Celebrar mil números de RITMO no es solo alcanzar una cifra redonda: es testimonio de una trayectoria construida con perseverancia, ilusión y un compromiso inalterable con nuestros lectores. Por ello, esta revista ha invitado a varias personalidades culturales y musicales de este país, para que “aprovechando que RITMO llega al número 1000...”, viertan sus confesiones en unas páginas especiales (publicadas en la edición impresa-PDF de Ritmo 1000 de diciembre 2025). Gracias a ellos por este gesto de generosidad. Mejor dicho, 1000 gracias.
Damos la palabra a ALFONSO AIJÓN, fundador de Ibermúsica.
APUNTES PARA DOS CELEBRACIONES: RITMO Y ORQUESTA DE RTVE
por Alfonso Aijón *
La promoción que en 1940 inició en el Instituto Ramiro de Maeztu sus estudios de primera y segunda enseñanza tuvo la fortuna que se le diera a la Música protagonismo, con habituales conciertos en una acogedora sala con dos pianos de cola: Steinway y Bösendorfer. Aprendíamos solfeo con el Padre Massó, Historia de la Música con el compositor valenciano Moreno Gans y canto coral con el fundador de la Masa Coral de Madrid, Rafael Benedito. Este último, junto con Joan Lamote de Grignon, fueron los únicos españoles que dirigieron la Filarmónica de Berlín antes de que se iniciara la II Guerra Mundial.
Cuando en la primavera de 1944 la Filarmónica de Berlín realizó la más larga gira de su historia en un solo país (28 conciertos consecutivos en ciudades españolas) a
Rafael Benedito la Orquesta le concedió 6 invitaciones para su concierto en Madrid, en un cine que a la vez era frontón, en la Plaza del Carmen. Yo fui de los que Benedito escogió para asistir. Tenía 13 años y ese concierto me marcó para toda mi vida; dirigía el legendario Hans Knappertsbusch. Al día siguiente convencí a mis padres para que me acercaran a la Unión Musical de San Jerónimo para comprar los discos con las obras escuchadas: la Sinfonía Incompleta de Schubert y la Tercera Sinfonía de Beethoven. Lamentablemente no existían esas versiones, pero en uno de los mostradores de la tienda, en un atril, estaba expuesta una revista y en cuya portada estaba la foto de nuestro catedrático de francés, Leopoldo Querol, que era, además, el pianista español con más actuaciones. La revista era RITMO, la compré, y desde aquella época he sido fiel e interesado lector de esta publicación a la que los melómanos debemos tanto. Era el número 176 de la RITMO y esta revista llega en este mes al increíble número 1000. En mi emoción por el pasado uno mi admiración y agradecimiento a la actitud heroica y generosa de sus editores. ¡Enhorabuena!
Por otra parte, dos incidentes provocaron la creación de la ORTVE, que este año 2025 celebra su 60 aniversario. El primero se produce en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en 1963. Se celebraba el 400 aniversario de la colocación de la primera piedra. Con tal motivo se programaron actos que organizaba el Ministerio de Información y Turismo y que finalizaban con un concierto solemne en el Patio de los Reyes con la Orquesta Nacional. Un mal entendido, con una obra fuera del programa, motivó el disgusto de Fraga Iribarne y de ahí parte la primera idea de crear una orquesta que le liberara de la servidumbre del Ministerio de Educación.
El segundo incidente, en 1964, que fue definitivo, se origina en el Teatro de la Zarzuela. Se inauguraba el Primer Festival de Ópera de Madrid, en colaboración con los Amigos de la Ópera y el patrocinio del Ministerio de Información y Turismo. En esta ocasión recurrieron a la Orquesta Sinfónica de Madrid que, por compromisos anteriores, no pudo ensayar lo suficiente y ofreció una versión de Tosca agriamente criticada por toda la prensa. Ambos incidentes provocaron la feliz creación de la Orquesta Sinfónica de RTVE, hoy tan querida y celebrada.
