Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / El Maestranza celebra sus 30 primeros años - por Carlos Tarín

Sevilla - 07/05/2021

Un 2 de mayo de 1991 se inauguraba el Teatro de la Maestranza de Sevilla con un concierto sinfónico a cargo de Rafael Orozco como solista de piano y la Orquesta Sinfónica de Sevilla (todavía no ‘Real’), con la dirección de su hacedor musical, el maestro croata, Vjekoslav Šutej.

El día 10, la nueva sala acogía su estreno lírico con una gala que reunía a las primeras voces españolas y mundiales del canto en la segunda mitad del siglo XX: Teresa Berganza, Montserrat Caballé, Pilar Lorengar, Jaime Aragall, José Carreras, Plácido Domingo, Alfredo Kraus, Pedro Lavirgen y Juan Pons, con el Coro del Gran Teatro de Córdoba, dirigido por Carlos Hacar.

De este acúmulo de estrellas, sólo Lavirgen era andaluz. Treinta años después, Andalucía cuenta con voces de gran calidad, como Carlos Álvarez, Juan Jesús Rodríguez, Mariola Cantarero, Ismael Jordi, y voces más recientes de extraordinario valor, muchas de ellas ya reconocidas dentro y fuera de nuestra comunidad, pero que celebraciones como esta ayudarían a proyectarse hasta el lugar que les corresponde.

Hablamos, por ejemplo, de Leonor Bonilla, Rocío Ignacio, Juan Sancho, Francisco Fernández Rueda o Berna Perles. Sólo las dos primeras participaron en esta gala, ya que Carlos Álvarez no pudo estar en el último momento por una indisposición, sustituido finalmente en uno de sus números por el barítono francés Jean-Kristof Bouton, que será Escamillo en la próxima Carmen que se ensaya ya.

En cualquier caso, el elenco mantuvo una calidad suficiente, y además el programa aunó compositores sevillanos como Gerónimo Giménez o Manuel García con números de algunas de las 153 óperas ubicadas en Sevilla, alternando algunas famosas con otras prácticamente desconocidas.

Ainhoa Arteta ha estado presente durante estos años en ópera y recitales, y ya mostró su ‘sevillanía’ en aquel Ave María de Gounod que cantó a la Macarena en su Basílica, llena de emoción y devoción, a partes iguales. Ni el tiempo ni el covid han mermado su fortaleza vocal, que sacó ante la potencia de sus compañeros, pero que matizó hasta lo indecible en la bellísima Pace, pace mio Dio de La forza. El dúo de El gato montés con José Bros, otro de los participantes, fue de lo más aplaudido de la noche, por las ganas puestas y el brillo de sus voces, y eso que Arteta dejó ver un vibrato a veces muy presente; pero se entregaron totalmente, y el público lo aplaudió con ganas.

Bros contó además con una de nuestras arias preferidas de tenor, la de la flor de Carmen, y aquí el cantante barcelonés evidenció su necesidad de cantar permanentemente en forte, lo cual restó innumerables matices al hermoso pasaje.

Simón Orfila fue quizá quien mejor aprovechó los contrastes extremos que ofrecieron sus intervenciones, desde el cómico Madamina de Carnicer (Il dissoluto punito) al más funesto Cual rayo que aniquila de la recientemente reestrenada zarzuela María del Pilar de Giménez. Sobre todo en esta, de ambiente y escritura oscura, sobresalía su voz con gran brillantez y claridad de dicción, algo todavía más valorado en un barítono.

De Leonor Bonilla hemos hablado en otras ocasiones como una soprano joven, de hermosa voz, fresca, resplandeciente, con un registro muy homogéneo y completo de gran belleza, y sólo si se le coloca al lado un cantante de volumen desbocado puede parecer carente de la fuerza suficiente. Y nos estamos refiriendo al larguísimo dúo Con arte a questo loco (Il dissoluto de Carnicer) que cantó con Airam Hernández; sin embargo, tuvo la inteligencia de no forzar su registro y dejar que el tenor se cubriera de gloria: ¿de verdad que un dúo pretende demostrar a ver quién canta más fuerte? ¿O bien, pensando en el público, se trata de oír dos voces aunadas, aunque no sea un dúo de amor? Por cierto, también pudimos comprobar las influencias tanto mozartianas (saltos interválicos tremendos) como rossinianas en la obra de Carnicer, por ejemplo, las coloraturas continuas, ambos escollos sorteados con naturalidad pasmosa por la soprano sevillana.

Pero cuando creíamos que a Hernández le costaba apianar, pudimos oírle un don Ottavio excelso, esta vez del Don Giovanni mozartiano: Il mio tesoro, cantado con una sedosidad y riqueza de matices sorprendente, incluyó también algunas coloraturas sotto voce sorprendentes. O sea, que sabía apianar.

Por último, creemos que subía por primera vez al escenario maestrante la soprano también sevillana Rocío Ignacio, de registro y color bastante distintos a los de su paisana, por una emisión más firme, sólida -que no rígida-, bien proyectada, capaz de dominar toda su tesitura con equilibrio y una técnica espléndida. Pudimos admirar estas cualidades y un gran lirismo e intensidad en el Dove Sono de Las bodas. También en este tiempo se ha ido conformando una formación coral propia de excelente calidad (Íñigo Sampil), como demostraba en el Coro de prisioneros de Fidelio, sólo masculino, como sabemos.

Y por último, la dirección del maestro Juanjo Mena, que hasta ahora nos había parecido ajustada a un director de gran sensibilidad, serio y acertado, en este concierto conmemorativo de la fecha en que se colocó un teatro sevillano en el mapa de los grandes teatros líricos, lo notamos bastante ‘relajado’, descuidado, sobre todo en las oberturas (es decir, en los momentos puramente instrumentales), a pesar de la popularidad de algunas de ellas: oberturas de Fidelio (Beethoven) , La mort du Tasse (García) o Don Giovanni (Mozart). Por cierto, sigue sin dirigir nuestra orquesta una de las batutas más internacionales de nuestro panorama: el granadino Pablo Heras-Casado.

Personalmente, y sin demérito de querer rescatar algunos fragmentos líricos poco conocidos, nos parece que el carácter de celebración debería haber primado sobre el de recuperación. Estaríamos encantados de volver a contar con una obra sevillana cada año, aprovechando además los rescates recientes que se están haciendo en toda España. Pero que, por ejemplo, programar tres piezas de Carnicer, y ninguna de Rossini nos causa cierta extrañeza. En cualquier caso, nos congratulamos de haber podido celebrar estos 30 años con el Maestranza, especialmente en estos difíciles tiempos que corren y cuando tantos teatros de toda Europa están cerrados a cal y canto.

Carlos Tarín

Ainhoa Arteta, Leonor Bonilla, Rocío Ignacio, José Bros, Airam Hernández, Jean-Kristof Bouton, Simón Orfila.

Coro del Teatro de la Maestranza.

Real Orquesta Sinfónica de Sevilla / Juanjo Mena.

Obras de Beethoven, Donizetti, Bizet, Carnicer, Penella, García, Giménez, Gomis, Mozart, Zandonai y Verdi.

Teatro de la Maestranza, Sevilla.

Foto: Rocío Ignacio, Ainhoa Arteta y Leonor Bonilla, en esta gala en El Maestranza sevillano / © Guillermo Mendo

945
Anterior Crítica / Concierto a la luz de las velas (Silvia Nogales) - por Luis Suárez
Siguiente Crítica / Unas “Enigma” bien diseccionadas (Fca. de Gran Canaria) - por Juan F. Román Rodríguez