El programa de mano avisaba sobre un concierto alejado de los esquemas habituales. Uno, sabedor de lo constreñido que suele estar el mundo clásico, tiende a desconfiar de estas intenciones que, la mayoría de las veces, quedan en nada. La voz en off que solicita apagar los móviles desapareció y, sin anestesia ni nada, las instrumentistas irrumpieron en el escenario, marcando el ritmo con los pies gracias a los cascabeles cosidos al calzado. Y así interpretaron el Tambourin de Jean-Marie Leclair, abandonando la corrección de conservatorio para devolverle la alegría danzante que seguramente poseía en sus ejecuciones originales. El público, obviamente, quedó desarmado.
De esta manera comenzó un concierto del Ciclo Liceo de Cámara del CNDM que de verdad se desviaba de los cánones cotidianos (y caducos). El repertorio consistía en una serie de obras para dúo de violín y chelo (originales para esa formación o transcripciones), unas largas y otras bastante breves, que abarcaban desde el barroco de Leclair y Bach hasta el día de hoy. El inconformismo de la velada no se defendía sólo por el eclecticismo del programa sino, ante todo, por la interpretación.
Kopatchinskaja y Gabetta son mucho más que unas virtuosas: la técnica no supone para ellas un fin sino un herramienta para conducir la música a experiencias nunca oídas, buceando en los pentagramas con un empuje vital que los saca de las vitrinas de museo. Lo inconformista en estas profesionales radica en la propia interpretación, homenajeando esta labor más cerca de lo chamánico que de lo reproductivo. Ya liberadas de los cascabeles y descalzas (marca de la casa para Kopatchinskaja), las chamanes se lanzaron a dos de los Veinticuatro dúos de Jörg Widmann. Este es un compositor absurdo, y su estética se basa en incrustar disonancias y técnicas extendidas en discursos decimonónicos; vamos, un nostálgico moderno, un neoconservador vestido de cínico, un ejemplo de la tibia posmodernidad. Tiene mucho predicamento entre programadores e intérpretes (compone muy bien para los instrumentistas, seamos justos), qué le vamos a hacer. Gracias a Gabetta y Kopatchinskaja, sin embargo, su “Vals bavaroise” y su “Toccatina all´inglese” pudieron disfrutarse; las intérpetes aprovecharon estas páginas para desarrollar un juego actoral, dialogando, confrontándose o fusionándose tanto con el sonido como con el gesto. Trascendieron las obras. A continuación, demostraron su comunión interpersonal con el Preludio en Sol Mayor, BWV 860 de Johann Sebastian.
La comunión se convirtió en fusión absoluta en el Rizoma del joven Francisco Coll, una obra contemporánea de verdad, llena de inquietud y progresismo, en la que se parte de un espacio mínimo entre los dos instrumentos en el que se lucha por aumentar y alzarse. La primera parte concluyó de la mejor manera posible, con la Sonata en La menor de Ravel, una obra maestra del repertorio. El compositor vasco-francés, cansado de los excesos romanticones, exigía que sus obras se interpretasen sin opulencia sentimental; esto no tiene nada que ver con la pasión, claro, y Ravel se habría emocionado con la que el dúo desplegó en sus páginas: pasión explosiva en los momentos vivos, lúdica y salvaje en el momento blues del segundo movimiento o emocionante en una sección lenta que dejó al público con la frente bien lisa. La segunda parte (Gabetta ya calzada; Kopatchinskaja, no, claro) se inició con un par de Invenciones de Johann Sebastian Bach algo frías y descoordinadas.
Pero no había nada que temer, ya que el chamanismo regresó acto seguido a través de tres números de Ghiribizzi, de la propia Kopatchinskaja (la cual, en el papel de compositora, firma como PatKop); páginas breves, casi haikus llenos de exploración sonora y técnica. La vanguardia continuó con el Hommage à Hilding Rosenberg de Ligeti, pero en un discurso mucho más taciturno y contemplativo. Lo sorprendente no era sólo lo fabuloso que el dúo ejecuta cada página, sino lo rápido que cambiaban el ánimo para frontar cada una de ellas a niveles trascendentes. Así había ocurrido durante toda la tarde y así ocurrió entre esta obra de Ligeti y la siguiente, Dhipli Zyia, del griego Xenakis, bien nutrida de aliento folklórico. Tras todos estos creadores inconformistas, le llegó el turno a otro Bach, Carl Philipp Emanuel; para abordar el arreglo sobre su Presto para teclado en Do menor, Gabetta y Kopatchinskaja se sentaron juntas en la banqueta; así, en intimidad compartida, con una gama dinámica inimaginable con sus pizzicatti, le otorgaron una emoción a esta pieza que nadie, ni siquiera el hijo de Johann Sebastian, podría haber profetizado.
La jornada terminó con otra de las grandes obras maestras del repertorio: el Dúo en Re menor de Zoltán Kodály, un compositor tan magistral y fascinante que merece mayor atención; sí, Bartok es maravilloso, pero no nos olvidemos de su compatriota, compañero y amigo. Todo su mundo sonoro se halla en esta página: la experimentación armónica, el folklorismo, los desarrollos impredecibles de las frases, los juegos rítmicos... Las intérpretes brindaron un homenaje a esta música y a sí mismas, consiguiendo algo tan raro como es fusionar naturalidad y emoción en las transiciones entre secciones. Obviamente, hubo propina, más bien bis, y obviamente fue el Presto de Bach. Kopatchinskaja y Gabetta lo habían conseguido: su concierto había destrozado los esquemas (técnicos y anímicos) habituales. Y no es que construyeran una liturgia especial. Más bien, hicieron del escenario un espacio para su amistad. Pusieron al público contra las cuerdas, sí, pero para que el público llegase a disfrutar entre las cuerdas.
Juan Gómez Espinosa
Liceo de Cámara XXI. CNDM. Temporada 2024/2025.
Obras de: Jean-Marie Leclair (Tambourin en do mayor, IJL 6), Jörg Widmann (de Veinticuatro dúos para violín y violonchelo: VIII. Valse bavaroise y XI. Toccatina all’inglese), Johann Sebastian Bach (Preludio y fuga en sol mayor, BWV 860; selección de Quince invenciones a dos voces, BWV 772-786), Francisco Coll (Rizoma), Maurice Ravel (Sonata para violín y violonchelo en la menor), Patricia Kopatchinskaja (Ghiribizzi), György Ligeti (Hommage à Hilding Rosenberg), Iannis Xenakis (Dhipli Zyia), Carl Philipp Emanuel Bach (Presto para teclado en do menor) y Zoltán Kodály (Dúo para violín y violonchelo).
Intérpretes: Patricia Kopatchinskaja (violín) y Sol Gabetta (violonchelo).
Fecha y lugar: 23 de abril de 2025. Auditorio Nacional de Madrid (Sala de Cámara).
Foto © Elvira Megías