Con cierta incomprensión compruebo que en la historia de esta agrupación, todos sus comentaristas olvidan que fui el primer Secretario Técnico efectivo de esta Orquesta entre octubre de 1965 y mayo de 1968. Una etapa que merece ser recordada por su actividad. En el verano de 1965, la ORTVE inicia sus primeras giras por provincias, con conciertos importantes en el Festival de Santander. Los viajes y toda la logística estaba en manos del recién nombrado Secretario Técnico, Pedro Lerma, pianista y catedrático de reputación, pero desconocedor del mundo orquestal. La ORTVE llegó a Santander con una coincidencia desestabilizadora: actuaba en días alternos con la Orquesta Nacional. Los directores eran, respectivamente Igor Markevitch y Sergiu Celibidache, que mantenían una enemistad tradicional. El motivo por el que Pedro Lerma dejó de ser Secretario Técnico (duró tres meses) estuvo en que Celibidache dormía en la suite real del Hotel Real de Santander y Markevitch en una habitación de los últimos pisos, habitualmente usada por los choferes. El ucraniano no soportó la humillación.
Finalizado ese verano, para iniciar la primera temporada de conciertos en Madrid, encontraron en mi persona el sustituto. No me quiero extenderme en retos y logros de mi época, pero sí considero resaltables el haber conseguido programar con directores como Svetlanov, el compositor Carlos Chávez, René Leibowitz, la legendaria Nadia Boulanger, Gennady Rozhdestvensky o Hans von Benda, así como estrenar en España Perséfone de Stravinsky y otras obras de Tomás Marco, Gerardo Gombau, Manuel Castillo, José Peris, Antón García Abril y reponer las menos frecuentes, como El superviviente de Varsovia y las Variaciones para orquesta de Schoenberg o El Vino de Alban Berg.
También organizamos en Santiago de Compostela el I Curso Internacional de Dirección de Orquesta, tutelado por Markevitch y su asistente, el entonces desconocido Herbert Blomstedt, actualmente el director más longevo en activo. Igualmente realizamos la primera salida internacional de la ORTVE a Toulouse con un concierto bastante deslucido, estrenando en Francia La Atlántida, de Manuel de Falla, dirigida por su alumno Ernesto Halffter.
Al iniciarse el año 1968, la Junta Rectora (la formábamos el Director General de RTVE, Jesús Aparicio Bernal; el Secretario general de RTVE, Juan José Rosón; el Director de la Primera Cadena, Adolfo Suárez; el Director de la Segunda Cadena, Salvador Pons; Jesús Sancho Rof como asesor, Enrique Franco por RNE y yo como Secretario Técnico) decidió considerar la renovación del contrato de Markevitch con unas condiciones económicas a la baja. A mi me confiaron la nada agradable misión de comunicarle la resolución. La reacción no se hizo esperar. Markevitch se entrevistó con Fraga y le planteó: “Aijón o yo”.
La solución era obvia y el Ministerio me ofreció un puesto nuevo en Televisión Española y compensarme con un sueldo superior al que tenía. No lo acepté, regresé a Alemania, pasé las pruebas y me contrataron en la Agencia Alemana de Noticias (DPA). Dos años después regresé a España y fundé Ibermúsica.
Pasaron más de 10 años, y fui a Leningrado para contratar a Mravinsky y en el comedor del hotel Europeskaya sonó un “¡Alfonso!”, con una voz bien conocida... Era Markevitch, que estaba con la que fue su tercera pareja, la pianista catalana Carlota Garriga. Me aclaró que estaba para dirigir por primera vez a la Filarmónica de Leningrado. Estuvo cariñoso conmigo, como en los viejos tiempos, invitándome al ensayo. A las pocas semanas de su concierto falleció. Que finalizara nuestra relación en armonía me alegró porque, incluso cuando prescindió de mi, siempre manifesté mi admiración y respeto por su sobresaliente personalidad. También, de alguna forma, se cerró mi historia profesional con la Orquesta a la que dediqué todo mi entusiasmo y energía, para soñar juntos.
* Alfonso Aijón es el fundador de Ibermúsica
Foto © Rafa Martín