El pasado jueves 24 se había programado en el Teatro Real Recuerdas de una vida, un homenaje pensado y organizado por el intérprete y compositor gaditano Ángel G. Piñero para mostrar, en el día de su 90 cumpleaños, el trabajo que había realizado en más de 60 años de carrera musical.
El evento tuvo lugar el día y hora señalados por el maestro, pero lamentablemente, el tono de la celebración hubo de cambiar: Piñero falleció semanas antes y la cita se convirtió en Homenaje Póstumo.
El público fue muy nutrido en cantidad y variedad, allí se acercaron desde diversos puntos de la geografía española, sus amigos, su familia y quienes le conocieron en diversos ámbitos. No se veía un asiento libre en este concierto, que en realidad fue una despedida al hombre que dedicó su vida a la guitarra a través de diversos proyectos, conciertos, concursos, mecenazgo…
El programa se organizó en dos partes, la primera para la música solista y de cámara con guitarra y la segunda para la música con orquesta. Acompañados por un presentador que introducía a cada intérprete con una pequeña explicación, comenzó la gala con un gesto simbólico: un precioso ramo de flores ocupaba el lugar donde se habría sentado Piñero.
Desde Italia, Luca Romanelli interpretó las primeras piezas que sonaron esa noche. Lo hacía en lugar de Roman Zorkin, guitarrista ruso que pese a haberlo intentado, no consiguió desplazarse hasta Madrid. Luca salió airoso del compromiso y dio paso al ucraniano afincado en Alemania, Stanislav Steshenko, que brilló en “Murmullo musical” y “El viento de la vida”, dos hermosas piezas que, con arpegios y melodías, simulan las palabras dichas apenas a media voz y la brisa de una tarde de verano.
Ambos guitarristas habían sido ganadores del concurso organizado por Piñero y tuvieron trato personal con él, de ahí los numerosos gestos de cariño que tuvieron hacia el maestro ausente.
Luca fue el encargado de interpretar “Canto al difunto Francisco”, obra de tono dramático en la que el compositor homenajeaba a su padre y que, en esta ocasión, acompañaba el bailarín Manuel Garrido. Fue un momento hermoso, de gran plasticidad, gracias a la impecable coreografía de Garrido.
A continuación, apareció en el escenario la soprano Estíbaliz Martyn quien, junto a la guitarra de Luca, cantó la “Balada a una desconocida”, una canción de aparente sencillez que recordó los orígenes gaditanos del maestro.
Acabó esta primera parte con el “Viaje nocturno”, una pieza para cuarteto de cuerdas y guitarra a cargo del Cuarteto Chagall y Luca Romanelli. Con estructura de forma sonata, es destacable el diálogo que tan bien funciona, creado por el maestro entre las cuerdas frotadas y pulsadas.
Acabada la primera parte y sin lugar al descanso, se fueron sentando los músicos de la orquesta Santa Cecilia y su director, José Antonio Montaño, dio paso a la segunda parte. De nuevo, la guitarra en las primeras obras corría a cargo de Luca Romanelli, quien acusó el esfuerzo realizado para aprenderse unas piezas que debía haber interpretado Roman Zorski.
La evocadora música de Piñero para orquesta trajo Cádiz a la mente de muchos, sus “Alegrías en el puerto” resonaban como una mañana clara frente al Atlántico.
Stanislav Steshenko fue el encargado de cerrar el concierto. Su interpretación, que también debía haber hecho Zorski, fue impecable. El público se deleitó con una técnica impecable y una expresividad elegante, maneras de concertistas consagrado.
Tras la música, Catherine Lacoste, viuda del compositor, dirigió unas entrañables palabras al público, que no podía dejar de llorar y aplaudir a un tiempo. Las notas del cumpleaños feliz que interpretó la Orquesta Santa Cecilia dieron por terminada una celebración llena de respeto y admiración.
Esther Martín
Recuerdas de una vida, homenaje a Ángel G. Piñero
Orquesta Santa Cecilia / José Antonio Montaño
Diversos solistas
Teatro Real (Madrid)