Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Anja Bihlmaier, o sinónimo de excelente oficio - por Justino Losada

Madrid - 25/03/2024

Por cuarta vez regresa al podio de la Orquesta Nacional de España la directora alemana Anja Bihlmaier con un complejo programa en el que ha podido demostrar, una vez más, un criterio riguroso en la interpretación, un buen sentido del balance orquestal, y un gusto por detalles aflorantes claves en el desarrollo de la dramaturgia de las obras interpretadas, dada su capacidad de hacer respirar a la propia música sin menguar la simultanea cuidada delineación de grandes arquitecturas sonoras.

Con estas credenciales, el concierto abrió con la interpretación de las Siete canciones para voz media y orquesta de Alma Mahler, extraídas de los juegos de Fünf Lieder publicados en 1910, y los posteriores Vier Lieder editados 1915, que orquestaran en 1995 David y Colin Matthews gracias a un encargo proveniente de la Real Orquesta del Concertgebouw. Estos conjuntos de Lieder escritos en los inicios del siglo XX cuando Alma, Schindler por aquel entonces y con 19 años de edad, estudiaba con Alexander von Zemlinsky, son hoy el mejor ejemplo de su catalizador genio creativo.  Tras su matrimonio con Gustav Mahler en 1902, Alma, quedó a la sombra de su esposo, trabajando para él como amanuense y, no solo reprimiendo su personalidad independiente sino además, recibiendo cierto desdén de su obra por parte de su marido.  Sólo tras el fallecimiento de su primera hija,  María y de su romance con el arquitecto Walter Gropius, Mahler -seguramente bajo el consejo de Siegmund Freud- recondujo su juicio sobre las canciones de su esposa proponiendo su edición y publicación.

Apoyados en una estructura que suele tener forma estrófica y un propósito que recoge buena parte de la tradición romántica de Wagner y Brahms, los Lieder seleccionados por David y Colin Matthews son Die stille Stadt (La ciudad silenciosa), Laue Sommernacht (Tibia noche de verano), Licht in der Nacht (Luz en la noche), Waldseligkeit (Felicidad en el bosque), In meines Vaters Garten (En el jardín de mi padre), Bei dir ist es traut (Contigo se está bien), y por último,  Erntelied (Canción de cosecha). En términos armónicos el lenguaje muestra la influencia de su mundo sonoro más próximo: el de su maestro Zemlinsky. Apoyada en la catarsis del diálogo con la naturaleza de los poemas de Otto Erich Hartleben –más conocido hoy por la traducción alemana del Pierrot Lunaire– y de Otto Julius Bierbaum, así como de los más rompedores versos de Rainier Maria Rilke y Richard Dehmel,  la característica melódica, el sentido dramático y la perspicacia de los habituales giros armónicos de las canciones, vestidos aquí con una orquestación que, sin dejar a Zemlinsky, se acerca al Mahler de la Cuarta Sinfonía o de Das Lied von der Erde, presentan desafíos interpretativos nada desdeñables. 

Curtida en un amplio repertorio, la joven y galardonada mezzosoprano canadiense Emily D’Angelo partió con lirismo contenido que, poco a poco, fue aumentando conforme se acomodaba en su tesitura. De esta manera, consiguió crear atmósferas matizadas controlando la proyección de su voz mediante un notable rango dinámico que le permitió una gran expresividad en las últimas canciones, sobre todo en In meines Vaters Garten, y en la última, Erntelied, que concluyó con un hermoso vocalise. El acompañamiento de Bihlmaier, siempre al servicio de la voz de D’Angelo se mostró matizado y moderado mostrando un excelente rendimiento por parte de la orquesta.

La segunda parte completaba el concierto con la tan imponente como inefable Sinfonía Nº7 de Anton Bruckner, obra concluida en septiembre de 1883 y estrenada con éxito al año siguiente por Arthur Nikisch frente a la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig. Como es habitual en Bruckner, realizó una primera revisión de la orquestación con la colaboración de los hermanos Schalk y Löwe antes del estreno vienés en 1885 que, pese a los temores de las críticas de Hanslick, resultó también en rotundo éxito. Esta versión editada por los Schalk y Löwe fue retirada por la Sociedad Bruckner al encargársele a Robert Haas la revisión y edición original de la sinfonía restaurándola en la década de los 40 del pasado siglo conforme al original no publicado de 1883. Como apuntara Deryck Cooke en su conocido –y posteriormente discutido- artículo de 1975 The Bruckner problem simplified, al quedar la Edición Haas bajo propiedad de la República Democrática Alemana tras la Segunda Guerra Mundial, desde Occidente se vuelve a encargar una nueva edición que, para la séptima sinfonía, resuelve Leopold Nowak en 1954. Con muy pocas variaciones frente a la edición de Haas, la edición Nowak fue la que se empleó para la interpretación de Bihlmaier al frente de la Orquesta Nacional.

Pese a una entrada algo dubitativa en el inicial Allegro moderato, el pulso de Bihlmaier  tuvo sobrado oficio para desarrollar una apolínea interpretación en la que su visión total de la obra, de muy de largo alcance, parecía rechazar una aproximación contemplativa -más canónica y romántica si se quiere- por mediación de tempi muy ligeros, como ya propusieran en la década de los 60 Max Rudolf  en Estados Unidos o Carl Schuricht con la Orquesta Filarmónica de la Haya –busquen su esclarecedora interpretación en disco o plataformas y se sorprenderán- o como también hoy plantea François-Xavier Roth en su ciclo con la Orquesta Gürzenich de Colonia.  Este atractivo enfoque trajo lógica y fluidez en el Adagio sin menoscabar la atención a un muy bonito fraseo y a las detalladas y cuidadas transiciones, que Bihlmaier engarzó con fluidez y extraordinaria facilidad. Una muy acertada separación de planos orquestales, el empaste en los metales y el control dinámico resultaron primordiales para, mediante su multiescalar visión arquitectónica,  hacer brillar a la Orquesta Nacional en el clímax central. El Scherzo y el Finale se sirvieron con atractiva e infrecuente mordacidad resaltándose una vez más el equilibrio de planos sonoros entre las secciones de cuerda y metales de una Orquesta Nacional muy entregada al oficio de una notabilísima directora que, cada vez que regresa, demuestra su excelencia en el podio ofreciendo conciertos que no se olvidan con facilidad.

Justino Losada

 

Emily D’Angelo, mezzosoprano

Orquesta Nacional de España / Anja Bihlmaier 

Obras de Mahler-Schindler y Bruckner

Ciclo Sinfónico, Orquesta y Coro Nacionales de España (Temporada 2023/2024)

Auditorio Nacional, Madrid

117
Anterior Crítica / Cuidada adaptación estilística y versatilidad sonora - por José Antonio Cantón
Siguiente Crítica / Otra buena nota en siglo XX - por Francisco Villalba