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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Contrastes radicales - por Juan Carlos Moreno

Barcelona - 06/12/2023

Si por algo se distinguen los programas que Ludovic Morlot está llevando a cabo al frente de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) es por su eclecticismo: así, en ellos se dan cita obras de épocas, estéticas y estilos no ya diferentes, sino contrapuestos. La propuesta tiene su riesgo, pero no deja de ser interesante y todo un reto: para el público, por supuesto, pero también para los intérpretes.

Ese modo de programar dominó el concierto que pudo escucharse el pasado 1 de diciembre en L’Auditori. Se abrió con la Passacaglia que Lleonard Balada escribió en el año 2000 para el V Concurso Internacional de Cadaqués de Directores de Orquesta.

Es una obra que podría calificarse de posmodernismo surreal, pues en ella la passacaglia barroca es sometida a un proceso que la acaba transformando en un festivo pasacalle español. Lo interesante, sin embargo, no es tanto esa conclusión como el camino que lleva a ella y que permite al compositor jugar con diferentes técnicas de la vanguardia en lo que a la tímbrica, la rítmica y la armonía se refiere. Hay incluso pasajes que evocan el modo de hacer de Charles Ives a la hora de introducir elementos populares en su música. La lectura de Morlot acertó a mostrar toda esa riqueza.

De Balada se pasó al Concierto para piano n. 3 de Beethoven, un compositor en el que Morlot, en el tiempo que lleva con la OBC, no acaba de convencer. Dado el inicio de esta obra, excesivamente retenido, sin pulso, parecía que la historia iba a repetirse, mas bastó que empezara a sonar el piano para que batuta y orquesta alzaran también el vuelo y ya no lo abandonaran hasta el final.

El artífice, pues, de ese salto fue el solista, un Lucas Debargue que, más allá del dominio técnico, asombró por una digitación cristalina, por una flexibilidad y naturalidad que, más que tocar una partitura dada, parecía estar improvisando, jugando sobre el teclado. Levantó así una versión que convenció por su frescura, su radiante inventiva y la belleza de momentos como el tránsito entre la cadencia y el final del Allegro con brio inicial o la gracia clasicista con del Largo. Como propina, Debargue ofreció con la misma prístina elegancia y claridad una sonata de Scarlatti con ciertos guiños hispánicos.

Si la primera parte fue contrastada, aún lo fue más una segunda. En ella, dos de los solistas de la orquesta, el flautista Francisco López y el oboísta Rafael Muñoz, abordaron el Doble concierto para flauta y oboe de Ligeti. No es una partitura fácil y mucho menos un concierto al uso, sobre todo en un primer movimiento en el que el compositor juega con notas sostenidas y texturas de cuartos de tono que crean una atmósfera próxima a la de la música electrónica. No obstante, es una obra con algo de hipnótico e inquietante que solistas, orquesta y director defendieron con convicción.

Pasar de la abstracción de este Ligeti, con una orquesta no menos condensada que la propia música, pues prescinde de las secciones de violines, a un poema sinfónico como el Till Eulenspiegel de Strauss, exuberante en el plano sonoro y pletórico en ideas y evocaciones extramusicales, supone un salto tremendo. A la lectura le faltó equilibrio y claridad, así como flexibilidad y un énfasis mayor en la narratividad de los distintos episodios, abordados por Morlot con un pulso demasiado uniforme. Hubo momentos interesantes, como el de la ejecución, pero, aun así, no fue una versión que deje huella.

Juan Carlos Moreno

 

Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Ludovic Morlot.

Lucas Debargue, piano.

Obras de Balada, Beethoven, Ligeti y Strauss.

L’Auditori, Barcelona.

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