Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - El Chopin diáfano de Dmytro Choni

Santiago de Compostela - 23/10/2019

Dmytro Choni, natural de Kiev (Ucrania), fue ganador de la edición del XIX Concurso Paloma O´Shea, de Santander en el que Joaquín Achúcarro formaba parte del jurado, quien no sería remiso en destacar las virtudes que había descubierto en este pianista, no solo por la técnica inmaculada y límpida, por el sonido intenso y poderoso, dentro de una frescura diáfana, escrupulosa y sensorial, sino también por el talento y la inspiración. Virtudes constatables en su tratamiento del Concierto en Fa m. Op. 21 de Chopin, pero para caldear ánimo, el Schubert con la Obertura en Re m. (En estilo italiano) D. 590),  cuyo visible italianismo, venía por la posible influencia rossiniana, a través de óperas como L´Italiana in Algeri, Tancredo- con la cita de Di tanti palpiti-, L´inganno felice, que se representaron en Viena.  El tema del Adagio introductorio, en la relación entre cuerda y madera, resulta a la postre lo más puramente schubertiano y en cuanto al Vivace final, anuncia elementos transformados de la Obertura  en Do M. , pieza de fantasiosa connotación feérica, de la Zauberharfe D. 644 (El arpa mágica). Rossinianas con propio acento y desenvoltura de joven converso, para una página orquestal traslúcida.

Chopin en su Concierto para piano nº 2, en Fa m. Op. 21,   Nicholas Temperley, analista de su obra y del personaje, nos hará saber que el músico no era en verdad ningún maestro de la orquestación, lo que no quita para que Berlioz, fuera un tanto acre de más, al decir que la orquestación de Chopin no era más que un frío y casi anodino acompañamiento. Sus conciertos, así como otras obras suyas para piano y orquesta, no son sino meros vehículos de una brillante ejecución pianística. En el contexto de la tradición que sigue, es obra en tres movimientos, con una protagonismo definitivo del piano, mientras que la orquestación, se limita a las labores de un voluntarioso acompañamiento, recibido en su esencia de la gran tradición del clasicismo, aunque distanciándose de él, aproximándose de manera reconocible a Hummel, John Field, Kalkbrenner y Moscheles. Planos diferenciables en cada tiempo con el testimonial Allegro vivace, en clave de mazurca, para que el pianista Dmytro Choni, sabría sentar su reales sobre la controvertida orquestación.

Mendelssohn en obra que responde a unos parámetros precisos, la Sinfonía nº3, en La m. (Escocesa), producto de la impregnación que la había dejado la visita a Escocia,  a través de una ambientación paisajística de inspiraciones brumosas. Fue suya la responsabilidad del estreno en la mítica Gewandhaus, de Leipzig, puente seguro a la recepción que conseguiría con la Filarmónica de Londres. Pinceladas plenas de colorismo de las Highands y fácilmente reconocible por la asimilación de elementos autóctonos. El Vivace non troppo por tomar un tiempo, resulta un scherzo en Fa M., inspirado en un resuelto pibroch, ese aire de gaita, efectivamente folklórico, sobre un motivo pentatónico, que para la ocasión, aprovecha las posibilidades que le otorga el clarinete, remedando el sonido de una tradicional gaita, y acompañado por la cuerda en stacatto. El Allegro maestoso assai vendría a cerrar el círculo dentro de un talante heroico, del que director y orquesta marcaron la idea de esta obra con resabios claramente delimitados.

Ramón García Balado

Dymtro Choni. Real Filharmonía de Galicia / Maximino Zumalave.
Obras de F.  Schubert, F. Chopin y F. Mendelssohn
Ciclo Ángel Brage.
Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela.

Foto © Xaime Cortizo

912
Anterior Crítica - De la levedad y el riesgo (ORCAM)
Siguiente Crítica - La belleza de lo desconocido (Cuarteto Quiroga)