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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - Dipolo alternativo

Madrid - 21/10/2019

Impresionante alarde técnico el desplegado por el pianista Alberto Rosado en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía a cuenta de un ramillete de resueltas y desgranadas piezas para piano protagonista, de un lado, de José Manuel López López y, de otro, una selección de seis de las, paradójicamente, “imponentes”, en términos de virtuosismo claro está, Veinte miradas al Niño Jesús de Olivier Messiaen. Un programa auspiciado por el Centro Nacional para la Difusión de la Música, en sus Series 20/21 herederas, en este mismo recinto, de la trayectoria histórica del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea.

Un alarde técnico que combinó, alternó más bien, con inteligencia y cierto aliento voraz e intrépido, las piezas de uno y otro, dando cuenta, ya en su último suspiro, de la portentosa Décima mirada de Messiaen: “del Espíritu de la alegría”. Un alarde vistuosístico, “contemporáneo” en lo estético, que contara con algún ponderado aditamento electroacústico, puntual en una de las piezas, y cierta ayuda en la “preparación” in situ o, quizás mejor, “manipulación”, del piano, en otra del tramo conclusivo, ambas de José Manuel López.

Un concierto que podría decirse, incluso en este sentido técnico, que fuera “en punta”, o siguiendo la jerga al uso, “de menos a más” (?!), si no fuera por el hecho extraordinario de que, ya de principio, presentaba hechuras de activo virtuosismo… (!!) Si bien es verdad que aquel inicial despliegue, tomó un cariz más portentoso, vistoso y aparente, si cabe, en el tercer capítulo de un programa, tripartito sobre el papel, que se ofreció de seguido; siempre en la cresta de la ola; sin descansos.

Un tsunami al teclado defendido con solvencia y seriedad por este lúcido y concienzudo pianista, Alberto Rosado. Todo un especialista en estas lides. Una reivindicación de un virtuosismo, que, si bien mantiene, por definición, su raíz romántica, mal que nos pese en este ámbito, se extiende a lenguajes y estéticas más cercanas. Estéticas donde el aspecto “material”, “acústico”, tiene más protagonismo que otros efectos expresivos tradicionales, que, insisto, están también presentes, nos guste o no.

Cuestión que, especialmente en la música de Oliver Messiaen, juega un papel esencial por sus compromisos “modales”. Una ascendencia, la “neo-modal”, que, llevada con “excesivo” rigor y, a su vez, estricta parafernalia instrumental romántica, pensada en principio para otras lides, agota sus posibilidades de expresión, más favorecidas por la concurrencia de los recursos tonales modulantes clásico-románticos o, en su defecto, de índole tímbrica, como podrían ser los aditamentos electroacústico o de “preparación”, citados.

Un alarde continuado, pues, en el que quedó destacada la solidez de su intérprete, Alberto Rosado, y donde las obras se articularon con inteligencia, fluidez y relativa complementariedad.  

Luis Mazorra Incera

Alberto Rosado, piano.
Obras de López López y Messiaen.
CNDM. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid.


Foto: Alberto Rosado y José Manuel López López / © Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) - Ben Vine

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