga, In sempiterna saecula-Amen, que, con esta prometedora extensión (superficie) coral, pasó algún momento comprometido en las diferentes entradas, pero que adquirió monumentalidad allí donde la armonía y el característico cromatismo, se imponía al contrapunto. Un final, pues, contundente y, por ende, exitoso.

Luis Mazorra Incera

Sabina Puértolas, María José Montiel, Airam Hernández y José Antonio López.

Orquesta y Coro, Jóvenes Cantoras y Pequeños Cantores de la Joven Orquesta, de la Comunidad de Madrid / Víctor Pablo Pérez.

Obras de Durán y Rossini.

ORCAM. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

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