Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Dominante & tónica - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 02/05/2022

Segundo episodio consecutivo del Liceo de cámara XXI del Centro Nacional de Difusión Musical en torno a los cuartetos y quinteto, ambos con piano, de Johannes Brahms, con Elisabeth Leonskaja de rutilante protagonista junto con el, no menos notable en su ramo, Cuarteto de cuerda de la Staatskapelle de Berlín.

Hoy, pues, sobre los atriles de la sala de cámara del Auditorio Nacional de Música, uno de cada, cuarteto y quinteto: el adelantado Tercer y último cuarteto para piano y cuerdas escrito ("mayormente") en la tonalidad de do menor y, tras el descanso, el Quinteto para piano y cuerdas en fa menor. Sabia sucesión a priori, toda vez que el Finale: Allegro comodo del Tercer cuarteto citado, presenta cambios de modo, oscilaciones de do menor a do mayoracorde de tónica, picarda a la postre, con el que, además, cierra su última cadencia; justamente el acorde dominante del fa menor que se sigue en el Quinteto.

Un eje funcional subliminal pero perfecto, categórico incluso, que diera extraña coherencia tonal a la velada (al margen, claro, de la obvia autoría monográfica del de Hamburgo). Ni más ni menos el eje funcional básico de la música tonal clásico-romántica: "dominante-tónica" (V-I, para los amigos).

No vamos a descubrir aquí el magisterio y excelencia que despliega, concierto sí, concierto también, Elisabeth Leonskaja. Una pianista cuyas cualidades, las innatas y las adquiridas, su aquilatado savoir-faire y tradición, su intenso sonido y, ante todo, el natural riesgo que asume en cada programa, en cada pieza, en cada frase…, incluso en propinas, siempre al servicio de la música, son una constante; en cierto modo, un eje también.

En esta ocasión asumió con poderosa actitud proactiva, la "gran" música de cámara para su instrumento. Una música que, precisamente en Brahms además, adquiere peso casi, y sin casi, trascendente. Figura medular en este repertorio.

Con dramatismo e intensidad, como en aquellos acordes ritmados con potencia, en una suerte de cortés equiparación entre el piano y el trío de cuerda, el Tercer cuarteto en do menor es obra que se presenta estimulante y aparente, y que fue resuelta con aplomo, decisión, gusto y forma. Una forma que se impuso así, a todo impulso fatuo.

Música de cámara siempre al socaire de una visión, ante todo, concertante y dinámica, pero en la que tuvieron cabida también momentos destacados independientes de cada uno de ellos, como sin ir más lejos, el bien aprovechado por la viola en el Allegro non troppo. Un interesante empleo del pizzicato por parte de Brahms me recordó aquí, en este movimiento inicial, el conocido y controvertido pasaje de su Primera sinfonía.

El brillante Scherzo: Allegro, llegó a romper cuerda a la excelente violinista Chi Yun Li que, como se dijo antes por megafonía, había substituido a Wolfram Brandl en el Cuarteto de la Staatskapelle. Una anécdota, la rotura in situ me refiero, que sirvió de paso como espontánea propina sobre la marcha, aplausos incluidos, al tener que repetir el Scherzo en la forma habitual en estos casos, con un final espectacular (por cierto, con este violín de protagonista) .

El tercero, Andante, presentado por el violonchelo, nos llevó a un bello movimiento, en la tonalidad de mi mayor (!) en relación de mediante cromática, alejadísima de la titular de este cuarteto, y coherentemente rematado… que, a su vez, nos trasladó a un Finale: Allegro comodo, contundente.

Contundencia, pues, que sirviera, como ya dije, de subliminal puente dominante al fa menor del célebre Quinteto que se seguía tras el descanso. Todo un alarde de programación, habitual en otros tiempos (en aquéllos decimonónicos, sin duda).

¡Qué decir de este monumental Quinteto del repertorio! Más aún cuando hoy, en esta feliz ocasión, se unían savoir-faire a raudales, dedicación y origen genuinos, y virtuosismo al servicio de obras de porte y aspiración máxima en su género.

Al igual que los pizzicati del Cuarteto anterior me interesó, como anecdotario también quizás, el velado homenaje que quise ver al Félix Mendelssohn de los scherzi, en el bloque temático correspondiente del Non troppo allegro de este Quinteto.

Reguladores continuos en el piano, del "sopra" al acompañamiento armónico figurado, siempre con vida, en este ambicioso primer movimiento, con un final muy trabajado.

El relativo relax del Andante, un poco adagio condujo a un potente Scherzo: Allegro que bordeó la orquestación desde los pizzicati de violonchelo iniciales. Brillantes explosiones y consecuente final en punta.

El convincente Finale, toda una obra en sí mismo, acrecentó aquella tensión hasta la ovación general de un público ya entregado desde un primer momento que, además, no dejaba entrar un alfiler en la sala, con aquel codiciado "no hay billetes" colgado en su puerta y saboreado desde hace meses, para un concierto que fuera trasladado en su día por los estragos de la pandemia.

Luis Mazorra Incera

 

Elisabeth Leonskaja y el Cuarteto de cuerda de la Staatskapelle de Berlín, formado por Chi Yun Li, Krzysztof Specjal, Yulia Deyneka y Claudius Popp.

Obras de Brahms.

CNDM - Liceo de cámara XXI.

Auditorio Nacional de Música. Madrid.

 

Foto © Elvira Megías

331
Anterior Crítica / Palabras de Antonio Pappano - por Jorge Binaghi
Siguiente Crítica / El amigo Perianes - por Ramón García Balado