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Crítica / El “destino” permite celebrar los 250 años de Beethoven a tiempo (por Carlos Tarín)

Sevilla - 24/12/2020

La ROSS ha retomado su actividad sinfónica en el último programa del llamado “Ciclo de Otoño” y que coincidía con la programación de las dos sinfonías más conocidas de Beethoven -exceptuando el final de la “Novena”-, que son la “Quinta” y la “Sexta”. Pero no queremos dejar pasar el hecho de que la tarde anterior, 16 de diciembre, coincidiendo exactamente con el día en que nació Beethoven hace 250 años, se presentase en la Sala Manuel García del Teatro el libro “Beethoven: un retrato vienés”, cuyos autores son dos sevillanos “de adopción”: Victoria Stapells, que vive desde hace 44 años en Sevilla, historiadora, investigadora y empresaria, y Arturo Reverter, crítico musical, autor de relevantes libros relacionados con la música, a la vez que colaborador habitual del Teatro de la Maestranza en sus artículos operísticos y asistente asiduo en calidad de crítico a sus estrenos líricos.

El libro es muy ameno, de fácil lectura y aporta un planteamiento muy diferente a lo habitual, si compendiamos las impresiones expresadas por Pedro Vázquez, Director Gerente de la ROSS, que moderó el acto y que además actuó como pianista, acompañando a una excelente Ruth Rosique, dentro de una ilustración musical del acto.

Y al día siguiente, la “Quinta” del sordo genial golpeaba los hasta ahora callados muros del Maestranza. Esta cerraba el programa, de manera lógica, ya que la “Sexta” es más larga y no tan famosa como la “Quinta”. Pero es que su dirección fue brillante, frente a la más lánguida de la “Sexta”; es más, parecía de directores diferentes. Porque la “Pastoral” fue una montaña rusa de aciertos y desaciertos, como podíamos ver en el primer movimiento, donde la energía beethoveniana aparecía algo “impostada”, y su amor por la naturaleza simplemente edulcorado, algo que llevó al extremo en el “Andante”, alargado inmisericordemente. Y aunque los restantes movimientos estuvieron mejor, la orquesta parecía traslucir los “agujeros” sonoros que se presuponen de la separación de los músicos en escena por el Covid, como una suma de unidades.

Sin embargo, todo cambió en la “Quinta”. Lo primero, precisamente, su cohesión. El primer movimiento, tan “gastado” por su fama, emergía con renovada fuerza, claridad, nuevamente encadenado al destino. Y, por cierto, como detalle, Ráth respetó que el enlace al segundo tema de la reexposición lo hicieran los fagotes, tal como está escrito, y no las trompas, como hacen casi todos los directores (suponemos que buscando una mayor brillantez).

El “Andante” permitió, además de cantar el maravilloso tema con enorme plasticidad, con una dulzura sin empalagos, hacernos disfrutar plenamente de la riqueza de las texturas que presentan las distintas variaciones, con hermosos y muy definidos juegos tímbricos entre las secciones de la orquesta. También supo conjugar el tema sombrío que abre el “Scherzo” con la brillantez casi fanfárrica de la nueva faz que adopta el tema que une -e identifica- toda la sinfonía, a la vez que dio otra prueba de control polifónico orquestal en el episodio fugado que constituye el “Trio” central. Visto lo cual, ni que decir tiene que en el último movimiento logró reunir casi todos los aciertos anteriores y que el numeroso público se entusiasmara. ¿Por qué esa diferencia interpretativa tan grande? Es difícil colegirlo. Seguramente son las cosas del destino.

Carlos Tarín

Real Orquesta Sinfónica de Sevilla / György Ráth.

Obras de Beethoven.

Teatro de la Maestranza. Sevilla

Foto © Guillermo Mendo

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