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Crítica / Celebración eslava - por Juan Manuel Ruiz

Madrid - 11/03/2024

La Orquesta Filarmónica Checa, dirigida por su titular Semyon Bychkov, y con la participación del joven violinista Augustin Hadelich, ofrecieron de nuevo, en su segundo concierto en Madrid (el primero contó con el chelista Pablo Ferrández), un programa enteramente dedicado a Dvořák, como la primera cita de su doble presencia madrileña.

En esta ocasión estuvo integrado por el Carnaval, Obertura Op.92, el Concierto para violín en la menor Op. 53 y la Sinfonía Núm. 9 en mi menor Op. 95 “Del nuevo mundo”.

Brilló el Carnaval por su ímpetu rítmico, colorido orquestal, sobre todo en las maderas y percusines, el molto espressivo de los violines o los sugerentes solos de corno inglés, flauta y concertino del Andante con moto central. Bychkov logró el perfecto equilibrio entre planos sonoros y encaje entre secciones instrumentales, ofreciendo, en definitiva, un luminoso y festivo arranque de velada.

El Concierto para violín exhibió un cuidado balance entre solista y formación gracias a la refinada dirección del maestro Bychkov. Bien planificado, el Allegro, ma non troppo comenzó con gesto asertivo, impulsando el diálogo entre Hadelich y orquesta, teniendo siempre bajo control los niveles de ambos agentes sonoros. El solista mostró en todo momento una emisión precisa, delicado fraseo, absoluta seguridad en los cambios de registro y técnicas de ataque, así como un perfecto control del arco del instrumento y del vibrato. Si bien dejó claro su magisterio tanto en el aspecto expresivo como técnico, adoleció en parte de una mayor proyección de sonido en la sala, más implicación en la interpretación del Adagio –que decayó en tensión y continuidad– o mayor arrojo en el Finale. Versión precisa, aunque no cautivadora, de una obra que, a pesar de no ser tan popular como el Concierto para Violonchelo de Dvořák, no deja de tener sutileza e inspiración en el plano poético-musical, y verdaderos retos que abordar en el aspecto virtuosístico.

Muy aplaudido por el público, Hadelich brindó dos propinas de su cosecha: un arreglo del famoso tango Por una cabeza, de C. Gardel, y otro del Wilde Fiddler’s Rag, de H. Forrester, que arrancaron las más fervientes ovaciones para el joven maestro.

La segunda parte de la velada la ocupó íntegramente la Sinfonía Núm. 9 “Del nuevo mundo”. Bychkov dio inicio al Adagio del primer movimiento con un tempo demasiado rápido para lo señalado en la partitura, llevándonos con premura al Allegro molto que le sucede, faltando mayor intención en los ataques en fortissimo del timbal en la sección que los une. El movimiento discurrió ágil en pulso rítmico, bien cohesionado, con una gran calidad en el sonido, y solos destacados, como el de flauta, aunque resultara en conjunto algo superfluo en su concepción.  

Continuó la interpretación con el Largo, también algo apresurado en metrónomo, resaltando el solo de corno inglés –un poco a caballo del pulso marcado por el maestro titular–, así como las intervenciones de las maderas y trompas, adoleciendo, en cierto grado, del cariz nostálgico tan propio del movimiento. La sinfonía recuperó el pulso vital en el Molto vivace, con una orquesta a pleno rendimiento, brillante en articulación, nítida en las filigranas contrapuntísticas y vibrante en los ataques de los motivos rítmicos. Muy sutil la intervención de las maderas en el contrastante Poco sostenuto central o en la danzante sección previa a la recapitulación.

La versión fue creciendo en intensidad, alcanzando en el Allegro con fuoco el punto culminante en empaque orquestal e intención dramática. Maestro y formación expusieron con contundencia los temas principales del movimiento, como el rematado por las trompetas en el inicio, o el delicado cantabile del clarinete solista en la sección consecutiva. Los yuxtapuestos bloques temáticos se sucedieron con naturalidad, mostrando los caracteres contrastantes con convicción, y consumando con poderío el final de la sinfonía, para disolverse en el inexorable calderón final. En suma, Bychkov y su orquesta ofrecieron una interpretación variable de la sinfonía que, si bien no cautivó del todo en su primera mitad, logró finalmente la adecuada resolución en sus dos últimos movimientos.

Los sonoros aplausos del público fueron correspondidos con una vibrante versión de la primera de las Danzas eslavas Op. 46, también de A. Dvořák, final idóneo para esta celebración eslava.

Juan Manuel Ruiz

 

Augustin Hadelich, violín.

Orquesta Filarmónica Checa / Semyon Bychkov.

Obras de A. Dvořák.

Ibermúsica, Madrid.

 

Foto © Petra Hajská

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